En el mundo de la tecnología y el desarrollo de software, existe una creencia popular que asocia la calidad del código con el lenguaje de programación empleado. Especialmente en discusiones actuales, donde lenguajes modernos como Rust son aclamados como la solución mágica para erradicar errores comunes de programas escritos en C o C++. Sin embargo, esta perspectiva simplista ignora una realidad mucho más compleja y profunda: la competencia y habilidades del programador son factores determinantes que no pueden ser sustituidos por la elección de un lenguaje más moderno o seguro. La narrativa que sugiere que la antigüedad o inseguridad de los lenguajes como C y C++ es la raíz de todos los problemas en los proyectos de software hace pasar por alto la experiencia y formación de los desarrolladores. C es un lenguaje que tiene más de cinco décadas y C++ casi cuatro, ambos ofrecen a los programadores un alto grado de control y flexibilidad, pero también les permiten cometer errores.
Rust, con solo una docena de años de existencia, se presenta como una alternativa que detecta muchos errores en tiempo de compilación, garantizando seguridad en memoria y concurrencia, lo cual sin duda es una ventaja considerable. Sin embargo, esperar que solo cambiar el lenguaje transforme automáticamente a los desarrolladores en expertos, o el código en perfecto, es un argumento engañoso. La calidad del software es inseparable de la calidad del programador. No importa lo avanzado que sea un lenguaje si quien lo utiliza carece de fundamentos sólidos y disciplina en su trabajo. Existe una analogía muy clara: si contratas a un carpintero para hacer los gabinetes de tu cocina y descubre que las puertas no cierran correctamente, no podemos culpar a que no utilizó las herramientas más modernas para su oficio.
Lo mismo sucede en la programación. La calidad final depende directamente de las habilidades, conocimientos y rigor del desarrollador, no solo del lenguaje o herramientas que emplee. Por otro lado, es vital entender que la programación va mucho más allá de aprender sintaxis o trucos de un lenguaje en particular. Programar es una disciplina profundamente ligada a la lógica formal y las matemáticas. Edsger W.
Dijkstra, uno de los gigantes en ciencias de la computación, definió la programación como el acto de manipular símbolos de forma abstracta para obtener resultados concretos. Estos procesos conceptual y formalmente complejos requieren un pensamiento estructurado, analítico y crítico, que no se adquiere simplemente con cursos de lenguajes o mediante práctica limitada. En muchos contextos, la educación formal en informática no ofrece la base necesaria para desarrollar este tipo de pensamiento. Las universidades a menudo no priorizan las matemáticas aplicadas o la lógica como parte fundamental del currículo, limitándose más a aspectos pragmáticos o técnicos que no promueven el pensamiento abstracto profundo. Por lo tanto, muchos programadores profesionales carecen de la preparación adecuada para diseñar y validar sus soluciones más allá del simple código funcional.
Esta carencia de fundamento es evidente cuando se observa que aún con un lenguaje como Rust, diseñado para prevenir errores comunes, los fallos persisten, no porque el lenguaje sea insuficiente, sino porque los programadores no dominan completamente las bases del desarrollo riguroso. La solución real a largo plazo no es solo adoptar nuevas herramientas, sino fortalecer las competencias intelectuales de quienes desarrollan software. Aprender a pensar en términos formales, evaluar minuciosamente la lógica detrás de cada algoritmo y entender el flujo y estado del programa son habilidades que van mucho más allá del dominio técnico superficial. Además, el contexto del proyecto y el equipo también son esenciales para decidir qué herramientas o lenguajes son adecuados. Por ejemplo, en proyectos embebidos o de bajo nivel, donde no se emplea un sistema operativo o la memoria dinámica es limitada, no siempre es factible usar Rust, y el uso de C o C++ sigue siendo una práctica común y válida.
La decisión sobre el stack tecnológico debe considerar variables específicas del proyecto, recursos disponibles y experticia del equipo. Lo que está claro es que confiar en la idea de que un nuevo lenguaje resolverá todos los problemas de programación es un error. Muchas veces, el foco en la tecnología distrae de lo más urgente: formar programadores capaces, con una mentalidad analítica, capacidad de resolver problemas complejos y compromiso con la calidad en cada línea de código que escriben. En el terreno profesional, los mejores programadores se caracterizan por su pensamiento abstracto y profundo entendimiento de la lógica computacional, más que por la cantidad de herramientas o frameworks que dominan. Son capaces de anticipar y prevenir errores antes de que aparezcan, diseñar sistemas robustos y mantener un riguroso control sobre la complejidad del software.
Esto no surge de la casualidad sino de una sólida formación y práctica disciplinada. Para avanzar hacia un desarrollo de software de calidad, la industria no solo debe adoptar tecnologías innovadoras, sino también replantear la educación y formación de sus profesionales. Es imperativo incorporar en los programas académicos y de capacitación cursos que profundicen en las bases matemáticas y lógicas, así como fomentar el desarrollo del pensamiento crítico y analítico. En resumen, la evolución tecnológica y la adopción de nuevos lenguajes o frameworks deben ir de la mano con una mejora continua en las habilidades y competencias de los desarrolladores. Los lenguajes como Rust son herramientas poderosas, pero sin una base sólida en lógica formal, matemáticas y abstracción, seguirán existiendo errores y problemas en el software.
Aprender a confiar en la capacidad analítica de cada programador es fundamental para avanzar hacia la verdadera calidad y fiabilidad en el desarrollo de software.