En los últimos años, el uso de tarjetas de crédito ha experimentado un crecimiento significativo, consolidándose como el método de pago preferido por la mayoría de los consumidores en Estados Unidos. La dependencia creciente de este instrumento financiero ha llevado a un aumento paralelo en la deuda acumulada, alcanzando cifras históricas que plantean interrogantes sobre la salud financiera de los ciudadanos y el futuro del sistema crediticio. En 2025, la deuda nacional de tarjetas de crédito superó los 1.21 billones de dólares, cifra que refleja tanto el auge del consumo como los desafíos de mantener un equilibrio financiero adecuado. Una de las razones que explican este aumento es la transformación en los hábitos de pago.
Según informes de la Reserva Federal, un 82% de adultos estadounidenses posee al menos una tarjeta de crédito, con una media que ronda las 3.9 tarjetas por persona. Esta multiplicidad ofrece flexibilidad, pero también puede aumentar el riesgo de sobreendeudamiento para quienes no manejan adecuadamente sus gastos. Los principales actores en la industria de las tarjetas de crédito en Estados Unidos son Mastercard, Visa, Discover y American Express. Visa y Mastercard dominan el mercado, facilitando aproximadamente el 85% de las transacciones, mientras que American Express y Discover representan el resto.
Además, la emisión de estas tarjetas está en manos de casi 4,000 entidades financieras, incluidos bancos y cooperativas de crédito, aunque el mercado está fuertemente concentrado en unas pocas instituciones, con JPMorgan Chase a la cabeza en volumen emitido. El crecimiento de la deuda está íntimamente ligado a la manera en que los consumidores utilizan sus tarjetas. En promedio, se gasta aproximadamente 8,823 dólares al año con estos instrumentos, aunque varía significativamente según el puntaje crediticio. Aquellos con calificaciones de crédito muy buenas o excelentes tienden a gastar más, aprovechando beneficios como tasas preferenciales y recompensas, mientras que quienes tienen calificaciones bajas enfrentan mayores costos financieros y riesgos. Estos puntajes de crédito fluctúan desde los valores más bajos, conocidos como “deep subprime” (por debajo de 580), hasta el rango “super prime” (entre 781 y 850).
El puntaje afecta no solo las condiciones para obtener una tarjeta, sino también las tasas de interés que se aplican y las oportunidades de acceder a productos con mejores beneficios. El factor de interés es especialmente relevante en esta dinámica. En 2020, la tasa promedio anual (APR, por sus siglas en inglés) de las tarjetas de uso general era de 16.28%. Sin embargo, para febrero de 2025, esta tasa había subido a un preocupante 21.
91%, un aumento aproximado del 35%. Este incremento significa que el costo de mantener saldos no pagados se ha elevado considerablemente, lo que afecta la capacidad de los usuarios para saldar sus deudas y agrava la carga financiera. Además de las tasas de interés, las tarjetas de crédito suelen cobrar diferentes tipos de comisiones. Las tarifas anuales aplican especialmente a tarjetas premium o diseñadas para consumidores con crédito subprime y pueden alcanzar hasta los 695 dólares o más por año. En promedio, estas tarifas anuales rondan los 105 dólares, lo que representa un gasto fijo que muchas veces no es evidenciado a simple vista.
Por otro lado, los cargos por pagos atrasados continúan siendo un gasto común para quienes no cumplen con los plazos. El promedio de estas multas ronda los 32 dólares. Adelantar un pago o evitar cargos suele ser una práctica recomendada, pero muchos consumidores se ven envueltos en ciclos prolongados de pagos mínimos, lo que deriva en cargos adicionales y préstamos más costosos. En algunos casos, las personas optan por realizar transferencias de saldo para consolidar deuda entre tarjetas, pagando una comisión que generalmente oscila entre el 3% y el 5% del monto transferido. Asimismo, las retiradas de efectivo a través de adelantos generan tarifas aún más elevadas, con comisiones cerca del 5% y tasas de interés más altas que las consumen rápidamente.
El nivel de endeudamiento también varía considerablemente según la edad y los ingresos de los consumidores. La generación X, que agrupa a personas entre 44 y 59 años, presenta el saldo promedio más alto en sus tarjetas, alrededor de 9,557 dólares. En contraste, generaciones como la Z, compuesta por los jóvenes, y la generación silenciosa, que incluye a los mayores, presentan balances bajo, cercanos a los 3,450 dólares en promedio. Esta diferencia refleja no solo distintas etapas de la vida y necesidades económicas, sino también hábitos de consumo, capacidad de pago y acceso al crédito. La generación X, que suele estar en su etapa productiva principal, combina mayores responsabilidades financieras con un estilo de vida que puede aumentar la utilización del crédito.
En cambio, los jóvenes y los mayores tienden a utilizar sus tarjetas de forma más cautelosa o de manera limitada. Pese al aumento en las deudas, muchas personas continúan utilizando sus tarjetas con regularidad. De hecho, más del 60% de los consumidores llevan un saldo mes a mes, en lugar de pagar la totalidad cada ciclo. Esto ha llevado a que el pago promedio mensual haya aumentado hasta los 202 dólares en 2024, frente a los 152 dólares registrados en 2020, lo que evidencia la presión que sienten los usuarios para equilibrar gastos y pagos. Un dato preocupante relacionado con la gestión de estas deudas es el aumento en las tasas de morosidad.
Al cierre de 2024, el 7.2% de los saldos en tarjetas de crédito presentaban atrasos, lo que no solo implica el pago de multas sino también reportes negativos a las agencias de crédito, afectando la salud financiera futura de los usuarios. Este aumento en la morosidad puede tener efectos a nivel macroeconómico, afectando la confianza de los consumidores y la estabilidad del mercado crediticio. Pese a estos desafíos, uno de los atractivos más valorados de las tarjetas de crédito son las recompensas que ofrecen. Los programas de puntos, millas aéreas o reembolsos en efectivo continúan ganando adeptos, recompensando el consumo regular de formas que van más allá de la simple compra.
En 2022, los consumidores ganaron un total de 41.1 mil millones de dólares en recompensas, lo que representa un incremento del 58% respecto a 2019. Además, el valor promedio de estas recompensas aumentó, con consumidores ganando cerca de 1.6 centavos por cada dólar gastado, comparado con 1.4 centavos en 2020.
Este crecimiento es un reflejo tanto del mayor uso de las tarjetas como de la competencia entre emisores para captar clientes mediante ofertas atractivas. Para quienes buscan aprovechar al máximo las tarjetas de crédito, es fundamental entender cómo usar las recompensas y elegir los productos más adecuados a sus necesidades. Además, se recomienda mantener un control riguroso de los gastos para evitar que las recompensas se vean opacadas por intereses y cargos acumulados. El panorama de la deuda de tarjetas de crédito en 2025 pone de manifiesto la importancia de la educación financiera y la gestión responsable del crédito. Aunque las tarjetas ofrecen comodidad y beneficios, también implican responsabilidades y riesgos que, si no se manejan correctamente, pueden generar problemas significativos.