Los setos, esas líneas de vegetación espesa que fragmentan el paisaje rural inglés, son mucho más que simples delimitaciones de terreno; representan un testimonio vivo de la historia, la economía y la ecología de Inglaterra. A menudo percibidos como un elemento tradicional e inmutable del campo inglés, su realidad es mucho más dinámica y compleja. Lejos de ser estructuras permanentes, los setos han fluctuado a lo largo del tiempo, desapareciendo a ratos para luego reaparecer, reinventándose según las demandas agrícolas, las políticas gubernamentales y las prácticas de conservación ambiental. Desde la antigüedad, los agricultores británicos utilizaron los setos como herramientas fundamentales para la gestión del suelo y el ganado. Se han encontrado evidencias que remontan su uso a al menos 2.
500 años antes de Cristo, cuando los arbustos espinosos se plantaban en líneas compactas que, tras someterse a técnicas de poda y desmoche, se convertían en barreras naturales efectivas. Estas barreras no solo delimitaban espacios o proteger al ganado, sino que también servían como escudos contra el viento, beneficiando la producción agrícola y contribuyendo al mantenimiento de la biodiversidad local. Tras la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, una gran parte de estos setos fue eliminada como resultado de políticas centradas en la recuperación económica y la maximización de la producción agrícola. La escasez de alimentos y la necesidad urgente de superar el racionamiento llevaron a que el Ministerio de Alimentación ordenara la eliminación masiva de setos que obstaculizaban la labor de las máquinas agrícolas. La agricultura industrializada tomó el relevo, y con ella, desaparecieron cerca del 50% de los setos de la campiña inglesa desde 1945.
Este proceso, impulsado por la Ley de Agricultura de 1947, transformó profundamente el campo, ignorando los efectos devastadores que tendría sobre el hábitat de numerosas especies y la conectividad ecológica. Lejos de ser una catástrofe aislada, esta pérdida forma parte de una serie de ciclos históricos. A lo largo de siglos, los setos han fluct uado como respuesta a crisis económicas, revoluciones agrícolas y cambios sociales. Por ejemplo, el arte deportivo y ecuestre del siglo XIX revela mucho acerca de la situación rural inglesa de entonces. Las pinturas de John Ferneley, artista muy apreciado entre la elite aristocrática conocida como los 'Meltonianos', no solo muestran la elegancia y el lujo de las cacerías sino también el estado real y descuidado de los setos durante aquel periodo.
En sus cuadros del censo de 1820 a 1824, se puede observar cómo las líneas de setos aparecen escasas, dañadas y mal mantenidas, fruto de una profunda recesión agrícola que afectó a las clases más humildes y empobreció los paisajes rurales. Estos detalles contrastan con las representaciones anteriores del siglo XVIII, como las creadas por Robert Dighton en la década de 1790, donde los setos aparecen frondosos, bien cuidados y parte integral de un paisaje agrícola próspero. La Revolución Agrícola británica y las leyes de cercamiento permitieron una agricultura más eficiente y concentrada, lo que se tradujo en un aumento visible y saludable de los setos y la productividad rural. La comparación entre ambas épocas nos invita a reflexionar sobre cómo el arte sirve como un espejo fiel de la transformación socioeconómica y medioambiental. A través de los siglos, los setos no solo han sido herramientas de producción sino también espacios vitales para la biodiversidad.
Albergan una vasta variedad de aves, mamíferos e insectos, contribuyendo a la red ecológica que sostiene la agricultura misma. La percepción popular del campo inglés como un espacio casi virgen y perennemente biodiverso está lejos de la realidad. En cambio, se trata de un paisaje profundamente gestionado y moldeado por decisiones humanas y políticas, donde la permanencia y prosperidad del seto dependen en gran medida del cuidado y las prioridades que se le otorguen desde los niveles gubernamentales hasta los agricultores locales. Artistas del deporte tradicional y la caza como Gilbert Holiday y Lionel Edwards también ilustran este constante vaivén en sus obras de principios y mediados del siglo XX. El seto aparece en ocasiones como un bastión denso y bien trazado, mientras que en otras figuras como un vestigio dañado y expuesto a tecnologías modernas que lo afectan negativamente, como el uso intensivo de maquinaria agrícola.
Estas imágenes evidencian que, al igual que en épocas pasadas, la naturaleza del seto está intrínsecamente ligada al cambio social, tecnológico y político. En tiempos recientes, el seto ha adquirido una nueva dimensión dentro del discurso ambientalista y de conservación. Su relevancia para la biodiversidad y el equilibrio ecológico se reconoce cada vez más, especialmente ante la pérdida histórica que significó su erradicación masiva en la posguerra. De este modo, el seto se transforma no solo en un elemento estético o funcional, sino en un símbolo cultural y natural que responde a las políticas ambientales y agrícolas contemporáneas. Comprender la historia del seto implica, por lo tanto, adentrarse en la complejidad de la relación entre humanos y naturaleza, donde las necesidades económicas, las tecnologías y la sensibilidad ambiental coexisten y a veces colisionan.
La historia del paisaje inglés y la manera en que se representa en el arte expresan, sin duda, esa estrecha interdependencia. Hoy en día, la conservación y restauración de los setos son prácticas fundamentales para la lucha contra la pérdida de biodiversidad y el manejo sostenible del territorio. Organizaciones, agricultores y gobiernos trabajan para encontrar un equilibrio entre productividad y protección ambiental, reconociendo que un paisaje saludable depende no solo del suelo y el cultivo sino también de esos corredores vivos que son los setos. En definitiva, el arte de los setos va mucho más allá de su forma física. Mientras sus líneas espinosas se extienden por el campo inglés, cuentan una historia sobre la sobrevivencia y adaptación humana, los ciclos económicos y las decisiones políticas que han moldeado el país.
Son flechas vivas que marcan caminos a través del tiempo, narrando un proceso histórico que aún no ha concluido y que seguirá transformándose según la visión y el compromiso con el mundo natural que la sociedad decida abrazar.