En los primeros meses de la administración de Donald Trump, los mercados emergentes han experimentado un auge inesperado, lo que ha provocado un cambio notable en la atención de los inversores a nivel global. Esta tendencia no solo refleja la resiliencia de las economías en desarrollo, sino que también apunta a un redireccionamiento importante hacia el crecimiento global, en un contexto de incertidumbre económica y movimientos significativos en los tipos de cambio y las políticas comerciales internacionales. Este fenómeno merece un análisis profundo que permita comprender las dinámicas en juego y sus implicaciones para los mercados mundiales. La fortaleza que han mostrado los activos de los mercados emergentes ha sido un contraste llamativo frente a las dificultades que encuentran las economías desarrolladas, especialmente Estados Unidos. Durante los primeros 100 días del gobierno de Trump, el dólar estadounidense cayó a su nivel más bajo en tres años, generando impactos negativos en las acciones y bonos estadounidenses, pero beneficiando, en cambio, a las divisas y papeles de países emergentes.
Los bonos locales de estas naciones registraron un repunte notable, mientras que los índices de acciones lo superaron en rendimiento al S&P 500, y una canasta de monedas emergentes mostró su mejor rally desde 2017. Esto refleja que, pese al clima desafiante a nivel global, los mercados emergentes han logrado navegar con éxito en aguas turbulentas. Parte del atractivo para los inversores se encuentra en la expectativa de una desaceleración económica en Estados Unidos, producto en parte de la política de aranceles impulsada por la administración Trump, la cual ha causado preocupación respecto a posibles tensiones comerciales de largo alcance. El Fondo Monetario Internacional, durante sus reuniones de primavera, ajustó a la baja sus previsiones de crecimiento global para 2025, reduciéndolas del 3.3% previsto en enero a un 2.
8%, todo ello debido a las incertidumbres que rodean a las disputas comerciales y sus efectos en la economía mundial. Para los mercados emergentes, esta desaceleración estadounidense puede traer beneficios, siempre que se mantenga en una zona que fomente la recuperación sin precipitar en una recesión profunda. Luis Estrada, estratega de RBC Capital Markets, destaca que el “punto ideal” para el desempeño de estos mercados es justamente una ralentización moderada en Estados Unidos, capaz de devaluar el dólar y motivar a los inversionistas a diversificar sus carteras alejándose de activos denominados en dólares. Este escenario ha sido confirmado en la práctica con cifras que hablan por sí solas: desde el 20 de enero, fecha en la que Trump asumió la presidencia, un índice representativo de acciones de mercados emergentes ha ganado un 3.2%, mientras que el S&P 500 ha perdido un 7.
5%. Regiones como América Latina, Sudáfrica e India han sido líderes en esas subidas junto con una apreciación general de sus monedas frente al dólar, que ha caído cerca de un 7%. Estas cifras reflejan no solo la estrategia de los inversores en un contexto de riesgo elevado, sino también la fortaleza intrínseca de las economías en desarrollo para atraer capital a pesar de entornos macroeconómicos complejos. Desde la perspectiva de los gestores de fondos y analistas, esta tendencia ofrece una oportunidad para que los mercados emergentes recuperen parte del capital que ha sido retirado desde 2022. De hecho, según datos, cerca de 211 mil millones de dólares han salido de este segmento desde entonces, incluyendo unos 30 mil millones en lo que va del año.
Sin embargo, la clara preferencia por bonos en moneda local, que han mostrado un robusto incremento del 3.5% en lo que va del año, apunta a un renovado interés que podría dar pie a una revalorización sostenida. El comportamiento actual de los mercados emergentes también está acompañado de un ajuste en la percepción del riesgo a nivel global. La fortaleza de ciertos activos emergentes sugiere que, a pesar de los retos que implica la política comercial proteccionista y las tensiones geopolíticas, muchos inversionistas ven en estas economías una fuente de diversificación y retorno potencial. Este cambio es crucial porque marca un alejamiento de la tradicional dependencia del dólar y los mercados maduros, buscando nuevas oportunidades en un mundo que se encuentra en plena transformación.
Por otro lado, las políticas internas de varios países emergentes han jugado un papel importante en su capacidad para resistir y superar las turbulencias globales. Reformas fiscales, mejor gestión de la deuda pública, y estrategias para incrementar la inversión extranjera directa han contribuido a fortalecer sus fundamentos macroeconómicos. Esto ha permitido que, a pesar de los riesgos globales, estos países ofrezcan escenarios relativamente estables para el capital, incluyendo aquellos sectores vinculados a las materias primas, la tecnología y el consumo. A nivel regional, América Latina ha mostrado un dinamismo particular. Países como México, Brasil y Chile han visto mejoras en sus monedas y mercados accionarios, impulsados en parte por una mayor integración comercial y acuerdos bilaterales que mitigan el impacto de las fricciones comerciales a nivel global.
Asia, por su parte, continúa siendo un motor importante de crecimiento, con India manteniendo un desempeño sobresaliente pese a las incertidumbres externas. Los inversores institucionales también están recalibrando sus estrategias en favor de una mayor exposición a los mercados emergentes, motivados por la perspectiva de tasas de interés más favorables y rentabilidades atractivas en activos locales. Este movimiento sincronizado responde a la demanda creciente de diversificación y a buscar activos que puedan ofrecer retornos ajustados a un escenario global donde la volatilidad y las políticas proteccionistas parecen seguir vigentes. No obstante, es importante considerar que este atractivo no está exento de riesgos. La prolongación del conflicto comercial entre Estados Unidos y sus socios, la posibilidad de una desaceleración económica más fuerte, o even eventualidades políticas internas en los mercados emergentes, pueden erosionar las ganancias alcanzadas y generar incertidumbre.
Por ello, la evaluación cuidadosa y el seguimiento constante de tendencias macroeconómicas, geopolíticas y financieras es indispensable para los inversores que deseen capitalizar en este contexto. Finalmente, el fenómeno de una menor fortaleza del dólar estadounidense y la recuperación de los mercados emergentes constituye una señal potente sobre la evolución de la economía global. Representa un replanteamiento de las alianzas, flujos de capital y estrategias financieras que influirán en las decisiones de inversión para los próximos años. Invertir en el crecimiento global post-mercados emergentes exitosos significa entender la complejidad de un mundo interconectado donde múltiples factores internos y externos configuran la dinámica económica. En conclusión, la evolución positiva de los mercados emergentes tras un inicio prometedor bajo la actual administración estadounidense ha generado un cambio significativo en la percepción y estrategia de los inversores.
Este escenario abre un abanico de oportunidades así como desafíos que demandan análisis precisos y acción estratégica, en un entorno marcado por la volatilidad y la búsqueda de crecimiento sostenible a nivel mundial.