En la actualidad, el sector biotecnológico atraviesa una etapa compleja marcada por desafíos financieros y la necesidad de optimizar sus estrategias para sobrevivir y prosperar. Houman Ashrafian, vicepresidente ejecutivo y director de Investigación y Desarrollo (I+D) de Sanofi, compartió en el Swiss Biotech Day 2025 una visión clara y contundente respecto al diseño de ensayos clínicos en biotecnología, subrayando la importancia de invertir correctamente en esta fase crítica para evitar fracasos que pueden poner en riesgo la continuidad de las empresas emergentes. Durante su intervención, Ashrafian enfatizó que, aunque la tentación de reducir costos y ajustar el diseño de los ensayos clínicos puede parecer una solución lógica para extender la vida financiera de una compañía, esta estrategia puede resultar contraproducente, acelerando incluso el cierre de la misma. Según explicó, ejecutar ensayos clínicos incompletos o mal diseñados podría comprometer tanto la validez científica como la viabilidad comercial del medicamento en desarrollo. El directivo ilustró esta idea con ejemplos concretos de startups que vieron desmoronarse sus evaluaciones de mercado tras fallos que, en apariencia, se acercaron al éxito.
En casos específicos, una ligera extensión del plazo de reclutamiento de pacientes o una inversión adicional de apenas tres a cuatro millones de dólares podría haber cambiado drásticamente el resultado, logrando significancia estadística y salvando el valor de la compañía en bolsa. Esta perspectiva resulta especialmente relevante en el contexto post-boom de financiación biotecnológica que se vivió hasta 2021. A raíz de aquella fase expansiva, muchas empresas emergentes se vieron impulsadas apresuradamente hacia la salida a bolsa, aprovechando la abundancia de capital. Esta estrategia, aunque tentadora, no siempre se acompañó de una planificación sólida ni un control riguroso del desarrollo clínico. Ashrafian calificó esto como ‘‘la definición de la locura’’, ya que muchas de esas compañías estaban demasiado expuestas cuando el mercado comenzó a ser más exigente y a aplicar mayor escrutinio.
Para abordar la falta de inversión y experiencia en fases tempranas, Sanofi ha implementado un brazo de capital de riesgo destinado a financiar ensayos clínicos de biotecnológicas. Esta iniciativa busca apoyar a las empresas para que puedan diseñar y ejecutar sus estudios de manera óptima, garantizando que los activos prometedores alcancen etapas iniciales exitosas y evitando errores comunes que pueden descartar opciones valiosas. La meta es que, una vez superadas estas fases, compañías farmacéuticas consolidadas puedan sumarse y completar el desarrollo hasta la comercialización. Ashrafian destacó una diferencia fundamental entre biotecnológicas y farmacéuticas: mientras las primeras pueden producir moléculas con costos más bajos y un enfoque eficiente en fases preclínicas y en la Fase I, suelen tropezar en el diseño y ejecución del ensayo que determina la valoración financiera y el acceso a rondas mayores de financiamiento. Esta ‘‘prueba definitoria’’ muchas veces no se realiza con el rigor ni la experiencia necesarios, motivo por el cual la financiación y el asesoramiento técnico de empresas más grandes o inversores especializados pueden marcar la diferencia.
Las decisiones financieras en el mundo biotecnológico, por lo tanto, no deben limitarse a la mera reducción de gastos, sino orientarse hacia la calidad y la solidez metodológica. Menos pacientes en un estudio o periodos de observación acortados pueden acarrear resultados ambiguos o desfavorables, afectando la confianza de inversores y reguladores. En consecuencia, es fundamental entender que el ahorro a corto plazo puede generar pérdidas mucho mayores en el futuro, impactando negativamente en la innovación y la llegada de nuevos tratamientos al mercado. Esta visión invita a una reflexión sobre cómo se debe estructurar el financiamiento y la gestión de proyectos en biotecnología, donde la precisión y la rigidez científica en los ensayos clínicos no son un lujo, sino una necesidad para garantizar el éxito. La adecuada planificación, la ejecución impecable y la disponibilidad de recursos para sostener un estudio clínico completo son factores que pueden definir el destino de un medicamento y su impacto en la salud pública.
Además, Ashrafian señaló un cambio positivo en el panorama del sector tras la etapa de exuberancia irracional precedente. La contracción del capital y la era de mayor responsabilidad financiera están permitiendo una selección más rigurosa de proyectos, impulsando una cultura de calidad en lugar de cantidad. Esto puede beneficiar a largo plazo al sector biotecnológico, depurando proyectos menos viables y fortaleciendo el desarrollo de moléculas con verdadero potencial terapéutico. El consejo del ejecutivo de Sanofi resuena especialmente en un ecosistema donde el financiamiento es limitado y la competencia por los recursos es alta. Confirmar que un ensayo clínico esté diseñado para maximizar la evidencia científica y minimizar la probabilidad de resultados dudosos es esencial para atraer inversión, establecer colaboraciones estratégicas y, finalmente, llevar nuevos tratamientos a los pacientes que los necesitan.
En definitiva, la experiencia y el posicionamiento de Sanofi aportan una mirada estratégica para las biotecnológicas: la inversión inteligente en la fase clínica no es solo cuestión de dinero, sino también de tiempo, diseño y ejecución. Las empresas deben resistir la tentación de recortar el alcance o la calidad de los ensayos para prolongar su liquidez, pues el riesgo mayor es perder la oportunidad de validar y posicionar su activo terapéutico en el mercado. Esta reflexión es un llamado a la industria para adoptar una cultura más madura y responsable respecto a la financiación y desarrollo clínico, equilibrando la urgencia financiera con la necesidad científica. Solamente mediante esta combinación se podrá garantizar un avance sostenido en la innovación médica, la supervivencia de las empresas biotecnológicas y la mejora en la atención sanitaria global.