Cuando pensamos en un aeropuerto, lo primero que suele venir a la mente son las largas filas de seguridad, las reclamaciones de equipaje y las torres de control de tráfico aéreo, elementos completamente humanos y tecnológicos. Sin embargo, en el Aeropuerto Internacional de Portland (PDX) existe otro tipo de control de tráfico menos conocido pero igual de crucial: la gestión del tráfico aéreo para aves. En este contexto, profesionales como Nick Atwell, Gerente Senior de Recursos Naturales y Vida Silvestre del Puerto de Portland, desempeñan un papel vital para evitar colisiones entre aves y aeronaves, protegiendo tanto la vida silvestre como la seguridad de los vuelos. Atwell y su equipo de seis biólogos forman el equipo de vida silvestre del aeropuerto y son responsables de una tarea dinámica y constante que requiere una atención continua desde las cinco de la mañana hasta las nueve y media de la noche, todos los días del año. Su labor va mucho más allá de la simple vigilancia, incorporando un trabajo sofisticado de monitoreo, prevención y control mediante técnicas específicas que han evolucionado para adaptarse a un ambiente aeroportuario en constante movimiento.
El objetivo principal es reducir el riesgo de 'bird strikes' o impactos de aves contra aviones, un problema que en 2024 reportó 62 instancias en PDX. Estos incidentes no solo ponen en riesgo la integridad de las aeronaves, sino también la vida de los pasajeros y pilotos, además de la preservación de las aves. El aeropuerto está ubicado en un lugar estratégico entre dos grandes sistemas fluviales y sobre la Ruta Migratoria del Pacífico (Pacific Flyway), lo que hace que la presencia de aves, especialmente migratorias, sea elevada y constante. Para gestionar y mitigar estos riesgos, Atwell y su equipo utilizan una combinación de tecnología y técnicas humanas. Durante el día, emplean binoculares para detectar las aves en las inmediaciones de las pistas, pero cuando cae la noche o las condiciones climáticas deterioran la visibilidad, recurren a dispositivos de detección térmica que les permiten identificar movimientos que de otra forma pasarían desapercibidos.
Además, cuentan con herramientas específicas diseñadas para disuadir a las aves sin dañarlas. Entre estas se encuentran láseres verdes de alta potencia que funcionan como un “sable de luz” para las aves, aprovechando su sensibilidad visual en ese espectro de luz. Los pájaros perciben el haz láser como un objeto sólido y peligroso, lo que los induce a huir de las áreas de alto riesgo. También utilizan aproximadamente 30 cañones sonoros controlados por radio, distribuidos estratégicamente a lo largo de las 11,000 pies del campo aéreo. Estos dispositivos disparan gas propano comprimido en explosiones abruptas alimentadas por baterías solares, generando sonidos fuertes y repentinos diseñados para ahuyentar a las aves sin causarles daño.
Esta técnica, conocida como “hazing” o disuasión, es fundamental para mantener despejadas las áreas cercanas a las pistas de despegue y aterrizaje. Cuando las tácticas disuasorias no resultan suficientes, el equipo recurre a trampas humanitarias especialmente diseñadas para capturar aves rapaces sin lastimarlas. Estas trampas utilizan pequeñas presas vivas, como estorninos o ratones, para atraer a las aves de presa. La captura y posterior marcado, etiquetado y traslado de estas aves ayudan a reducir las interacciones peligrosas entre fauna y aviación. La translocación se realiza respetando los patrones migratorios y hábitats naturales, con desplazamientos de hasta dos o tres horas fuera del aeropuerto.
