Knud Rasmussen es una figura legendaria en la historia de la exploración ártica, reconocido no solo por sus habilidades como explorador, sino también por su profundo compromiso con la documentación de las culturas inuit. Nacido en Groenlandia en 1879 y de ascendencia parcialmente inuit, Rasmussen creció hablando groenlandés y desarrolló desde temprano una conexión íntima con las comunidades que más tarde estudiaría y retrataría en detalle. La figura de Rasmussen cobra especial relevancia por su enfoque único que combinó exploración física con una auténtica sed de conocimiento cultural, social y espiritual, que buscaba preservar tradiciones a punto de desaparecer bajo los embates de la modernidad occidental. A principios del siglo XX, el Ártico poseía un aura de misterio y estaba reservado para unos pocos aventureros. Sin embargo, en este contexto se abrió la gran pregunta sobre los orígenes y modos de vida de los inuit, que habitaban un vasto territorio que se extendía a lo largo de las costas del norte de América y Groenlandia.
Surgieron diversas teorías, entre ellas la propuesta por el geógrafo danés Hans Peder Steensby, quien especulaba que los inuit originalmente fueron un pueblo de cultura interior, asentado tierra adentro, que posteriormente se desplazó hacia las zonas costeras. Rasmussen, influido por esta hipótesis no comprobada en ese entonces, emprendió la famosa Quinta Expedición Thule en 1921, con la intención de estudiar y confirmar estas ideas a través de un análisis riguroso de sus dialectos, creencias espirituales, prácticas cotidianas y mitos. La Quinta Expedición Thule fue la más ambiciosa de siete empresas realizadas por Rasmussen y su equipo entre 1912 y 1933. En ella, un grupo integrado por cuatro daneses, un groenlandés occidental y seis inughuit, los inuit más septentrionales de Groenlandia, se instaló en una base en la isla denominada 'Danish Island' en el Canal Foxe, cerca de lo que hoy es Nunavut, Canadá. Desde este punto de partida, los exploradores se dispersaron para encontrarse con diversas comunidades inuit, interactuar con sus habitantes y registrar de primera mano sus tradiciones, relatos y conocimientos.
Los relatos de estas interacciones no solo ofrecen una ventana al pasado, sino que revelan la riqueza espiritual y social de unos pueblos que enfrentaban un futuro incierto. Uno de los episodios más emblemáticos descritos en los informes de Rasmussen es el encuentro con el chamán Igjugaarjuk, cuya descripción de su iniciación espiritual en condiciones extremas de frío y privación es profundamente impactante y recuerda a relatos míticos universales sobre la búsqueda de sabiduría y trascendencia. Las ceremonias, tabúes y la cosmovisión que Rasmussen pudo documentar a través de relatos como estos son testimonios poderosos de una cultura que estaba a punto de cambiar radicalmente. A pesar del fervor por conocer y entender estas tradiciones, la expedición también reveló evidencias claras de transformación cultural. En la Península de Melville, por ejemplo, la visita a un grupo recientemente cristianizado permitió observar la pérdida rápida de rituales antiguos y el abandono de creencias ancestrales en favor de las nuevas doctrinas impuestas.
Estas experiencias brindaron a Rasmussen y a su equipo valiosas perspectivas sobre el proceso de cambio y asimilación que la modernidad comenzaba a imponer en el Ártico. Las condiciones físicas de la expedición fueron extremas, marcadas por un invierno riguroso y episodios de gran dificultad. La valentía y resistencia de los hombres quedó en evidencia en incidentes como la automedicación de Peter Freuchen, quien tuvo que amputarse sus propios dedos debido a la congelación, un acto que refleja la dureza y el espíritu de autosuficiencia necesario para sobrevivir en esas latitudes. Estas vivencias, relatadas por el historiador Kenn Harper en su obra “Give Me Winter, Give Me Dogs”, contribuyen a humanizar el relato de la expedición y a resaltar la conexión profunda entre los hombres y su entorno. El viaje de Rasmussen no se limitó a estudiar grupos cercanos a Groenlandia: su recorrido abarcó vastas extensiones del Ártico occidental, incluso llegando hasta Alaska.
Esta expansión territorial fue vital para recoger datos sobre diferentes subgrupos inuit, algunos aún poco influidos por la incipiente modernización. La amplia recopilación de artefactos, notas y entrevistas que realizó Rasmussen es uno de los mayores archivos sobre la vida inuit premoderna en América del Norte y juega un papel fundamental para la etnografía y antropología ártica. El éxito de Rasmussen se debe en buena medida a su habilidad para integrarse en las comunidades que visitaba. Lejos del típico explorador que solo observa desde fuera, Rasmussen hablaba la lengua, practicaba costumbres y se sumergía en el modo de vida inuit. Esta empatía no solo facilitó el acceso a relatos y conocimientos exclusivos, sino que también le valió el reconocimiento y respeto entre los pueblos nativos.
Contrastando con otros exploradores de su época, encontró en la convivencia directa y en la colaboración la mejor vía para comprender. Knud Rasmussen también recogió historias relacionadas con otras leyendas árticas, como la del destino de la famosa Expedición Franklin, que había desaparecido a mediados del siglo XIX. Durante su paso por la Isla del Rey Guillermo y otras localizaciones, reunió relatos orales de personas cuyos familiares habían tenido contacto con los sobrevivientes o con los restos de la expedición, agregando capas valiosas a la historia y mitología polar. El final del viaje lo llevó a la creciente población de Utqiaġvik (antigua Barrow) y posteriormente a Nome, en Alaska, donde presenció la primera oleada de cambios socioculturales ligados a una economía monetaria cada vez más penetrante. A pesar de los desafíos burocráticos, como la prohibición soviética de continuar hacia Siberia, el conjunto de sus exploraciones le otorgó un reconocimiento casi heroico en Europa y América, consolidándolo como uno de los grandes exploradores y documentalistas del Ártico.
El legado de Knud Rasmussen no solo reside en su impresionante resistencia física y en la complejidad geográfica de sus rutas, sino, sobre todo, en el vasto acervo cultural y antropológico que dejó tras su paso. Gracias a su trabajo, numerosas tradiciones orales, sistemas de creencias y modos de vida de los inuit fueron preservados para generaciones futuras, que sin su labor hubieran podido perderse en el tiempo. En este sentido, su figura es un puente vital entre dos mundos: el ancestral y el moderno. La reciente publicación de Kenn Harper ofrece una síntesis accesible y narrativa de la Quinta Expedición Thule, facilitando que un público amplio pueda comprender y valorar la envergadura de esta hazaña intelectual y humana. Harper no solo recupera los hechos y las anécdotas, sino que también invita a reflexionar sobre cómo las percepciones y prejuicios influyeron en las interpretaciones, especialmente en lo referente a teorías erróneas como las de Steensby, recordando la importancia de un enfoque crítico en la investigación.
En definitiva, la historia de Knud Rasmussen es un testimonio inspirador sobre la pasión por el conocimiento y el respeto hacia una cultura distinta. Nos recuerda la urgencia de documentar y valorar las tradiciones indígenas frente a las rápidas transformaciones del mundo, y cómo el diálogo intercultural puede abrir nuevas vías de comprensión profunda y humana. Mientras el Ártico continúa enfrentando cambios ambientales y sociales acelerados, el trabajo de Rasmussen sigue siendo un faro para exploradores, investigadores y amantes de la historia, que buscan iluminar los senderos del pasado para comprender mejor nuestro presente y futuro. La exploración, entendida como aventura y búsqueda intelectual, encuentra en su figura un ejemplo paradigmático y un legado que merece ser celebrado y difundido ampliamente.