En el corazón de Bahía, uno de los estados brasileños con mayor potencial agrícola, se está gestando una revolución en el mundo del cacao que podría cambiar para siempre el mapa global de esta preciada semilla. Moises Schmidt, un agricultor visionario, está liderando un proyecto sin precedentes: la creación de la finca de cacao más grande del mundo, con una extensión superior a la de la isla de Manhattan. Esta iniciativa no solo busca aumentar la producción, sino transformar radicalmente la forma en que se cultiva el cacao a nivel industrial, consolidando a Brasil como una potencia emergente en este rubro. El contexto internacional ha colocado a Brasil en una posición privilegiada frente a los desafíos que enfrenta la producción mundial de cacao. Tradicionalmente, la mayor parte del cacao se produce en África occidental, con Costa de Marfil y Ghana como principales protagonistas, concentrando más del 60% de la producción global.
Sin embargo, estos países atraviesan una etapa crítica marcada por enfermedades vegetales como el hongo de la roya, cambios climáticos adversos y envejecimiento de las plantaciones, factores que han provocado una caída sostenida en su producción en los últimos años. Este escenario de crisis presenta una oportunidad significativa para Brasil. Aunque es el lugar de origen del árbol del cacao, su producción actual apenas alcanza una quinta parte de la de Ghana. Schmidt, consciente de esta brecha, apostó desde 2019 por un ambicioso plan de 300 millones de dólares enfocado en una agricultura de alta tecnología y productividad en la región de Riachao das Neves, en Bahía. Su finca planeada de 10,000 hectáreas romperá con los esquemas tradicionales al implementar modelos comparables a los usados en cultivos de soja y maíz, con sistemas de riego mecanizado, fertilización optimizada y aplicación controlada de pesticidas.
La clave del éxito de Schmidt radica en la densidad de árboles por hectárea. Mientras que las plantaciones convencionales cuentan con aproximadamente 300 árboles por hectárea, en esta granja innovadora se plantan 1,600, una concentración que incrementa notablemente los rendimientos. Los resultados iniciales en las primeras 400 hectáreas del proyecto son prometedores, alcanzando producciones de alrededor de 3,000 kilos por hectárea, cifras que superan por mucho el promedio nacional y que se acercan a multiplicar por ocho la productividad de Costa de Marfil. La producción mejorada se complementa con una selección genética rigurosa y un programa detallado de producción de plantines, a cargo de BioBrasil, una empresa hija de Schmidt Agricola. Este vivero utiliza maquinaria avanzada europea para generar hasta 10 millones de plántulas al año, con material vegetal cuidadosamente obtenido mediante selección positiva de árboles altamente productivos.
A diferencia de las plantaciones tradicionales que se asocian a áreas sombreadas, el proyecto de Schmidt apuesta por cultivos a pleno sol, aprovechando la topografía plana y el clima estable de la región, que aportan condiciones ideales para el desarrollo del cacao bajo estas nuevas técnicas. Esta metodología facilita la mecanización y el control de los procesos agrícolas, aumentando la eficiencia. El retorno de la gran industria y los grandes compradores ya es palpable. Empresas líderes como Cargill participan en la primera fase y mantienen negociaciones para ampliar su involucramiento, asegurando cadenas de suministro estables en un mercado donde los precios del cacao han experimentado volatilidad extrema. En 2024, los precios llegaron a triplicarse, alcanzando un récord histórico de más de $12,900 dólares por tonelada, generando un incentivo económico para invertir en producción intensiva.
Otros gigantes del chocolate, como Barry Callebaut y Mars, también han manifestado su interés. Barry Callebaut participa en acuerdos con otros productores brasileños mediante su iniciativa Future Farming Initiative, que busca potenciar la agricultura tecnológica en el cacao y diversificar regiones productoras para mitigar riesgos climáticos y sanitarios. Mars, por su parte, cuenta con un campo experimental cercano a la finca de Schmidt, demostrando la apuesta corporativa por la zona de Bahía. Sin embargo, no todo es optimismo en este panorama. Algunos especialistas advierten sobre los riesgos inherentes a prácticas de monocultivo a gran escala, donde la dependencia de clones idénticos puede incrementar la vulnerabilidad a enfermedades y plagas.
Un ejemplo histórico lo brinda la crisis generada en Brasil durante los años 80 por el hongo de la "Escoba de Bruja", que afectó gravemente la producción nacional. La científica Karina Peres Gramacho, especializada en patología vegetal, sugiere que la incorporación de híbridos regionales, que combinen diferentes genotipos, puede ser fundamental para garantizar la resiliencia de estas enormes plantaciones. Asimismo, existen dudas sobre la calidad sensorial de los granos cultivados a pleno sol, dado que el cacao tradicionalmente cultivado bajo sombra suele ser valorado por su sabor más complejo y fino. No obstante, estudios preliminares realizados por el Centro de Innovación del Cacao de Brasil y análisis de empresas como Mars han mostrado que, con un manejo postcosecha adecuado, el cacao a pleno sol alcanza calidades comparables. El impacto económico y social de este desarrollo también es relevante.
La agricultura a gran escala tendrá una demanda importante de profesionales capacitados y puede incentivar el desarrollo de infraestructuras logísticas y tecnológicas en una región con gran potencial. Además, si el proyecto cumple con las expectativas, Brasil podrá reducir su dependencia de importaciones, fortalecer su balanza comercial y crear empleos de calidad relacionados con la cadena productiva del cacao y el chocolate. En términos de sostenibilidad, aunque la concentración de cultivos plantea desafíos, la implementación de sistemas de riego eficientes y la gestión adecuada de insumos pueden minimizar el impacto ambiental. La mayor productividad por hectárea significa maximizar la producción sin necesidad de ampliar extensiones de tierra, preservando así zonas de biodiversidad. En los próximos años, la evolución de este megaproyecto será crucial para entender si Brasil puede recuperar su lugar histórico en la producción mundial de cacao y cómo este modelo puede aplicarse a otras regiones del país o incluso inspirar proyectos similares en el extranjero.
La combinación de innovación tecnológica, genética avanzada, compromiso de grandes empresas y condiciones naturales favorables parece ser una fórmula prometedora para una industria que busca superar retos globales con soluciones audaces. Sindica que la historia del cacao en Brasil está experimentando un renacimiento, impulsado por una visión empresarial que enfrenta los desafíos con ciencia, tecnología y pasión por el fruto que ha marcado la identidad agrícola del país. Con el liderazgo de figuras como Moises Schmidt y el respaldo de socios estratégicos internacionales, el gigante sudamericano tiene la oportunidad no solo de aumentar su producción y competir en el mercado global, sino de revolucionar un sector clave para el mundo entero, llevando el cacao brasileño a una nueva era de prosperidad y reconocimiento.