El reciente debate sobre la implementación de un impuesto a las ganancias de capital no realizadas propuesto por la vicepresidenta Kamala Harris ha generado una gran controversia en el ámbito financiero. Este plan busca imponer un impuesto del 25% a individuos con un patrimonio neto superior a los 100 millones de dólares, lo cual podría afectar a un pequeño grupo de aproximadamente 10,000 personas en Estados Unidos, un país que alberga el 37% de los millonarios del mundo. Sin embargo, a medida que se desarrolla esta propuesta, surgen preocupaciones reales sobre sus implicaciones para los inversores y la economía en general. A continuación, se presentan cuatro razones por las cuales este impuesto podría perjudicar sus inversiones. En primer lugar, la dificultad de determinar el patrimonio neto plantea una serie de interrogantes complejas.
¿Cómo se medirá el patrimonio neto? ¿Incluye colecciones de bienes como vinos, vehículos de lujo o propiedades personales? La falta de claridad sobre qué se considera parte del patrimonio neto puede generar confusión y posible inequidad en la aplicación del impuesto. Es fundamental que haya una definición clara y consensuada, pero lograrlo es una tarea monumental. Algunos profesionales financieros consideran que deberían incluirse los activos personales en el cálculo, mientras que otros abogan por limitarse a aquellos con un valor de mercado identificable, como inversiones en bolsa o bienes raíces. Además, el IRS y los legisladores necesitarían crear un listado exhaustivo de todos los activos que se incluirían en el cálculo del patrimonio neto, lo que a su vez requeriría que alguien verifique todas estas estimaciones individuales. Todo este proceso podría acabar siendo muy subjetivo y abrir la puerta a posibles abusos.
Tal como señala Stephen Kates, CFP y analista financiero principal en RetireGuide.com, “Uno de los mayores desafíos al gravar las ganancias no realizadas es valorar las inversiones ilíquidas o privadas”. Esto se debe a que estas inversiones pueden fluctuar drásticamente dependiendo de las condiciones del mercado y no siempre cuentan con comparaciones directas que ofrezcan figuras de precios claras. En segundo lugar, la naturaleza volátil de las inversiones podría llevar a situaciones en las que los individuos se encuentren obligados a pagar un impuesto alto basado en evaluaciones fluctuantes. La idea de que alguien tenga que realizar un pago de impuestos significativo en función de una valoración que puede no ser precisa crea un ambiente de inestabilidad y estrés financiero.
Para muchos, las grandes fortunas están atadas a activos que, aunque valiosos, no siempre se convierten en liquidez inmediata. “La mayoría de las personas, incluidos los muy ricos, no tienen grandes cantidades de efectivo para enviar al IRS basándose en cambios en su riqueza papel”, explica Kates. Esto podría forzar a algunos inversores a vender activos en momentos desfavorables del mercado, perjudicando sus posiciones y su rendimiento a largo plazo. La tercera razón se relaciona con el impacto que este impuesto podría tener en la inversión en nuevas empresas y en el crecimiento económico. La incertidumbre fiscal puede disuadir la inversión en start-ups y empresas emergentes, que son fundamentales para la innovación y la creación de empleo.
Los inversores tienden a ser más cautelosos cuando están preocupados por un entorno impositivo hostil. Si las ganancias no realizadas se gravan, podría haber una menor disposición a arriesgar capital en nuevos proyectos, lo que limitaría el crecimiento de la economía y el potencial de creación de empleo en sectores emergentes. Por último, el cobro de este impuesto a las ganancias no realizadas podría amplificar la desigualdad ya existente en el acceso a la información y a los recursos financieros. Los millonarios, que generalmente cuentan con un equipo de asesores y expertos en gestión de patrimonio, podrían encontrar formas más efectivas de planificar y administrar sus impuestos, dejando a los inversionistas menos experimentados en una posición desventajosa. Esto tiene el potencial de crear un fusible entre las diferencias de riqueza, donde quienes tienen menos conocimiento y acceso a recursos acaben asumiendo una carga desproporcionada.
La implementación de un impuesto a las ganancias no realizadas no es un tema simple ni directo. Con cada uno de estos puntos, es crucial recordar que la economía de un país se basa en su capacidad para fomentar el crecimiento, la innovación y la oportunidad. A medida que Harris y otros legisladores siguen impulsando su propuesta, se vuelve esencial que consideren las consecuencias a largo plazo de sus propuestas, no solo para los muy ricos, sino también para el entramado económico en general. En conclusión, aunque la propuesta de Kamala Harris busca abordar el tema de la desigualdad y la riqueza, las implicaciones de un impuesto sobre las ganancias no realizadas podrían ser desastrosas para los inversores. Desde la dificultad de definir el patrimonio neto hasta la volatilidad del mercado y los efectos sobre la inversión, es evidentemente necesario un enfoque más cuidadoso.
La creación de políticas fiscales efectivas requiere un equilibrio cuidadoso entre la equidad y la eficacia económica, algo que la propuesta actual podría no lograr. Los inversores, tanto pequeños como grandes, estarán observando de cerca el desarrollo de este tema, súbitamente consciente de que el futuro de sus inversiones puede estar en juego.