En un hecho poco común que marca un precedente en el movimiento de desinversión universitaria relacionado con conflictos internacionales, la Universidad de San Francisco (USF) ha decidido vender sus inversiones directas en cuatro compañías estadounidenses de defensa que mantienen contratos con el ejército israelí. Esta medida es resultado de una campaña de 18 meses impulsada por estudiantes activistas pro-palestinos, que demandaban una postura institucional firme en contra de la complicidad en la violencia en la región de Medio Oriente. Las compañías señaladas por los estudiantes y la universidad son Palantir, L3Harris, GE Aerospace y RTX Corporation. Todas estas empresas proveen tecnologías bélicas y herramientas de inteligencia militar que son utilizadas por las fuerzas armadas israelíes. La decisión de divestir de estas acciones se tomó tras un proceso de profundos análisis y consultas internas con un grupo especial denominado el Comité de Responsabilidad Social, conformado por estudiantes, profesores y personal administrativo.
Aunque la participación en estas cuatro compañías representa menos del 0.5% del portafolio global de USF, cuyo valor ronda los 566 millones de dólares, la relevancia simbólica y ética de la medida es considerable. La universidad anunció que, de ahora en adelante, enfocará su endowment en fondos indexados y otros fondos comunes donde no será posible una selección individual de valores, lo que implica un cambio en la política de inversiones hacia una mayor responsabilidad social. Esta noticia se produce en un contexto particularmente tenso. Israel ha desarrollado desde hace 19 meses una ofensiva militar intensa en la Franja de Gaza, con consecuencias humanitarias devastadoras.
Según autoridades de Gaza, más de 52,000 palestinos han perdido la vida en este prolongado conflicto, que comenzó luego de un ataque sorpresivo de Hamas en octubre de 2023, que dejó alrededor de 1,200 israelíes muertos y cientos de rehenes. La violencia en la región ha generado un fuerte debate internacional y ha polarizado opiniones en numerosos espacios, incluida la academia. El movimiento estudiantil pro-palestino en USF ha sido implacable en su lucha por promover la desinversión, organizando protestas, acampadas y múltiples reuniones con la administración universitaria. Uno de los momentos clave fue la ocupación temporal del atrio de la biblioteca principal de la universidad, donde los activistas rebautizaron el espacio en honor de Hossam Shabat, un joven periodista palestino asesinado por fuerzas israelíes. Este acto simbólico representó una escalada en la campaña que finalmente llevó a la divulgación pública de la divestment.
La victoria fue celebrada por los miembros del grupo Students for Justice in Palestine, que calificaron la decisión de USF como un hito importante. Sin embargo, algunos activistas indicaron que la lucha continúa, reclamando mayores acciones que incluyan no solo la retirada de inversiones, sino también la revisión de vínculos académicos, programas de estudio, becas y viajes con conexiones al Estado de Israel. También exigen que la universidad adopte un rol más activo para proteger a los estudiantes pro-palestina, inmigrantes y no ciudadanos en el campus. Cabe destacar que esta desinversión es parte de una tendencia incipiente en universidades de California y el resto del país, donde algunos recintos han comenzado a escuchar demandas estudiantiles similares, aunque la mayoría sigue resistiéndose a implicarse directamente en las tensiones internacionales. Por ejemplo, San Francisco State anunció previamente un plan para retirar inversiones de compañías que obtuvieran más del 5% de sus ingresos en la manufactura de armamento, lo cual también fue celebrado por activistas.
En contraste, universidades de renombre como UC Berkeley y Brown mantenían posiciones más conservadoras, estudiando las demandas pero sin concretar cambios en sus carteras de inversión. Esta dinámica refleja la complejidad que implica interferir en cuestiones geopolíticas desde sectores académicos y financieros, especialmente cuando existen acusaciones de antisemitismo contra algunos críticos del Estado de Israel. Los movimientos de desinversión universitaria no son inéditos. En décadas anteriores, estudiantes lograron que sus universidades retiraran acciones de compañías que operaban en Sudáfrica durante el apartheid, mostrando que la presión estudiantil puede hacer que las instituciones reconsideren sus políticas financieras desde una perspectiva ética. Más recientemente, el activismo sobre cambio climático ha impulsado el abandono de inversiones en combustibles fósiles.
No obstante, el conflicto israelo-palestino se distingue por su alta polarización y la complejidad de las posiciones políticas involucradas. Mientras algunos actores ven la desinversión como un paso necesario para condenar la violación de derechos humanos, otros la perciben como un gesto que puede alimentar el antisemitismo o poner en riesgo la libertad académica y el diálogo abierto. La decisión de USF ha sido, por tanto, una muestra clara de cómo la presión organizada y persistente puede alterar decisiones institucionales, incorporando criterios éticos, sociales y morales en la gestión de fondos. Su política actual refleja un enfoque más cuidadoso y consciente, un mensaje que puede resonar en otras universidades que enfrentan demandas semejantes. Sin duda, la transformación en la forma en que las universidades manejan sus recursos financieros en relación con conflictos internacionales influirá en debates futuros sobre responsabilidad social corporativa y el papel de las instituciones de educación superior frente a las crisis globales.
Para los estudiantes y simpatizantes del movimiento de justicia para Palestina, el anuncio es un reconocimiento de que sus voces pueden generar impactos tangibles. Pero también es un llamado a continuar trabajando para lograr un cambio más profundo que involucre no solo finanzas, sino también toda forma de relación e interacción vinculada con Israel. Mientras la situación en Gaza sigue generando controversia, muertes y desplazamientos, este tipo de iniciativas universitarias evidencian el poder de la activismo estudiantil para poner en el centro del debate público temas hasta hace poco relegados o ignorados. El camino que emprende la Universidad de San Francisco abre las puertas para el diálogo ético sobre las inversiones académicas y el compromiso con la justicia internacional, sirviendo como modelo para otras instituciones que enfrentan demandas similares de sus comunidades estudiantes y académicas.