La cultura organizacional es un factor crítico que impacta directamente en el rendimiento, la satisfacción del cliente, la calidad del producto y el compromiso de los empleados. Sin embargo, transformar esa cultura, a menudo, parece una tarea inalcanzable para muchos líderes, especialmente cuando buscan solución en iniciativas amplias y a largo plazo que pueden no rendir frutos inmediatos. Por fortuna, existe un enfoque práctico y accesible que utiliza las reuniones como punto de partida para catalizar cambios culturales significativos y sostenibles. Las reuniones, al ser espacios naturales donde ejecutivos, equipos y colaboradores intercambian ideas, toman decisiones y coordinan acciones, se convierten en un terreno ideal para practicar y modelar comportamientos que definen la cultura deseada. La clave está en adoptar una estrategia de cambio incremental, aplicando pasos pequeños y concretos que, con el tiempo, generan un impacto profundo.
Un estudio recientemente destacado en la Enterprise Technology Leadership Journal por Christine Hudson y Ronica Roth, fundadoras de The Welcome Elephant, propone un modelo centrado en la práctica deliberada de nuevas formas de comportamiento durante las reuniones. Su enfoque rompe con la visión tradicional de que la cultura es un concepto intangible y difícil de intervenir. En lugar de eso, plantea que la cultura se construye a partir del conjunto de comportamientos, lenguajes, procesos y expectativas que se muestran, se reconocen y se toleran en el día a día organizacional. El modelo propuesto, conocido como el "Practice Makes Culture Change Loop", consiste en identificar un cambio comportamental específico que apoye la cultura ideal deseada, seleccionando una reunión recurrente donde introducir este cambio y diseñar cuidadosamente la dinámica del encuentro para facilitar su práctica. De esta forma, se crea un ambiente de aprendizaje colectivo donde el comportamiento nuevo se internaliza y comienza a permear en otras áreas de la organización.
Un aspecto especialmente poderoso de este enfoque es que permite generar avances visibles desde la primera ejecución. Al modificar la agenda de una reunión concreta para dar espacio a nuevas conductas y alinear la comunicación hacia el objetivo cultural, los líderes pueden establecer un ciclo de feedback inmediato que refuerza el comportamiento positivo. Entre los ejemplos reales de éxito está un caso donde un Chief Digital Officer (CDO) percibió que los equipos técnicos usaban un lenguaje demasiado especializado y centrado en características técnicas, en lugar de enfocarse en el valor de negocio que aportaban. La intervención fue tan simple como incorporar en las reuniones de demostración de sistemas una sección donde los Product Managers expresaran claramente el valor comercial de cada función presentada. Este pequeño cambio facilitó un giro en las conversaciones que ahora priorizaban objetivos estratégicos y resultados medibles, mejorando la alineación entre partes interesadas y desarrolladores.
Otro caso ejemplar es el entrenamiento en escucha activa, donde las reuniones se adaptaron para incluir ejercicios donde los participantes parafraseaban lo escuchado y verificaban su comprensión. Esta práctica fortaleció la colaboración y permitió identificar malentendidos antes de que se tradujeran en problemas más complejos, promoviendo un clima de confianza y respeto. Además, fomentar la seguridad psicológica también es posible mediante actividades simples como la invitación a compartir experiencias personales o vulnerabilidades, lo que abre la puerta a una comunicación más honesta y enriquecedora. Esta práctica ayuda a las personas a sentirse cómodas al expresar incertidumbres o pedir ayuda, condiciones esenciales para una cultura de aprendizaje y mejora continua. El verdadero potencial de transformar la cultura a través de las reuniones reside en la capacidad de expandir y consolidar estas prácticas.
La repetición constante hasta que el nuevo comportamiento se automatice es fundamental. Posteriormente, involucrar a más personas y llevar estas dinámicas a reuniones con mayor alcance o importancia, como las de planificación estratégica, amplifica el efecto cultural. Complementar estas acciones con nuevas habilidades relacionadas, así como monitorear y visualizar el progreso mediante herramientas sencillas, fortalece la sensación de avance y compromiso colectivo. Considerar la cultura como un producto que se desarrolla mediante un proceso iterativo enfocado, con planificación, visibilidad y responsabilidad, orienta a las organizaciones hacia un cambio sostenido y efectivo. El respaldo teórico a esta metodología proviene de investigaciones sobre formación de hábitos, despliegue estratégico, flujos de valor y cambio organizacional realizadas por expertos reconocidos.
A diferencia de las grandes iniciativas que suelen fracasar por falta de seguimiento o aceptación, cambiar la cultura mediante reuniones aprovecha el hecho de que las personas ya se reúnen regularmente, creando un entorno natural para ensayar y consolidar comportamientos deseados. Para los líderes que buscan transformar la cultura de sus organizaciones, practicar de manera consistente comportamientos tales como comunicar con claridad el valor de negocio, adoptar la escucha activa, reaccionar constructivamente ante las malas noticias, promover la vulnerabilidad y la honestidad, evitar la culpa y enfocarse en soluciones, o dar retroalimentación específica y constructiva, resulta una estrategia efectiva y accesible. A partir de una sola reunión recurrente, es posible sembrar una nueva cultura que, por sus efectos multiplicadores, influye en cómo se comparte la información, cómo se toman decisiones y cómo se realiza el trabajo en general. Esto genera un cambio genuino, palpable y administrable, alejándose de conceptos abstractos e inalcanzables. En definitiva, transformar la cultura organizacional a través de las reuniones implica reconocer que el cambio comienza por la práctica consciente de comportamientos específicos en contextos familiares y cotidianos.
Esta perspectiva pragmática ofrece a los líderes la oportunidad de actuar desde hoy mismo, vaya cual sea el tamaño o sector de su organización, haciendo del cambio cultural un proceso tangible y manejable. El futuro de la gestión organizacional comienza por entender que la cultura no es un destino, sino un camino construido con cada interacción y cada reunión que se celebra con intención y propósito.