Sue Sisley es una médica cuya carrera ha estado marcada por un compromiso profundo con la salud de los veteranos estadounidenses y una incansable lucha para posibilitar la investigación médica con cannabis y drogas psicodélicas. Su historia no solo es la de una investigadora que desafía el statu quo, sino también la de una pionera que ha enfrentado barreras legales y sociales para que ciertos tratamientos alternativos puedan formar parte del arsenal terapéutico contra condiciones como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), las adicciones y el dolor crónico. Desde sus primeros años de práctica médica, Sisley atendió a veteranos que buscaban aliviar sus síntomas mediante la autoadministración de cannabis ilegalmente. Estos pacientes, a menudo considerados meros consumidores o “buscadores de drogas”, le mostraron que este enfoque, aunque no aprobado por la medicina tradicional ni las instituciones, les proporcionaba un alivio que otros medicamentos no lograban ofrecer. Su experiencia directa le permitió darse cuenta de las limitaciones del sistema médico convencional, especialmente en el tratamiento de trastornos mentales complejos.
El camino de Sisley no fue sencillo. Tras la aprobación en 1970 del Controlled Substances Act en Estados Unidos, el cannabis fue clasificado como una droga de la Lista I, junto con sustancias como la heroína, lo que significa que se consideraba sin utilidad médica aceptada y con un alto potencial de abuso. Esto cerró durante décadas cualquier posibilidad de investigación científica seria, limitando el acceso a cannabis de calidad para la comunidad investigadora. Sisley, sin embargo, decidió no quedarse de brazos cruzados. Fue una de las primeras voces en defender la legalización del cannabis para usos medicinales en Arizona en 2008, años antes de que la legislación estatal lo autorizara oficialmente.
Su lucha llamó la atención de organizaciones como la Multidisciplinary Association for Psychedelic Studies (MAPS), dedicada a promover investigaciones con sustancias psicodélicas, que la invitó a liderar un estudio sobre cannabis para el tratamiento del TEPT en veteranos. Con una financiación significativa y la aprobación de la FDA, Sisley estaba lista para realizar el primer ensayo clínico aleatorizado y controlado que evaluaría el cannabis fumado en este contexto. Pero fue despedida inesperadamente por la Universidad de Arizona, en medio de sospechas que apuntaban a presiones políticas por parte de legisladores estatales contrarios a la investigación con cannabis. No obstante, esta situación resultó ser una oportunidad, porque Sisley aprovechó la experiencia para fundar su propio instituto de investigación, lo que le dio mayor autonomía para continuar su trabajo. Uno de los grandes retos que enfrentó fue la calidad del cannabis disponible para la investigación.
En Estados Unidos, la Universidad de Mississippi era la única entidad autorizada por el gobierno para proveer cannabis para ensayos humanos, pero el material que recibía su equipo era de muy mala calidad, con cannabis pulverizado y contaminado, muy diferente del que se vende en dispensarios. Esta situación afectó los resultados, ya que aunque hubo mejorías en los participantes, no fueron estadísticamente significativas. La lucha de Sisley alcanzó un nuevo nivel cuando decidió demandar a la Agencia de Control de Drogas (DEA) debido a la demora injustificada de más de dos años en procesar su solicitud para cultivar cannabis con fines de investigación. Esta acción legal reveló que el control de la cadena de suministro federal estaba centralizado únicamente en la Universidad de Mississippi, lo que violaba acuerdos internacionales y limitaba el acceso a cannabis de calidad para investigación. La presión legal forzó a la DEA a cambiar sus políticas, permitiendo que más investigadores pudieran obtener licencias para cultivar cannabis médico.
Este precedente es histórico, pues abrió las puertas para que la ciencia de cannabis avanzado logre un salto cualativo, posibilitando que los estudios utilicen el mismo tipo de cannabis que los pacientes consumen en el mundo real, algo fundamental para validar sus efectos terapéuticos. Además del cannabis, Sisley amplió su horizonte hacia el estudio de los psicodélicos, particularmente el psilocibina, sustancia presente en ciertas especies de hongos con propiedades psicoactivas. Ella reconoce que la investigación convencional se ha centrado en versiones sintéticas por su precisión en la dosificación, la cual agrada tanto a la FDA como a la industria farmacéutica. Sin embargo, Sisley apuesta por un enfoque con productos naturales completos, estudiando todo el hongo para evaluar si sus múltiples compuestos químicos suman un efecto terapéutico mayor y más accesible en costos. Para poder avanzar en esta línea, su equipo ha desarrollado un innovador protocolo para la administración de psilocibina según estándares FDA, utilizando chocolates como vehículo para enmascarar el sabor desagradable del hongo y estabilizar la sustancia activa.
Este desarrollo ha generado interés mundial, con investigadores que solicitan acceso a materiales estandarizados y legalmente aprobados para sus estudios. Sisley también es una defensora visible ante organismos gubernamentales y en eventos públicos, con su inseparable perro guía Dodger a su lado, para comunicar los bloqueos que enfrenta la ciencia alrededor del cannabis y los psicodélicos. Su compromiso ha inspirado a abogados, científicos y activistas que encuentran en ella una voz creíble, altruista y valiente. Su historia es también un testimonio humano. Desde niña, tuvo que superar una discapacidad visual que no impidió que se convirtiera en médica.
Su experiencia personal agrega valor a su empeño, demostrando que con determinación y apoyo es posible derribar barreras tanto físicas como sociales. Actualmente, además de la investigación con veteranos, Sisley trabaja con personas en cuidados paliativos, motivada por la experiencia dolorosa de perder a su padre por cáncer y observar cómo su madre alivió su ansiedad mediante microdosis de psilocibina y LSD. Ella plantea que estos psicodélicos pueden ofrecer una oportunidad para mejorar la calidad del final de la vida, reduciendo el sufrimiento existencial y físico. Este enfoque integral, que combina la ciencia rigurosa con una profunda empatía por las personas, posiciona a Sue Sisley como una pionera en un campo que, tras décadas de estigma, comienza a mostrar su potencial para transformar la medicina y el cuidado de enfermedades complejas y muy prevalentes. El futuro de la investigación con cannabis y psicodélicos todavía se enfrenta a desafíos regulatorios y sociales, pero gracias a la valentía de investigadores como Sisley, cada vez hay más evidencia y apertura para explorar estos compuestos con rigor y humanidad.
Su legado ya está marcando un antes y un después, sentando las bases para tratamientos innovadores que podrían mejorar vidas y aliviar un sufrimiento que hasta ahora ha sido ignorado o mal entendido.