Las enfermedades cardíacas constituyen una de las principales causas de muerte a nivel mundial, afectando a millones de personas cada año. Sin embargo, investigaciones recientes han puesto de relieve un factor ambiental menos conocido pero significativo que contribuye al riesgo cardiovascular: la exposición diaria a ciertos químicos empleados en la fabricación de plásticos. Estas sustancias, específicamente un tipo de ftalato conocido como di-2-etilhexil ftalato (DEHP), podrían ser responsables de cientos de miles de muertes asociadas a afecciones del corazón, según un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Nueva York (NYU Langone Health). Este hallazgo recalca la importancia de examinar con mayor detenimiento el impacto de contaminantes químicos en la salud pública mundial, y la urgente necesidad de implementar medidas para reducir la exposición a estos compuestos tóxicos. Los ftalatos son un grupo de químicos utilizados para hacer que los plásticos sean más flexibles y duraderos.
Se encuentran en una amplia variedad de productos cotidianos, desde envases de alimentos y utensilios médicos hasta cosméticos, detergentes y repelentes de insectos. Debido a su ubicuidad, gran parte de la población mundial está expuesta a estas sustancias, ya sea por contacto directo, ingestión o inhalación. En particular, el DEHP es uno de los ftalatos más comunes y estudiados debido a su potencia para afectar la salud humana. El mecanismo mediante el cual el DEHP y otros ftalatos impactan el corazón está relacionado con la inflamación crónica de las arterias coronarias. Cuando el cuerpo está expuesto a estos químicos, pueden desencadenar una respuesta inmunitaria excesiva que conduce a la inflamación, un factor clave en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares como ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
Esta inflamación persistente daña las paredes arteriales, favorece la formación de placas y dificulta el flujo sanguíneo, aumentando así el riesgo de eventos fatales. El estudio publicado en la revista eBioMedicine ha estimado que en 2018, la exposición al DEHP contribuyó a aproximadamente 368,764 muertes por enfermedades cardíacas en todo el mundo en personas entre 55 y 64 años. Esta cifra representa más del 10% de todas las muertes por enfermedades cardíacas en ese grupo etario durante ese año. Estos datos son alarmantes, pues sugieren que la contaminación química y la industrialización tienen un impacto mucho mayor en la salud cardiovascular de lo que se había reconocido previamente. Geográficamente, el análisis destacó que Asia y África son las regiones más afectadas.
En particular, la India encabezó el número de muertes atribuibles a la exposición al DEHP, con casi 40,000 fallecimientos, seguida de países como Pakistán y Egipto. Este patrón se atribuye en parte al rápido crecimiento industrial y la producción masiva de plásticos en esos lugares, sumado a regulaciones menos estrictas sobre el manejo y uso de compuestos tóxicos. En contraste, regiones con mayores controles ambientales y políticas más robustas mostraron menores tasas de mortalidad relacionada con estos químicos. Este desequilibrio geográfico refleja una tendencia preocupante: las poblaciones más vulnerables y menos equipadas para controlar la contaminación química son las que sufren las consecuencias más severas. La brecha en la regulación y la limitada concienciación en algunos países en desarrollo agravan aún más el problema, ampliando las disparidades en salud en todo el mundo.
El costo económico derivado de estas muertes también es considerable. Los investigadores calcularon que la carga financiera global asociada podría oscilar entre 510 mil millones y 3.74 billones de dólares. Estos costos incluyen gastos médicos directos, pérdida de productividad y el impacto en las familias y comunidades afectadas. Por lo tanto, la afectación financiera es otro claro indicador de que la contaminación química es más que un problema ambiental; es un desafío sanitario y económico que demanda acción inmediata.
Los ftalatos no solo están vinculados a enfermedades cardíacas. Estudios anteriores han asociado esta familia de químicos con una variedad de problemas de salud, incluyendo obesidad, diabetes, trastornos reproductivos, cáncer y complicaciones en el embarazo como los partos prematuros. La capacidad de estos compuestos para actuar como disruptores endocrinos, interfiriendo con las hormonas del cuerpo, explica en parte su amplio espectro de efectos nocivos. El estudio de NYU Langone Health representa un avance importante porque realiza una estimación global del impacto cardiovascular derivado específicamente de la exposición al DEHP. Anteriormente, la investigación se había enfocado mayormente en regiones específicas, como los Estados Unidos, donde se habían vinculado ftalatos a más de 50,000 muertes prematuras anuales relacionadas con enfermedades cardíacas en adultos mayores.
Esta nueva perspectiva global permite reconocer la dimensión internacional del problema y la urgencia de establecer políticas transnacionales para su control. Asimismo, los autores del estudio recalcan que la cifra de muertes relacionadas con ftalatos probablemente sea aún mayor. Su análisis se concentró en una sola sustancia química y en un rango etario específico, por lo que no consideró el impacto combinado de otros ftalatos ni la mortalidad en otros grupos de edad. Esto indica que los ftalatos podrían estar contribuyendo a un porcentaje aún más elevado de muertes cardiacas, además de otros tipos de enfermedades. Frente a estos datos, expertos en salud pública y medio ambiente enfatizan la necesidad urgente de regular la producción y el uso de ftalatos alrededor del mundo, especialmente en países en desarrollo donde la rápida industrialización no va acompañada de leyes ambientales estrictas.
También es vital fomentar la investigación para desarrollar alternativas más seguras a estos químicos en la industria del plástico y optimizar las políticas de monitoreo y reducción de la exposición en la población general. Los consumidores también pueden tomar medidas para reducir su exposición personal a ftalatos, aunque la solución definitiva requiere cambios estructurales a nivel industrial e institucional. Algunas recomendaciones incluyen evitar productos con altos niveles de plástico blando, preferir envases de vidrio o acero inoxidable para alimentos y bebidas, minimizar el uso de cosméticos y productos de cuidado personal que contengan ftalatos, y promover estilos de vida con menor dependencia de artículos plásticos innecesarios. Además, la creciente conciencia sobre los impactos ambientales y sanitarios de los plásticos ha impulsado movimientos globales en pro de la reducción del consumo de plástico de un solo uso y la promoción del reciclaje. Sin embargo, los desafíos persisten debido a la complejidad de la contaminación química y la falta de regulaciones homogéneas en todo el planeta.