En el mundo del pensamiento crítico y la toma de decisiones, es común encontrar términos que, aunque parecen similares, tienen diferencias esenciales que impactan profundamente en la manera en que interpretamos la realidad. Dos de estos términos son “modelos” y “marcos” (o “frames” en inglés). La confusión entre ambos puede dificultar no solo la comunicación de ideas, sino también nuestro propio proceso mental, afectando nuestra capacidad para analizar, aprender y actuar de forma efectiva. Comprender qué son y para qué se usan los modelos y los marcos es fundamental para mejorar la calidad de nuestro razonamiento y ampliar nuestra perspectiva. Un modelo es un conjunto de conceptos y creencias que sirve para construir sistemas de inferencia sobre la realidad.
Es una representación mental —y a veces formal— que busca entender cómo funcionan ciertos aspectos del mundo. Por ejemplo, si alguien sabe que una persona llamada Juan disfruta del senderismo y además le agrada esa persona, puede inferir que si lo invita a una caminata, es muy probable que acepte siempre que tenga tiempo. Este razonamiento usa un modelo basado en preferencias y relaciones sociales para anticipar una respuesta. Los modelos pueden basarse en hechos verificables, datos científicos o simplemente en experiencias repetidas que permiten predecir situaciones. Otra forma de verlo es cuando evaluamos un medicamento como el ibuprofeno.
Si sabemos cómo funciona en el cuerpo, cuánto dura su efecto y en qué dosis es efectivo, podemos inferir si un dolor de cabeza desapareció realmente o si simplemente fue temporalmente suprimido. Esta capacidad predictiva muestra la función esencial de un modelo: no solo describir la realidad sino ofrecer una herramienta para anticipar resultados. Sin embargo, no todos modelos son igualmente precisos o verdaderos. Algunos pueden acertar en las conclusiones, pero por razones incorrectas o casualidades. Otros pueden estar tan alejados de la realidad que generan predicciones erróneas.
Pese a ello, el objetivo siempre está en tratar de brindar una visión objetiva que facilite la comprensión y la toma de decisiones fundamentadas. Por otra parte, los marcos o frames son herramientas cognitivas subjetivas cuyo objetivo no es tanto predecir el mundo exterior sino dirigir nuestro pensamiento interno. Los marcos moldean la manera en que enfocamos una situación, el tipo de preguntas que nos hacemos y, en definitiva, los caminos que explora nuestra mente. Si observamos una conversación con una persona llamada James, podemos usar distintas perspectivas o marcos para interpretarla. Pensar que esa charla gira en torno al estatus puede llevarnos a buscar maneras sutiles de mostrar nuestras posesiones, como un reloj o unas bicicletas.
Cambiar el marco a “aprobación” nos hará enfocarnos en las acciones que podrían ganarnos la simpatía de James, como hacer cumplidos o buscar puntos en común. Los marcos, por lo tanto, no son verdades que deban comprobarse o refutarse. No hacen afirmaciones objetivas sobre la realidad sino que generan un contexto mental que condiciona nuestros pensamientos y emociones. Por ejemplo, ver un fracaso como una oportunidad para aprender, más que un revés absoluto, es un marco que fomenta la reflexión crítica y el crecimiento personal. No se trata de una ley universal sino de una forma de pensar que puede ser útil o contraproducente según la situación y la persona.
Esta distinción fundamental entre modelos y marcos ayuda a evitar confusiones comunes. Una dificultad habitual es cuando lo que se asume como un modelo objetivo termina funcionando más como un marco subjetivo que condiciona nuestro pensamiento. Por ejemplo, decir “soy malo bailando” puede originarse en una experiencia real (modelo) pero convertirse en un marco limitante si condiciona nuestras acciones futuras impidiéndonos practicar y mejorar. Aquí, la diferencia entre creer un hecho verdadero y adoptar una perspectiva que restringe el desarrollo personal es clave. De igual manera, algunas creencias religiosas o filosóficas, como la idea de que “el universo quiere cosas buenas para mí”, pueden funcionar como marcos que brindan esperanza o motivación a quienes las sostienen.
Pero tomarlas como modelos objetivos para predecir hechos termina generando expectativas que pueden chocar con la realidad. Entender que se trata de creencias con un objetivo emocional o de orientación, y no de hechos demostrados, nos permite separar las funciones del pensamiento y mantener el equilibrio entre optimismo y realismo. El uso consciente de marcos también puede abrir puertas para expandir nuestra percepción mental. Adoptar diferentes marcos nos permite explorar diversas opciones de pensamiento, imaginar escenarios alternativos y desafiar nuestras creencias arraigadas. Este ejercicio puede enriquecernos cognitivamente y ayudar a desarrollar empatía y flexibilidad intelectual.
En el contexto del aprendizaje y el crecimiento personal, esta doble visión—modelos para describir y predecir, marcos para guiar el pensamiento—puede potenciar enormemente la efectividad de nuestras acciones. Por ejemplo, al enfrentar un desafío, podemos usar un modelo para entender qué factores influyen o qué resultados se esperan, mientras que un marco adecuado puede promover una actitud receptiva, creativa y resiliente que favorezca el éxito. Además, la distinción entre ambos conceptos tiene implicaciones en ámbitos tan diversos como la política, la educación, la psicología y la comunicación. En política, un modelo puede analizar probabilidades de implementación de ciertas políticas, mientras que un marco puede influir en cómo se comunica un mensaje para generar apoyo o rechazo. En educación, reconocer que los estudiantes pueden tener marcos mentales distintos sobre sus capacidades ayuda a crear ambientes que fomenten la motivación y el aprendizaje activo.
En psicología, identificar marcos limitantes es fundamental para actuar sobre creencias internas que dificultan el bienestar y el crecimiento. Un punto interesante que vale la pena destacar es la relación que existe entre modelos, marcos y la subjetividad humana. Aunque tendemos a querer que nuestro pensamiento sea un reflejo objetivo de la realidad, en realidad está siempre permeado por procesos internos subjetivos que influyen en cómo procesamos información, sentimos y decidimos. Los marcos forman parte de estos procesos y entenderlos nos brinda más control y awareness sobre nuestra vida mental, permitiéndonos elegir conscientemente qué pensamientos cultivar. En síntesis, los modelos y los marcos son herramientas cognitivas complementarias y distintas.
Mientras los modelos buscan representar y explicar la realidad para hacer inferencias objetivas, los marcos son filtros subjetivos que moldean la dirección de nuestro pensamiento y las emociones que acompañan a nuestras ideas. La confusión entre uno y otro puede limitar nuestra capacidad para razonar efectivamente y adaptarnos a nuevas circunstancias. Aprender a identificar cuándo usamos un modelo y cuándo un marco nos ayuda a afinar nuestra comprensión del mundo y a mejorar la toma de decisiones. Nos permite no solo entender mejor la información que recibimos sino también gestionar nuestras propias creencias y actitudes de forma más flexible y productiva. Finalmente, explorar activamente diferentes marcos y cuestionar nuestros modelos es una práctica valiosa para cualquier persona interesada en desarrollar un pensamiento crítico sólido y adaptable.
En un mundo complejo y cambiante, contar con esta distinción bien internalizada es una herramienta poderosa para navegar con mayor claridad y efectividad en nuestras vidas personales y profesionales.