La memoria es un proceso fascinante y complejo que depende de múltiples factores para funcionar de manera óptima. Dos de los elementos que más influyen en cómo recordamos información son la novedad y la familiaridad. Entender cómo actúan estos factores puede transformar la manera en que estudiamos, aprendemos y retenemos conocimientos, especialmente cuando se trata de prepararse para exámenes u otras pruebas académicas. La novedad se refiere a la exposición a experiencias o ambientes nuevos que el cerebro no ha encontrado antes. Estas experiencias despiertan la curiosidad y activan diferentes áreas cerebrales relacionadas con la atención y la motivación.
Por otro lado, la familiaridad está ligada a todo aquello conocido, a los recuerdos previos y al contexto que ya hemos almacenado en nuestra mente. Ambos aspectos trabajan en conjunto para influir positivamente en la memoria. Cuando enfrentamos un contexto novedoso, el cerebro se prepara para aprender porque interpreta la situación como potencialmente relevante. Investigaciones científicas han demostrado que después de explorar un ambiente desconocido, las personas tienen una mayor capacidad para memorizar información nueva. Esto se debe a que la novedad acelera procesos neurológicos que mejoran la codificación y el almacenamiento de datos.
Por ejemplo, caminar por un barrio nunca visitado o interactuar con obras de arte desconocidas puede activar esta preparación cerebral. Sin embargo, la novedad por sí sola no es suficiente para garantizar una memoria duradera. El cerebro necesita organizar la nueva información para poder recordarla con eficacia. Aquí es donde entra la familiaridad, ya que ayuda a categorizar y conectar los nuevos datos con conocimientos previos. Esta organización facilita la creación de esquemas de memoria, que actúan como redes de asociaciones.
De esta forma, cuando intentamos recordar algo, podemos acceder a estos vínculos mentales para recuperar la información rápidamente. Imagina, por ejemplo, que estás estudiando conceptos complejos en biología relacionados con la fisiología neuronal. Puede resultarte difícil memorizar detalles de los iones que intervienen en la transmisión de impulsos eléctricos en las neuronas si esta información es completamente nueva y no tienes un marco de referencia. Pero si logras relacionar estas ideas con algo familiar, como un plátano (que es una fuente conocida de potasio) y la sal de mesa (que contiene cloruro de sodio), entonces es más fácil visualizar y recordar cómo funcionan los iones en el proceso neuronal. Esta combinación de novedad y familiaridad también explica por qué a veces leemos un texto varias veces y no logramos recordarlo, mientras que otra información, presentada en un contexto que ya conocemos, queda mejor grabada.
Cuando el material es muy abstracto o diferente, la falta de conexiones previas hace que sea más complicado almacenar y recuperar los datos. Por ello, es aconsejable que al estudiar, tratemos de crear asociaciones entre lo nuevo y lo que ya sabemos. Incluso si la información previa no está directamente relacionada con el tema, puede actuar como un ancla que facilite la incorporación del aprendizaje. Además, preparar el cerebro a través de experiencias novedosas antes de estudiar puede aumentar nuestra capacidad para retener información. En términos prácticos, esto significa que antes de sentarte a revisar apuntes o libros, dedicar tiempo a salir a un lugar desconocido o a observar algo que no hayas visto antes podría potenciar tu concentración y capacidad de memoria.
Luego, al estudiar, busca maneras de integrar lo nuevo con conocimientos, imágenes o conceptos familiares. De esta forma, el aprendizaje se vuelve más significativo y duradero. Cabe mencionar que estos principios son aplicables no solo para estudiantes sino para cualquier persona que desee mejorar su capacidad de aprendizaje. En un mundo donde la cantidad de información disponible no deja de crecer, dominar técnicas que optimicen la memoria es esencial para el desarrollo personal y profesional. Además, varios estudios en neuropsicología respaldan estas ideas.
La exposición a estímulos novedosos activa la liberación de neurotransmisores vinculados con la atención y la memoria, como la dopamina. Este impulso neuroquímico prepara al cerebro para absorber información y crear recuerdos más fuertes. Al mismo tiempo, cuando organizamos los datos en esquemas familiares, facilitamos la recuperación posterior, ya que el acceso a la información se vuelve más fluido gracias a los enlaces formados. Otra ventaja de aprovechar la familiaridad en el aprendizaje es que reduce la carga cognitiva. Cuando enfrentamos temas nuevos y complejos, la mente puede saturarse y perder eficiencia.
Al conectar lo nuevo con lo conocido, se disminuye la resistencia a procesar toda la información, porque el cerebro encuentra patrones y relaciones que facilitan la comprensión. Por todo esto, la estrategia ideal para estudiar debería combinar momentos de exploración e innovación—como cambiar de ambiente o introducir estímulos nuevos—con técnicas que promuevan la integración de la nueva información dentro de un marco conocido. No se trata solo de memorizar datos aislados sino de construir una red de conocimientos que permita entender y recordar con mayor facilidad. Además, cultivar la curiosidad es una manera natural de fomentar la novedad en el aprendizaje. Buscar siempre nuevas perspectivas, métodos o temas relacionados puede convertir el estudio en un proceso mucho más estimulante y eficaz.
Cuando nos enfrentamos con interés y atención a lo desconocido, el cerebro se activa con mayor intensidad y crea memorias más robustas. Finalmente, también es recomendable revisar regularmente los esquemas y asociaciones creadas para fortalecer los recuerdos. La repetición consciente y la práctica espaciada habilitan al cerebro para mantener activa la red de información y evitar que los datos se desvanezcan con el tiempo. En conclusión, tanto la novedad como la familiaridad son dos caras de la misma moneda que influyen decisivamente en cómo almacenamos y recuperamos recuerdos. Integrar experiencias nuevas con conocimientos previos no solo facilita un aprendizaje más profundo, sino que también convierte el estudio en un proceso más natural y efectivo.
Aprovechar estos conocimientos puede marcar una gran diferencia en el rendimiento académico y en el desarrollo intelectual a largo plazo.