Título: Trump y la Reescritura de la Historia Económica: Un Viaje a la Nostalgia En el panorama político estadounidense, pocas figuras han sido tan polarizadoras como Donald Trump. Desde que asumió la presidencia en 2017 hasta su salida en 2021, Trump ha dado forma a un discurso que desafía tanto a la realidad como a las narrativas tradicionales. Uno de los temas recurrentes en su retórica, especialmente en su reciente regreso a la escena política, es su perspectiva revisada sobre la economía estadounidense. Este enfoque no solo busca reescribir la historia de su gestión, sino que también intenta cimentar su legado en la memoria colectiva de los votantes. Desde la covid-19 hasta la inflación que ha golpeado a la economía mundial, Trump ha tomado la decisión estratégica de enmarcar su presidencia como un período de prosperidad económica.
Durante sus discursos y apariciones públicas más recientes, se ha presentado como el motor que impulsó el crecimiento económico, a pesar de las cifras que sugieren lo contrario. En este contexto, Trump no solo desafía los hechos, sino que parece lanzar un guiño nostálgico a aquellos que creen en la America First, la política que prometía la recuperación de la grandeza perdida de Estados Unidos. Uno de los aspectos más interesantes de esta revisión histórica es cómo Trump ha distorsionado indicadores económicos para pintar un cuadro más favorable de su gestión. A menudo, hace hincapié en los niveles de desempleo, afirmando que alcanzaron sus mínimos históricos bajo su administración. Sin embargo, los economistas insisten en que muchos de estos logros fueron impulsados por tendencias económicas que se iniciaron antes de su mandato.
En paralelo, la misma pandemia que Trump argumenta que afectó negativamente a la economía, también se ha utilizado como justificación para desviar culpas por los problemas económicos que hoy enfrenta el país. Un elemento central en su narrativa económica revisada es el enfoque en la política fiscal de recortes impositivos que implementó en 2017. Con el argumento de que estos recortes estimularían el crecimiento, Trump ha tejido un relato sobre cómo su administración devolvió el poder a las pequeñas empresas y a la clase media. No obstante, analistas fiscales han cuestionado los beneficios a largo plazo de tales medidas, argumentando que, aunque generaron un aumento temporal en el consumo, contribuyeron también a un déficit fiscal que ahora es difícil de manejar. En este prisma, Trump se erige como un salvador de la economía, olvidando las implicaciones reales que sus políticas han tenido en la deuda nacional.
Además, la reescritura de la historia económica de Trump tiene un giro inquietante, donde el presidente hace hincapié en el uso de la guerra comercial, especialmente con China, como un elemento fundamental para la protección de empleo en EE.UU. Presenta sus decisiones como medidas audaces que defendieron la industria nacional, cuando la realidad es que estos aranceles han llevado a un incremento en los precios de los productos para los consumidores y a tensiones que, a largo plazo, podrían ser perjudiciales para la economía estadounidense. Pero el revisionismo de Trump no termina ahí. Con su habilidad característica para atraer audiencias, ha comenzado a viralizar historias de éxito personal y empresarial que pretenden ejemplificar sus éxitos en la vida real.
Publicidad de su tiempo como magnate inmobiliario, aunque muchas de estas historias están sublimadas de la complejidad de sus fracasos empresariales, son utilizadas como palancas para fomentar una imagen de inequívoco éxito. En su mundo, las quiebras y los contratiempos son cuestionados como invenciones de sus oponentes políticos. Su enfoque economicista también se ha avivado en el contexto de las elecciones de 2024. Con un partido republicano que sigue dividido, y con nuevos candidatos emergiendo, Trump busca consolidar su base movilizando a aquellos que quizás estén buscando respuestas contundentes a sus problemas cotidianos. A él le interesa que su mensaje calé en los corazones de los votantes que sienten que han sido despojados de sus oportunidades, utilizando una economía que, en su versión, les promete un regreso a tiempos mejores.
En este camino de reescritura, la propaganda juega un papel crucial. Trump entiende el poder de los medios de comunicación y las redes sociales para difundir su versión de la verdad. A pesar de haber sido despojado de varias plataformas de redes sociales, su narrativa ha encontrado refugio en canales alternativos y en plataformas donde su base ha continuado creciendo. Así, su discurso de la economía se transforma en un mantra que resuena en las casas de quienes anhelan un retorno a lo que perciben como una “época dorada” de prosperidad. Sin embargo, como es lógico, el éxito de este esfuerzo de reescritura dependerá de su capacidad para convencer a un electorado que también ha enfrentado realidades dolorosas, como la inflación y la incertidumbre económica.
Los votantes, hoy en día más informados que nunca, podrían no aceptar fácilmente la narrativa de un ex presidente que quiere hacer de su tiempo en el cargo un éxito indiscutible, a pesar de los retos económicos que persisten. Por último, el legado de Trump en la economía estadounidense se verá marcado por la polarización, las tensiones sociales y las profundas divisiones políticas que han caracterizado estos últimos años. Mientras él trata de sellar su narrativa revisada, los economistas y analistas continuarán desafiando sus afirmaciones, ofreciendo datos y hechos que contrastan con su imagen idealizada. Como hemos aprendido a lo largo de la historia, la economía no es solo cifras; es la vida diaria de millones de estadounidenses que, en medio del ruido político, buscan respuestas y soluciones concretas. En resumen, el regreso de Trump al escenario político y su enfoque revisionista sobre la economía subrayan la lucha constante entre la narrativa y la realidad.
Su capacidad para atraer a una base desilusionada y ansiosa por cambios podría catapultarlo nuevamente al poder, o bien, podría enfrentar el desengaño de un electorado que ya ha empezado a cuestionar las versiones que le presentan. En este contexto, el examen crítico de su legado económico será crucial para futuras generaciones y el rumbo de la política en Estados Unidos.