En agosto de 2024, la economía china mostró señales evidentes de debilitamiento, reflejando un descenso en la actividad industrial y una caída en los precios del sector inmobiliario. Esto ocurre en un contexto donde el país enfrenta presiones crecientes para aumentar el gasto y estimular la demanda interna. La situación económica de China, una de las economías más grandes del mundo, es motivo de preocupación no solo para su pueblo, sino también para inversores y economistas globales. Recientemente, la Oficina Nacional de Estadísticas de China publicó datos que evidencian un enfriamiento en el crecimiento económico durante el mes de agosto. Las cifras indicaron que la producción industrial, las ventas minoristas y las inversiones en bienes raíces experimentaron una desaceleración en comparación con julio.
Liu Aihua, economista jefe de la oficina, señaló en una conferencia de prensa que “deberíamos ser conscientes de que los impactos adversos derivados de los cambios en el entorno externo están aumentando”. Esta declaración pone de manifiesto la realidad desafiante que enfrenta el país en el contexto de un mundo en constante cambio. La economía china se ha visto afectada por una serie de desafíos desde la pandemia de COVID-19. Aunque hubo un repunte en la actividad económica tras el levantamiento de las restricciones, la recuperación ha sido desigual y ha dejado al país lidiando con una demanda del consumidor débil y presiones deflacionarias persistentes. La contracción en la actividad fabril es un claro indicio de que la recuperación deseada aún está lejos de ser una realidad.
A pesar de un crecimiento del 4,5% en la producción industrial en agosto en comparación con el año anterior, esta cifra representa una disminución con respecto al crecimiento del 5,1% registrado en julio. Este decrecimiento es preocupante, ya que la producción industrial es un pilar clave de la economía china. Asimismo, las ventas minoristas aumentaron solo un 2,1% en comparación con el mismo mes del año anterior, lo que es una reducción respecto al 2,7% que se había reportado en julio. Estas cifras sugieren que el consumo sigue siendo un área de sometimiento en la economía, lo que indica que el optimismo en torno a un consumo vigoroso post-pandemia podría estar exagerado. Otra señal preocupante es la inversión en activos fijos, que aumentó un 3,4% en el periodo de enero a agosto, pero que también representó un descenso en comparación con el aumento del 3,6% registrado en los primeros siete meses del año.
En el sector de bienes raíces, la situación es aún más alarmante, ya que la inversión ha caído un 10,2% en comparación con el año anterior. Esta disminución en la inversión inmobiliaria pone de manifiesto la lenta recuperación del sector, que históricamente ha sido motor de crecimiento en la economía china. Adicionalmente, los datos comerciales también reflejan una protesta sobre la salud de la economía. En agosto, las importaciones crecieron solo un 0,5% en comparación con el año anterior, lo que sugiere que la demanda externa para los productos chinos también está decayendo. Esta situación se agrava aún más con un Índice de Precios al Consumidor (IPC) que, aunque aumentó un 0,6% en agosto, se mostró inferior a las previsiones.
Los analistas atribuyen este aumento principalmente a un incremento en los precios de los alimentos debido a inclemencias climáticas, pero el IPC subyacente, que excluye los precios de alimentos y energía, solo creció un 0,3%, lo que marca el crecimiento más lento en más de tres años. La presión sobre los líderes chinos para implementar medidas de estímulo económico de gran escala es cada vez más evidente. Con el panorama económico debilitado, el gobierno se ha visto obligado a aumentar la inversión en la manufactura para intentar reactivar un crecimiento que se estancó durante la pandemia y que no está recuperándose al ritmo deseado. Sin embargo, las preguntas permanecen sobre la efectividad de estas iniciativas, especialmente en un entorno donde el optimismo del consumidor está disminuyendo. Los economistas advierten que una falta de acciones decisivas podría llevar a una espiral descendente en la confianza del consumidor, haciendo que la recuperación de la economía se vuelva aún más difícil.
La percepción de los consumidores es clave en este entorno, ya que su disposición a gastar se ve afectada no solo por la recuperación del empleo, sino también por la inflación y las expectativas económicas en general. En un momento en que muchos en el país están ajustando su presupuesto debido a las incertidumbres económicas, el gasto minorista se convierte en una preocupación central para los formuladores de políticas. China tiene la tarea de equilibrar la necesidad de reactivar la economía sin exacerbar las presiones inflacionarias. En este sentido, la estrategia del gobierno debe ser cuidadosamente diseñada para fomentar la confianza del consumidor y alentar el gasto, al tiempo que se combate la inflación de manera efectiva. Este equilibrio es fundamental para lograr una recuperación sostenible que beneficie tanto a los consumidores como a las empresas.
En conclusión, la economía china se enfrenta a un período de incertidumbre y desaceleración en agosto de 2024. Con datos que indican un aumento en la producción industrial y ventas minoristas más lentas, es evidente que el país necesita abordar de manera urgente los problemas subyacentes que afectan el consumo y la inversión. Las autoridades chinas se encuentran bajo presión no solo para reactivar el crecimiento, sino también para movilizar una respuesta efectiva que impulse la confianza del consumidor y estabilice la economía en general. A medida que avanza el año, todas las miradas estarán puestas en cómo el gobierno responderá a estos desafíos y si lograrán revitalizar el motor económico de Asia.