En un mundo cada vez más consciente de la urgencia de encontrar soluciones energéticas sostenibles y limpias, la energía de fusión nuclear emerge como la promesa más esperanzadora. Esta fuente de energía, que imita el proceso que alimenta al sol y a las estrellas, tiene el potencial de transformar radicalmente la forma en que captamos y utilizamos la electricidad, ya que ofrece una combinación única de alta eficiencia energética y casi nulo impacto ambiental negativo. En este contexto, China está realizando una apuesta histórica y estratégica para tomar la delantera en la carrera por dominar esta tecnología revolucionaria. La fusión nuclear consiste en la unión de núcleos atómicos ligeros para formar uno más pesado, un proceso que libera cantidades enormes de energía. A diferencia de la fisión nuclear, que divide núcleos pesados y conlleva riesgos de residuos radiactivos y accidentes, la fusión es más limpia y segura.
Sin embargo, recrear las condiciones extremas necesarias para mantener una reacción de fusión estable y sostenida ha sido un desafío científico y tecnológico durante décadas. Requiere el control de plasma a temperaturas superiores a los 100 millones de grados Celsius y una precisión científica extraordinaria. En China, los avances más recientes demuestran un liderazgo ambicioso y tangible. Por ejemplo, el “Sol Artificial” o tokamak Experimental Avanzado Superconductante (EAST), ubicado en Hefei, ha logrado mantener plasma a más de 100 millones de grados durante un tiempo récord de 17 minutos. Esta hazaña no solo es un récord mundial, sino que también representa un paso firme hacia el desarrollo de reactores comerciales capaces de producir energía limpia y continua.
Paralelamente, en la provincia de Sichuan, se está construyendo una infraestructura gigantesca y futurista con forma de X, que parece ser una instalación de fusión basada en láseres, posiblemente más grande que el National Ignition Facility (NIF) de Estados Unidos. Esta planta es capaz de concentrar intensas energías en cámaras centrales, con la intención de hacer progresar la investigación en fusión a niveles sin precedentes. Algunos expertos sugieren que también podría tratarse de un enorme dispositivo de “Z-pinch”, que utiliza potentes corrientes eléctricas para comprimir plasma y generar reacciones de fusión. Estas instalaciones no solo representan un salto tecnológico impresionante, sino que evidencian la voluntad política y económica del gobierno chino para apostar por el largo plazo. Con un período de retorno de inversión que puede extenderse por décadas, la estabilidad política y la capacidad de canalizar recursos a gran escala posicionan a China en una ventaja única frente a países donde las decisiones energéticas están sujetas a ciclos electorales y cambios en el mercado.
Además, el Complejo de Investigación Integral para Tecnología de Fusión (CRAFT), ubicado cerca de Hefei, es otra muestra del compromiso estratégico de China, destinado a desarrollar ingeniería avanzada para futuros reactores de fusión. Este centro complementa las investigaciones que alimentarán el diseño del Reactor de Prueba de Ingeniería para Fusión en China (CFETR), previsto como el puente fundamental entre proyectos experimentales y la futura generación comercial de reactores. El CFETR pretende utilizar imanes superconductores de alta temperatura para superar las limitaciones de los dispositivos actuales y aumentar la eficiencia y tamaño de los reactores. La construcción y puesta en marcha de este tipo de infraestructura permitirán a China acceder a un nivel tecnológico que podría cambiar para siempre el panorama energético mundial. Otro proyecto innovador es Xinghuo, localizado en la Isla Científica de Yaohu en Nanchang.
Este será la primera planta híbrida de fusión y fisión en el mundo, capaz de combinar las reacciones de fusión con las de fisión para generar un flujo de energía más alto y reducir los residuos radiactivos de larga duración. Se espera que Xinghuo produzca una potencia continua de aproximadamente 100 megavatios, suficiente para abastecer a decenas de miles de hogares y marcar un nuevo estándar en eficiencia energética. La motivación detrás de esta fuerte inversión china en la energía de fusión no es solo ambiental o tecnológica, sino también geopolítica y económica. Conseguir la maestría tecnológica en fusión posiciona a China para asegurar su independencia energética, reducir su huella de carbono y consolidar su lugar como líder en innovación avanzada, alineado con el plan nacional de «gran rejuvenecimiento» promovido por el presidente Xi Jinping. Este panorama contrasta con la evolución en Estados Unidos, donde la investigación pública en fusión ha cedido protagonismo a startups privadas financiadas a través de capital de riesgo, impulsadas por multimillonarios tecnológicos y entusiastas del futuro digital.
A pesar del enorme avance científico, la dependencia del sector privado puede hacer que la continuidad de los proyectos se vea afectada ante fluctuaciones en el mercado o cambios en la demanda energética. Además, la fuga de talentos es un fenómeno creciente. Investigadores prominentes, como el físico de plasma Chang Liu, han decidido trasladarse a China, atraídos por la magnitud y la estabilidad de los programas de investigación estatal, donde las ideas tienen mayor probabilidad de ser implementadas y escaladas. Las universidades y centros de investigación chinos están formando una nueva generación de expertos en física del plasma y tecnología de fusión que, en pocos años, podrían constituir una de las redes globales más densas y especializadas del mundo. Este desarrollo interno de talento científico complementa las inversiones en infraestructuras, garantizando que los avances tecnológicos no dependan exclusivamente de la importación de conocimiento.
También existen implicaciones estratégicas y de defensa. Algunas de las instalaciones de fusión, como la de Mianyang, podrían también permitir avances en simulaciones de pruebas nucleares y mejora de capacidades militares vinculadas a la miniaturización y el desarrollo de materiales usados en armamentos nucleares. Esto genera inquietudes en otros países, principalmente Estados Unidos, ya que podría alterar el equilibrio estratégico global. En cuanto al financiamiento, el gobierno chino estaría invirtiendo entre 1.5 y hasta 3 mil millones de dólares anuales en investigación y desarrollo para la fusión, cifras que superan con creces los montos destinados por Estados Unidos y otras naciones.
Esta diferencia en escala presupuestaria es un reflejo claro del acento que Beijing pone en posicionarse como líder energético del futuro. La energía de fusión representa un desafío tanto científico como filosófico. Es una carrera de fondo que requiere paciencia, persistencia y recursos sustanciales. Mientras el mundo entero observa con atención, China se muestra como un competidor firme y bien financiado, con estructuras y talento que rivalizan con los centros más avanzados del mundo. El resultado de esta disputa científica no solo determinará qué país podrá proveer energía abundante, segura y limpia a futuras generaciones, sino que también influirá en la dinámica política, económica y estratégica global.