La menopausia es una etapa inevitable en el ciclo de vida biológico femenino que marca el fin de la capacidad reproductiva. Tradicionalmente, ha sido vista como una transición natural con características tanto positivas como negativas. Muchas mujeres valoran el fin de la menstruación y el alivio de preocupaciones relacionadas con embarazos no deseados, pero también enfrentan síntomas incómodos como sofocos, cambios de humor, osteoporosis y un aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, un avance científico reciente promete cambiar radicalmente la forma en que entendemos y manejamos esta etapa: la congelación de tejido ovárico. El tejido ovárico contiene miles de óvulos en estado latente conocidos como folículos primordiales.
Mediante técnicas modernas de criopreservación, es posible extraer y congelar esta capa externa del ovario que alberga estos folículos, almacenándola a temperaturas extremadamente bajas para preservar su viabilidad. Originalmente desarrollada para mujeres con cáncer cuyos tratamientos podían dañar permanentemente su reserva ovárica, esta técnica ha evolucionado y ahora se considera para mujeres sanas que desean retrasar el inicio natural de la menopausia. En Yale School of Medicine, el doctor Kutluk Oktay ha estado a la vanguardia de esta investigación, realizando el primer trasplante exitoso de tejido ovárico congelado en 1999. Su trabajo ha abierto la puerta a una nueva posibilidad: retrasar la menopausia incluso por varias décadas o impedir su aparición, lo que podría revolucionar la salud reproductiva y general de las mujeres. Utilizando datos de cientos de procedimientos previos y estudios moleculares sobre cómo se comportan los folículos ováricos, el equipo de Oktay desarrolló un modelo matemático para predecir cuánto tiempo se podría retrasar la menopausia al implantar tejido ovárico congelado.
Este modelo considera factores esenciales como la edad en que se realiza la congelación, la cantidad de tejido extraído, y la tasa de supervivencia de los folículos tras el trasplante. La edad es uno de los aspectos más cruciales. Mujeres entre los 21 y 40 años cuentan con una mayor cantidad y calidad de óvulos, lo que implica que si se congelan tejidos en edades tempranas, la probabilidad de prolongar la función ovárica es mucho mayor. El modelo sugiere que para mujeres menores de 30 años, esta técnica podría incluso evitar completamente la menopausia. A medida que aumenta la edad, especialmente más allá de los 40 años, la efectividad disminuye debido a la reducción natural en la cantidad y calidad de folículos.
El proceso quirúrgico es relativamente sencillo y mínimamente invasivo. El cirujano extrae laparoscópicamente la capa externa del ovario, que luego se enfría y almacena en condiciones que alcanzan hasta los 320 grados Fahrenheit bajo cero. Cuando la mujer decide reimplantar este tejido, se utiliza un procedimiento que puede realizarse bajo sedación intravenosa en el que el tejido se coloca bajo la piel en un lugar próximo a su vascularización natural. Tras algunos días, el tejido restablece sus conexiones sanguíneas y comienza a funcionar, reanudando la producción hormonal y liberación de óvulos en unos tres meses. Un desafío importante que se ha enfrentado es la sobrevivencia de los folículos después del trasplante.
Estudios en modelos animales demostraron que hasta el 60% de estos folículos mueren durante la fase de cicatrización. Sin embargo, con avances técnicos que aumentan la eficiencia de la cirugía y las condiciones de tejido, Oktay y su equipo confían en que algún día se podrá alcanzar una tasa de sobrevivencia cercana al 100%. Esto haría que la técnica sea aún más efectiva para preservar la función ovárica. Además, el modelo matemático revela que realizar múltiples procedimientos, en los que se trasplanta porciones del tejido ovárico en varias etapas, podría extender la duración del retraso menopáusico. Esta estrategia no solo aprovecha mejor la viabilidad de los folículos sino que reduce la necesidad de extraer grandes cantidades de tejido en una sola intervención, minimizando el riesgo de inducir una menopausia prematura por reducción excesiva de la reserva ovárica.
Más allá de la extensión de la fertilidad, retrasar la menopausia puede traducirse en una serie de beneficios para la salud. Estudios epidemiológicos apuntan que las mujeres que experimentan la menopausia de forma natural a una edad tardía tienden a vivir más y presentan menos incidencias de enfermedades como el infarto cardíaco, la osteoporosis, la demencia, la depresión y ciertas enfermedades oculares. Aunque aún falta evidencia concluyente sobre si el retraso inducido médicamente genera exactamente estos mismos beneficios, la hipótesis de Oktay es que mantener la producción natural de estrógenos y otras hormonas ováricas por más tiempo podría mejorar la calidad de vida y prevenir diversas condiciones crónicas relacionadas con el déficit hormonal. Por otro lado, la congelación y posterior trasplante de tejido ovárico ofrecen una alternativa atractiva para mujeres que postergan la maternidad por motivos profesionales, sociales o personales. En la actualidad, muchas enfrentan limitaciones debido al declive natural en la fertilidad que comienza alrededor de los 30 años.
Gracias a esta técnica, no solo se podría preservar la fertilidad sino también mantener un equilibrio hormonal que impulse el bienestar general. Los expertos coinciden en que, a pesar del entusiasmo por esta tecnología, es necesario continuar realizando investigaciones a largo plazo para evaluar todos los beneficios, riesgos potenciales y resultados. Por ejemplo, es fundamental comprender si este procedimiento puede aplicarse de manera segura en una amplia gama de mujeres y cómo puede impactar en la salud a lo largo del tiempo. Este avance representa un cambio de paradigma en la medicina reproductiva y la endocrinología femenina. La menopausia, siempre vista como un acontecimiento biológico ineludible, ahora podría llegar a ser modulada, ofreciendo a las mujeres la posibilidad de elegir cuándo enfrentarse a esta etapa.
Esto contribuye a un mayor control sobre su cuerpo, salud y decisiones reproductivas. En suma, la congelación de tejido ovárico emerge como una innovación que no solo abre puertas en la preservación de la fertilidad, sino también en la prevención o postergación considerable de la menopausia. Aunque falta tiempo para la implementación masiva y la confirmación de todos sus beneficios, el trabajo pionero en instituciones como la Universidad de Yale ofrece un futuro prometedor para la salud femenina. La posibilidad de adecuar la biología reproductiva a los deseos y necesidades individuales de cada mujer puede cambiar radicalmente el panorama de la maternidad, la menopausia y el envejecimiento saludable.