La aspiración de ser propietario de una vivienda se está volviendo cada vez más inalcanzable para un amplio sector de la población estadounidense debido a dos factores predominantes: el aumento persistente de los precios de las casas y las tasas hipotecarias elevadas. Estos factores combinados están creando una brecha cada vez mayor entre lo que los compradores pueden permitirse y el costo real de obtener una vivienda, impactando directamente en la posibilidad de alcanzar la estabilidad financiera y el sueño americano de la propiedad. En un contexto donde el precio medio de una vivienda en abril de 2025 rondaba los 431,250 dólares, se estima que un comprador necesita un ingreso anual de al menos 114,000 dólares para costear una casa bajo condiciones convencionales de financiamiento. Esto refleja un aumento de aproximadamente 47,000 dólares en el ingreso necesario en comparación con hace tan solo seis años, cuando el precio medio de una vivienda era considerablemente menor y las tasas hipotecarias rondaban el 4.1%.
En contraste, las tasas actuales en 2025 están alrededor del 6.76%, lo que eleva sustancialmente el costo mensual de las hipotecas y, por tanto, dificulta el acceso a la propiedad. La regla general indica que los costos de vivienda no deben superar el 30% del ingreso bruto mensual del comprador, una barrera difícil de sortear en la actualidad para aquellos cuyas ganancias se ubican cerca o por debajo del ingreso promedio nacional, que en 2023 se estimó en unos 80,600 dólares anuales. En ciertas áreas metropolitanas, que históricamente han tenido precios inmobiliarios elevados, la situación es aún más crítica. Ciudades como San Francisco, Los Ángeles, Nueva York y Boston exigen ingresos anuales superiores a los 200,000 dólares para permitir la compra de una casa promedio, con San José encabezando la lista con necesidades de ingresos que superan los 370,000 dólares.
Durante la pandemia, el mercado inmobiliario experimentó un auge gracias a tasas hipotecarias históricamente bajas que incentivaron una demanda masiva y generaron guerras de ofertas. Los precios se dispararon más del 50% entre 2019 y 2024, elevando considerablemente el valor de las viviendas. Sin embargo, la contracción en la actividad del mercado se ha notado desde 2022, cuando las tasas comenzaron a aumentar, reduciendo la capacidad de compra y resultando en una caída sostenida en las ventas de viviendas usadas, alcanzando su nivel más bajo en casi 30 años. A pesar de esta perspectiva complicada, no todas las señales son negativas para los compradores potenciales. El ritmo de aumento en los precios de las casas ha perdido fuerza en comparación con el frenesí del mercado pandémico.
En marzo, el precio medio de venta de una vivienda usada aumentó solo un 2.7% respecto al año anterior, marcando el incremento anual más bajo desde agosto de ese mismo año. Además, en abril, el precio medio de las viviendas listadas a la venta apenas subió un 0.3% en comparación con el año anterior, lo que sugiere una estabilización relativa del mercado. Por otra parte, la oferta de propiedades disponibles ha crecido significativamente, con un aumento del 30.
6% en el número de viviendas activas en el mercado durante el último año. Ciudades como San Diego, San José y Washington D.C. han experimentado incrementos aún más pronunciados en el inventario, alrededor del 67 al 70%. Esta mayor disponibilidad brinda a los compradores con capacidad financiera para asumir las tasas hipotecarias actuales una gama más amplia de opciones para elegir, atenuando en alguna medida la presión que representa el mercado actual.
Resulta fundamental entender que el acceso a la vivienda depende estrechamente de variables macroeconómicas y políticas financieras. El aumento de las tasas hipotecarias responde en gran medida a las medidas adoptadas por la Reserva Federal para controlar la inflación, una circunstancia que mientras es positiva para la estabilidad económica general, tiene repercusiones negativas en la disponibilidad de financiamiento barato para los compradores de vivienda. De cara al futuro, expertos en vivienda y economía plantean que, si bien es improbable que las tasas hipotecarias vuelvan a los niveles históricamente bajos de la pandemia, se podrían observar estabilizaciones o ligeras reducciones a medida que la economía se adapte. Sin embargo, el precio promedio de las viviendas probablemente continuará siendo elevado, dado el incremento en los costos de construcción, escasez de terrenos y otros factores estructurales. Esta situación implica un desafío considerable para quienes aspiran a comprar vivienda, especialmente para los jóvenes y las familias de ingresos medios y bajos.