Desde 1999, el programa de reubicación ha manejado casi dos mil redtails hawks (halcones cola roja), en un esfuerzo por proteger tanto a las aves como a la operación del aeropuerto. El trabajo no termina con la simple captura o el espantado de aves. Existe un componente fundamental de gestión proactiva, que comienza con la modificación del entorno mismo del aeropuerto. El equipo selecciona cuidadosamente la vegetación, utilizando árboles con ramas verticales que dificultan que las aves perchen y especies de césped como la festuca endófita, que es poco apetecible para los gansos, una de las especies de mayor riesgo para colisiones. Los estanques de retención de aguas pluviales, que podrían atraer a aves y otros animales, están cubiertos con miles de pequeñas bolas negras flotantes.
Estas bolas ocultan visualmente el agua desde el aire y disuaden a los animales de acercarse, reduciendo así los puntos de atracción de fauna en zonas críticas del aeropuerto. Dentro de las especies de aves que el equipo considera prioritarias para la intervención están aquellas catalogadas como "aves de preocupación" debido a su frecuencia de colisión y daño potencial. Esta evaluación se realiza con base en datos locales del PDX y en la base nacional de la Administración Federal de Aviación (FAA). Para quienes se preguntan sobre la presencia de fauna no aviar, la realidad es que también existen desafíos con especies terrestres como coyotes, que pueden cruzar las pistas y afectar la operación aérea. Para contenerlos, se ha instalado una cerca perimetral enterrada a cuatro pies y con un ángulo de 45 grados para evitar que excaven y logren entrar en el campo aéreo.
La descripción del trabajo de Atwell como «dinámico» refleja la complejidad de las habilidades requeridas. Los técnicos deben mostrar una gran capacidad para la multitarea y una conciencia situacional excepcional, ya que deben escuchar simultáneamente múltiples radios, celulares y coordinarse con el control de tráfico aéreo mientras se movilizan por áreas sensibles junto a aviones. El trabajo, además, incluye un aspecto administrativo importante relacionado con la recolección y análisis de datos, esenciales para tomar decisiones informadas. Un aspecto menos visible del trabajo es la gestión de nidos y aves jóvenes. Cuando es identificada la presencia de nidos en sectores de alto riesgo, se actúa para promover el traslado de madres y polluelos a zonas más seguras.
Cuando los jóvenes no pueden volar aún o están desarrollando sus primeras habilidades, son llevados a una jaula de vuelo ubicada en la Isla Sauvie, un espacio especialmente preparado para su rehabilitación antes de ser liberados en hábitats adecuados. Nick Atwell subraya que la posibilidad de tomar contacto directo con especies como el águila calva o distintos tipos de halcones representa uno de los momentos más emocionantes de su labor. Estos momentos requieren de técnica, paciencia y equipamiento especializado, pero también de un respeto profundo hacia la fauna. La formación necesaria para estos trabajos ha evolucionado considerablemente desde que Atwell inició su carrera en 1998. Actualmente, existe una certificación específica para técnicos en gestión de vida silvestre aeroportuaria expedida por la FAA, que exige no sólo conocimientos botánicos y biológicos avanzados, sino también entrenamiento intensivo en protocolos de seguridad aérea, comunicación con controladores y manejo de los diversos equipos técnicos.
El Aeropuerto de Portland también ofrece una pasantía de verano para estudiantes interesados en entrar en esta área, ampliando así la oportunidad de formar nuevas generaciones conscientes de la importancia de la coexistencia entre vida silvestre y aviación. Este tipo de equipo especializado no está presente en todos los aeropuertos, aunque la mayoría de los grandes centros aéreos del país cuentan con algún programa o contratista dedicado a esta importante labor. Sin embargo, el nivel de compromiso y presencia constante que ofrece el equipo de Portland es un ejemplo de buena práctica y compromiso con la seguridad y la conservación. Además, el aeropuerto mantiene un compromiso con las especies protegidas, como el alcaraván barreteado (streaked horned lark), que prefiere hábitats degradados y que está catalogado como una especie en peligro. La gestión de zonas libres de vegetación, que desalienta a gansos y fomenta espacios para estas aves sensibles, es parte de un equilibrio cuidadoso que busca proteger la biodiversidad local.