El aeropuerto Newark Liberty International, uno de los más importantes en Estados Unidos, ha revelado una realidad preocupante detrás de sus operaciones: un sistema de control aéreo que depende de tecnologías antiguas y obsoletas, incluyendo el uso de disquetes y piezas de repuesto adquiridas en plataformas como eBay. Esta situación, lejos de ser un detalle anecdótico, expone fuertes deficiencias que ponen en riesgo la seguridad y la eficiencia del tráfico aéreo no solo en Newark, sino probablemente en aeropuertos de todo el país. Recientemente, el 28 de abril de 2025, el aeropuerto sufrió un apagón tecnológico crítico durante 90 segundos que detuvo por completo la comunicación entre controladores y pilotos. Este breve lapso provocó que más de 150 vuelos se cancelaran, 350 se retrasaran y 65 fueran desviados a otros aeropuertos, dejando varados a miles de pasajeros. La conmoción fue inmediata, y el impacto se dejó sentir durante días, evidenciando un sistema que funciona al borde del colapso.
El problema central radica en la infraestructura tecnológica desfasada que el Federal Aviation Administration (FAA) continua utilizando, reflejo de décadas de subinversión. La tecnología basada en radar y radio, que data de hace 50 a 80 años, aún se utiliza como columna vertebral de las operaciones, sin contar la dependencia de dispositivos obsoletos como los disquetes para almacenar y transferir información crucial. La compra de piezas de repuesto en mercados secundarios es un claro indicativo de la falta de soporte para estos sistemas heredados. Este tipo de vulnerabilidades no solo tienen consecuencias logísticas, sino que también elevan los riesgos para la seguridad aérea. Los controladores aéreos, ya presionados por la alta demanda —Newark opera al 28% por encima de su capacidad prevista— y una escasez crónica de personal, deben lidiar con situaciones que cualquier falla tecnológica puede agravar.
Durante los 90 segundos del apagón, un número considerable de aeronaves estaba en camino o esperando aterrizar, y la imposibilidad de comunicarse con ellas pone en evidencia la fragilidad del sistema actual. Esta crisis tecnológica se ve además exacerbada por una insuficiente inversión en la modernización y un panorama político que ha fallado en priorizar una actualización urgente. Desde 1999, el gasto federal destinado a mejorar el equipamiento de los aeropuertos y sus sistemas de control aéreo ha quedado rezagado frente al presupuesto general de operaciones aeroportuarias. En 2024, mientras que la operación de aeropuertos contó con más de 12 mil millones de dólares, solo aproximadamente 3 mil millones fueron dedicados a mejoras tecnológicas. El Congreso y la FAA han sido objeto de críticas por la falta de inversión y renovación.
Expertos del sector han señalado que lo necesario no es una mejora incremental, sino una transformación completa del sistema que incluya una nueva generación de tecnologías con redundancias y respaldo capaces de prevenir apagones como el de Newark. La implementación de sistemas de comunicación satelital y la integración de inteligencia artificial para asistir a los controladores podrían ser pasos clave para impulsar esta modernización. Además, la escasez de controladores aéreos agrava la situación. Estadísticas recientes revelan que muchas de las principales instalaciones del país operan con personal por debajo del umbral recomendado del 85%. La falta de personal especializado no solo impacta la eficiencia operativa sino que también aumenta la carga de trabajo y el estrés en los controladores disponibles, quienes deben gestionar un alto volumen de tráfico aéreo con equipos inadecuados.
En respuesta a estos desafíos, el gobierno ha anunciado programas para reclutar y retener nuevo personal, así como para lanzar una iniciativa sin precedentes destinada a reconstruir el sistema de control aéreo nacional. La inversión promete incluir decenas de miles de millones de dólares para mejorar el radar, las telecomunicaciones y la infraestructura física donde operan los controladores. Sin embargo, existe escepticismo entre expertos y profesionales sobre si dichas promesas se materializarán realmente o caerán en la tradicional falta de seguimiento y recortes presupuestarios. La cultura y el modo de operación dentro de la FAA también han sido señalados como un factor que ralentiza la modernización. Algunos controladores han relatado la dependencia de métodos arcaicos, como pasar notas escritas a mano dentro de la torre cuando los sistemas electrónicos fallan.
Esta realidad remite a un sistema que, en su conjunto, combina tecnologías de generaciones distintas en un intento desesperado por mantener la operación a flote. Por encima de todo, la experiencia en Newark sirve como un alerta para todo el sistema aéreo estadounidense, que enfrenta una infraestructura envejecida y una falta de preparación ante los aumentos en la demanda de viajes aéreos. Mientras otras naciones avanzan hacia la digitalización y automatización en control del tráfico aéreo, Estados Unidos parece arrastrar una pesada carga tecnológica que ya no se corresponde con los estándares modernos de seguridad y eficiencia. Los expertos coinciden en que sin una inversión y modernización urgentes, la situación puede empeorar, con mayores riesgos para la seguridad y un impacto negativo en la economía derivado de interrupciones frecuentes, cancelaciones masivas y retrasos. La implementación de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial debe acompañarse de un compromiso político real y estable, para garantizar que el sistema pueda evolucionar y responder a futuras demandas.
En conclusión, el fracaso tecnológico del aeropuerto de Newark no es un incidente aislado, sino el reflejo de un circuito sistémico que requiere atención inmediata y sostenida. La supervivencia y prosperidad del sector aéreo estadounidense dependen de un sistema de control del tráfico aéreo moderno, seguro y resiliente. Abordar esta problemática no solo protegerá vidas, sino que también garantizará la fluidez del transporte aéreo, vital para la economía y la conectividad nacional e internacional.