La pregunta de si los impuestos financian el gasto público es, a primera vista, sencilla y directa. Sin embargo, se ha convertido en uno de los debates más complejos y controvertidos en la economía contemporánea, especialmente en el marco del auge de la Teoría Monetaria Moderna (MMT por sus siglas en inglés). Lo que parece una cuestión simple de presupuesto estatal se revela como un verdadero campo minado semántico y teórico que divide opiniones y provoca discusiones intelectuales apasionadas. Para comprender bien este tema, es importante empezar con algunos principios básicos pero fundamentales. En primer lugar, existe una restricción ineludible que podemos denominar la “teorema sangre/piedra”.
Según este principio, en un momento dado la economía tiene una capacidad productiva máxima, y ni el gobierno ni el sector privado pueden gastar más allá de ese límite sin generar efectos indeseados como la inflación. En otras palabras, la capacidad real de producción y recursos limita el nivel total de gasto, incluyendo el gasto gubernamental, independientemente de las fuentes de financiamiento. Desde esta perspectiva, si el gobierno decide gastar más, deberá encontrar la manera de financiar dicho gasto, ya sea a través de impuestos (que reducen la capacidad de gasto del sector privado), endeudamiento o emisión monetaria (creación de dinero). Esto ya nos introduce en el primer dilema: ¿Los impuestos son una obligación financiera necesaria para que exista el gasto público, o cumplen otro propósito? Dentro del entorno de la Teoría Monetaria Moderna, se distingue entre economías con soberanía monetaria y aquellas que no la tienen. Un país con soberanía monetaria emite su propia moneda y no está obligado a “financiar” el gasto público con impuestos en tiempo real, ya que puede emitir dinero para cubrir esos gastos.
En este caso, los impuestos no “financian” el gasto per se, sino que cumplen otras funciones relevantes, como controlar la inflación y crear demanda de la moneda para cumplir con obligaciones fiscales. Esta visión choca con la comprensión más tradicional que sostiene que todo gasto del gobierno debe estar “pagado” mediante impuestos o deuda, puesto que el dinero debe provenir de algún lado. La MMT desafía esta idea al proponer que el estado soberano, emisor de la moneda, no necesita recursos externos para gastar, sino que crea el dinero mediante el propio gasto. Después, a través de los impuestos, recupera parte de ese dinero para evitar que la cantidad en circulación provoque presiones inflacionarias. Por lo tanto, la respuesta a la cuestión “¿Los impuestos financian el gasto?” depende del contexto en que se plantee.
En un horizonte temporal infinitesimal, el flujo de impuestos y gasto son independientes, es decir, el gobierno puede gastar hoy sin que ese gasto se refleje simultáneamente en impuestos. Sin embargo, en un período contable amplio, a lo largo de la historia, el total de impuestos recaudados y del gasto público deben coincidir en términos agregados, ya que al final el dinero gastado debe ser “recuperado” o compensado para sostener el sistema. Si nos trasladamos a un periodo intermedio y más realista, la relación depende en gran medida de si la economía se encuentra en su capacidad máxima productiva (pleno empleo) o si existe un margen de capacidad ociosa. En una economía en pleno empleo, aumentar el gasto público sin elevar impuestos o reducir el gasto privado puede derivar en presiones inflacionarias, ya que la producción total no puede crecer más allá de su límite. En este escenario, los impuestos sí funcionan como una herramienta para “financiar” o equilibrar el gasto, al retirar recursos del sector privado.
En cambio, en una economía con capacidad ociosa, el gobierno puede incrementar el gasto financiándolo por emisión monetaria sin necesidad inmediata de elevar los impuestos. Esto estimularía la demanda agregada y podría contribuir a alcanzar el pleno empleo, aumentando la producción sin generar inflación relevante. En este contexto, decir que “los impuestos financian el gasto” pierde significado práctico. Esta distinción es crucial para analizar las propuestas de políticas públicas. Muchas veces, los opositores a incrementos en el gasto público piden “una fuente de financiamiento” clara y sostienen que cualquier programa debe estar “pagado” por subidas impositivas o recortes en otras partidas.
Este pensamiento presupone que el financiamiento es un requisito económico, cuando en realidad es más bien una decisión política condicionada al contexto económico vigente. Además, otro aspecto relevante para despejar confusiones es entender que el gasto público, los impuestos y la emisión monetaria forman parte de un sistema interrelacionado que responde a objetivos macroeconómicos como el control de la inflación, la creación de empleo y la estabilidad económica. No existe una línea causal simple y directa, sino un equilibrio dinámico. También es importante señalar la relevancia del concepto de “periodo contable” para analizar esta cuestión. Proponer que cada programa o gasto debe ser financiado por un impuesto específico implica una visión estrecha y estática que desatiende los efectos acumulativos y dinámicos sobre la economía y sobre la capacidad productiva futura.
Por ejemplo, la inversión en educación o infraestructura puede aumentar la productividad a largo plazo, ampliando la capacidad del sistema para sostener mayor gasto. De hecho, esta postura se aleja del debate académico y se introduce en la esfera política y mediática, donde a menudo las metáforas familiares, como comparar el presupuesto del Estado con el de un hogar, dominan el discurso aunque sean inapropiadas o engañosas desde una perspectiva económica. La realidad compleja es que el Estado no funciona como una familia o empresa privada; emite la moneda, y puede crear dinero para hacer funcionar la economía, siempre bajo la restricción de no superar la capacidad productiva efectiva. Los impuestos, por tanto, cumplen funciones importantes para controlar demandas excesivas, establecer pautas de redistribución y mantener la estabilidad monetaria, más que simplemente financiar el gasto. En resumen, entender si los impuestos financian el gasto requiere clarificar primero qué entendemos por financiamiento, en qué contexto económico y en qué horizonte temporal se plantea la pregunta.
Es incorrecto sostener de forma absoluta que el gasto público debe estar siempre precedido por el cobro de impuestos, si bien los impuestos son esenciales para evitar presiones inflacionarias y regular el sistema monetario. El debate entre las teorías económicas tradicionales y la MMT continúa enriqueciéndose con reflexiones sobre estos conceptos, donde la interpretación y aplicación práctica de la política fiscal y monetaria sigue siendo una cuestión abierta y en evolución. Lo que es crucial entender es que, más allá de semánticas o posturas ideológicas, el verdadero desafío es administrar eficientemente los recursos públicos para generar bienestar, estabilidad y crecimiento sostenible para la sociedad. Entender esta complejidad permite evitar ideas erróneas comunes y promover un discurso más informado y constructivo acerca del papel de los impuestos y el gasto público en la economía moderna.