En el complejo escenario del conflicto en Yemen, el grupo armado Houthi ha demostrado poseer un sistema de defensa aérea significativo que ha desafiado las expectativas internacionales y ha afectado las operaciones de las fuerzas militares adversarias. La capacidad de este grupo para derribar drones MQ-9 Reaper de Estados Unidos y resistir ataques aéreos apunta a un arsenal sofisticado y en constante evolución, que combina tecnología iraní, armamento soviético heredado y desarrollos propios. Analizar en profundidad las defensas aéreas de los Houthis permite entender mejor el equilibrio de poder en la región y el desafío que plantean en términos de seguridad y estrategia militar. La amenaza aérea planteada por los Houthis ha sido claramente señalada por las pérdidas recurrentes de drones estadounidenses, en particular los MQ-9 Reaper. Estos vehículos aéreos no tripulados, diseñados para vigilancia y ataque a media altitud, han sido abatidos en números cada vez más alarmantes desde finales de 2023.
Informes indican que en un periodo relativamente corto, las fuerzas Houthi lograron derribar una docena de estas unidades, una cifra que representa tanto un costo económico significativo como un desafío operativo para Estados Unidos y sus aliados en la región. El arsenal defensivo de los Houthis está construido en gran medida sobre sistemas iraníes, que han sido adaptados y en algunos casos producídos localmente en Yemen. Entre los sistemas más modernos figuran los misiles superficie-aire Barq-1 y Barq-2, revelados públicamente en 2023. Estos cuentan con alcances estimados de hasta 50 y 70 kilómetros respectivamente, con capacidad para atacar objetivos en altitudes que pueden superar los 15 kilómetros. Aunque las cifras oficiales no han sido verificadas independientemente, el origen de estos misiles apunta a la familia Taer iraní, que a su vez deriva de tecnologías soviéticas como los sistemas Kub (SA-6 Gainful) y Buk (SA-11 Gadfly).
Además de los Barq, los Houthis emplean sistemas de misiles aire-aire reutilizados y adaptados para la defensa terrestre, con denominaciones propias como Thaqib-1, -2 y -3. Estos provienen de modelos rusos como el R-73, R-27 y R-77, originalmente diseñados para ser lanzados desde aviones de combate soviéticos y rusos. La modificación para uso tierra-aire los convierte en una amenaza versátil contra drones y helicópteros, especialmente por la capacidad de los buscadores infrarrojos de capturar objetivos de forma pasiva, dificultando la detección previa de los ataques. Otra pieza singular del armamento antiaéreo houthi es el llamado misil “358” o Saqr-1, una tecnología iraní que destaca por ser un misil superficie-aire de tipo “loitering”. Funciona con un pequeño motor turborreactor y tiene la capacidad de sobrevolar áreas designadas, buscando objetivos para interceptar.
Se considera que está diseñado para enfrentar amenazas aéreas lentas como drones o helicópteros, y utiliza una matriz de sensores infrarrojos dispuestos en forma circular que le permite anular contramedidas térmicas convencionales. Su operación en patrones de vuelo en forma de ocho hace que la defensa contra este misil sea especialmente compleja. En cuanto a sistemas antiaéreos de origen aún más antiguo, los Houthis han heredado y reutilizado sistemas soviéticos tales como los misiles S-75 (SA-2 Guideline) y los sistemas móviles 2K12 Kub (SA-6 Gainful). Estos sistemas, aunque tienen varias décadas de antigüedad, son todavía operativos y representan una amenaza considerable para aviones de combate y drones si son utilizados adecuadamente. Los misiles S-75 han sido adaptados incluso para funciones balísticas de ataque terrestre y marítimo, en forma de variantes denominadas Qaher-2 y Muhit.
Importante destacar el papel de los sistemas de detección y guía que complementan el arsenal de misiles. Los Houthis disponen de radares soviéticos clásicos como el P-18, P-19 y PRV-13, que proveen capacidades de vigilancia aérea y adquisición de blancos. Sin embargo, la creciente dificultad para mantener activos estos sistemas debido a ataques aéreos y bloqueos ha impulsado el desarrollo y la utilización de sensores pasivos y «radar virtual», que pueden captar señales electromagnéticas sin emitir radiación detectable. Esto reduce la exposición y permite emboscadas casi inofensivas a ojos electrónicos enemigos. La defensa aérea de los Houthis no sólo depende de los sistemas y misiles, sino también de un enfoque táctico que aprovecha la movilidad y la sorpresa.
La utilización de lanzadores móviles que pueden disparar y trasladarse rápidamente disminuye la eficacia de los ataques de supresión de defensas aéreas (SEAD/DEAD) realizados contra ellos. Los Houthis también han integrado sensores electro-ópticos e infrarrojos para mejorar la capacidad de detección y seguimiento, aprovechando la naturaleza pasiva y silenciosa de estos métodos frente a las técnicas de guerra electrónica enemigas. En términos estratégicos, esta capacidad de defensa aérea ha obligado a Estados Unidos y sus aliados a modificar sustancialmente sus planes y medios de combate. El aumento de pérdidas de drones MQ-9 ha llevado a un mayor empleo de bombas guiadas de largo alcance y armamento de ataque a distancia, así como a la intervención de aviones estratégicos como los bombarderos B-2, cuyo perfil de sigilo reduce la posibilidad de ser detectados y derribados. Esto no solo refleja la amenaza latente sino también un reconocimiento tácito de la eficacia de la defensa aérea houthi.
Desde el punto de vista económico, las pérdidas en drones representan un gasto significativo. Con un costo unitario aproximado de 30 millones de dólares, el abatimiento de varias unidades implica un impacto monetario elevado para las fuerzas que operan en la zona, además del desgaste táctico y operativo. A pesar de esto, la falta de tripulación en los drones reduce el riesgo para el personal militar, pero no elimina la carga que supone reposicionar recursos y planificar estrategias para superar esta amenaza. A nivel tecnológico, la resistencia y adaptación del grupo houthi simbolizan la combinación de innovación local con el aprovechamiento de apoyos externos, principalmente de Irán. La producción local de misiles y la integración de tecnologías avanzadas como los sistemas de guía pasiva y los misiles loitering configuran una capacidad asimétrica que trasciende en gran medida lo esperado para un actor no estatal en una región marcada por inestabilidades prolongadas.
Finalmente, la evolución de la defensa aérea houthi representa un paradigma en la guerra moderna, donde actores no estatales logran desarrollar y mantener sistemas sofisticados que desafían a plataformas militares de alta tecnología. Este fenómeno obliga a reconsiderar las estrategias de control aéreo, la necesidad de contramedidas electrónicas avanzadas y la manera en que se diseñan las operaciones aéreas en entornos complejos. El conocimiento cada vez más detallado de las capacidades defensivas de los Houthis contribuirá a comprender las dinámicas del conflicto en Yemen y a anticipar medidas internacionales de contención o negociación. Al mismo tiempo, ofrece lecciones valiosas para la comunidad militar global sobre la proliferación de armamento avanzado y la resiliencia adaptativa de grupos insurgentes en contextos de guerra prolongada.