En las calles concurridas y llenas de vida de Katmandú, capital de Nepal, una historia silenciosa y profunda se desarrolla cada viernes desde hace dos años en una escuela pública. Allí, un grupo de estudiantes, cuyas familias enfrentan graves dificultades económicas, asiste con lápices tan cortos que apenas caben en sus manos pequeñas. Estos lápices, desgastados hasta lo mínimo, se han convertido en un símbolo humano y tangible de la lucha y la esperanza que representa para estas nuevas generaciones la oportunidad de aprender inglés. Más que una materia más en el currículo escolar, el idioma inglés se ha convertido en una herramienta vital para estos alumnos, quienes en su mayoría son estudiantes de primera generación en sus familias. Los estudiantes de primera generación, en este contexto, no son solo aquellos cuyos padres no han completado una carrera universitaria, como es común en otros lugares del mundo.
En Nepal, la definición cobra mayor intensidad, ya que la mayoría de sus padres ni siquiera completaron la escuela secundaria o, en algunos casos, ni siquiera asistieron a la escuela. Esta situación refleja las profundas desigualdades y barreras educativas que persisten en zonas rurales y urbanas marginales del país. Aun así, estas familias hacen sacrificios enormes para enviar a sus hijos a la escuela, conscientes de que la educación puede ser la llave para un futuro mejor. El maestro, que también es un estudiante de primera generación, comparte una conexión emocional profunda con sus alumnos. Entiende que la fluidez en inglés aún no es una realidad inmediata, pero valora más el esfuerzo constante y la voluntad de los jóvenes.
Esta perspectiva realista y humana es fundamental para crear un ambiente de aprendizaje donde el miedo al error desaparece y en su lugar se instala la curiosidad y la motivación. El proceso de aprender inglés aquí es mucho más que memorizar vocabulario o reglas gramaticales; se trata de construir confianza y fomentar la creatividad. Las limitaciones materiales son evidentes. Más allá de la educación gratuita que ofrece el gobierno, los costos adicionales de los materiales escolares como lápices, borradores y cuadernos son un peso significativo para las familias. La imagen recurrente de estudiantes con lápices diminutos, gastados hasta el extremo, es un recordatorio visual del compromiso y la perseverancia de estos niños.
Sin importar las condiciones, ellos llegan a clase día tras día, listos para aprender y para jugar, demostrando una tenacidad admirable que ningún déficit económico puede apagar. La enseñanza del inglés en este entorno se adapta constantemente a las necesidades y energías cambiantes de los estudiantes. El maestro evita un enfoque rígido y tradicional, optando por variedad de juegos y actividades lúdicas que despiertan el entusiasmo y hacen que el aprendizaje sea más llevadero. Juegos como las mímicas o charadas han demostrado ser especialmente efectivos para incentivar la participación oral y la práctica del vocabulario de manera natural. La evolución desde tímidos murmullos hasta oraciones completas mientras actúan demuestra cómo el juego facilita la adquisición del idioma.
Otro recurso muy valioso ha sido la utilización de rimas y canciones infantiles. Estos elementos, además de facilitar la memorización y la repetición, despiertan alegría y espontaneidad entre los alumnos, incluso en los más callados. Canciones como "Cinco patitos" se han convertido en favoritas dentro del aula, en donde los niños cantan y representan las historias con entusiasmo contagioso. Estas actividades no solo promueven el aprendizaje, sino que también fortalecen el sentido de comunidad y pertenencia, vital para el desarrollo social y emocional de los estudiantes. Aunque la enseñanza a través del drama puede ser un poco caótica, ya que todos los estudiantes quieren participar y actuar al mismo tiempo, este método es otra estrategia valiosa porque emula situaciones reales y les permite practicar el inglés en contextos significativos.
La dificultad de manejar grupos numerosos no ha impedido que se mantenga una dinámica flexible que prioriza el interés y las ganas de los niños. El aprendizaje del inglés en este entorno debe verse como un camino de constante construcción. Algunos estudiantes pueden ya presentarse con cierta claridad, mientras que otros continúan familiarizándose con conceptos básicos como el sujeto, verbo y objeto. Esta disparidad es natural y se aborda con paciencia, dado que el objetivo final no es solo la fluidez, sino más bien el desarrollo gradual y sostenido de habilidades lingüísticas. Desde la perspectiva del maestro, la pregunta sobre si los estudiantes pueden hablar inglés con fluidez aún no tiene una respuesta afirmativa.
Sin embargo, este detalle no disminuye la importancia del progreso logrado ni la esperanza depositada en cada clase. Más allá del nivel de competencia lingüística, lo que realmente importa es la disposición de los estudiantes para presentarse cada día con los lápices más cortos que uno pueda imaginar, y con la valentía de intentarlo una y otra vez. Esta experiencia en Katmandú resalta cómo la educación, especialmente la enseñanza de un idioma global como el inglés, puede ser un motor de cambio en contextos de gran vulnerabilidad. La historia de estos estudiantes y su maestro es un testimonio vivo de la resiliencia humana, la perseverancia y la transformación que puede surgir cuando la educación se adapta a las realidades de la comunidad. Además, la importancia del inglés trasciende el aula.