El panorama económico global enfrenta una época de incertidumbre marcada por el aumento de la tensión comercial entre las principales potencias económicas del mundo. Piero Cipollone, miembro del Consejo del Banco Central Europeo (BCE), ha manifestado que una guerra comercial internacional podría tener un efecto claramente recesivo sobre las economías involucradas, con un impacto significativo en la zona euro en términos de crecimiento económico y niveles de inflación. Cipollone hace hincapié en que las consecuencias de las disputas comerciales van más allá de los simples aranceles, afectando los flujos de inversión, la estabilidad financiera y la confianza en los mercados. Según sus estimaciones, el incremento de la incertidumbre en políticas comerciales podría reducir la inversión empresarial en la zona euro en un 1.1% durante el primer año, además de disminuir el crecimiento del PIB real alrededor de 0.
2 puntos porcentuales entre 2025 y 2026. Este dato pone de manifiesto que los costes económicos derivados de un conflicto comercial a escala mundial no solo atentaría contra los negocios relacionados con el comercio internacional sino también influiría directamente en la dinámica interna de los países europeos. Por otra parte, la volatilidad financiera observada en los mercados contribuye a empeorar estas perspectivas, pudiendo suponer una reducción del crecimiento del PIB de aproximadamente 0.2 puntos porcentuales en el año 2025. Esta volatilidad genera un ambiente adverso para la planificación empresarial y el consumo, dos pilares esenciales para el desarrollo económico sostenible.
En cuanto a la inflación, los efectos no son del todo claros, pero existen indicios de que a corto y medio plazo la zona euro podría experimentar una tendencia hacia la desinflación. Esto implica que, frente a un escenario comercial conflictivo, los precios no solo dejarían de crecer de manera significativa, sino que podrían mostrar una desaceleración o incluso una bajada, poniendo en riesgo los objetivos de estabilidad de precios que persigue el BCE. Cipollone también advierte sobre una transformación importante en la estructura económica global, que podría verse fragmentada en bloques económicos regionales más que en un sistema globalizado dominado por Estados Unidos y el dólar como moneda de referencia. Este cambio tiene profundas implicaciones, pues una mayor fragmentación puede dificultar los flujos de capital, generar interrupciones en los pagos internacionales y aumentar la volatilidad en los mercados de divisas. La posible erosión del papel del dólar como moneda de reserva principal a nivel mundial podría generar incertidumbres adicionales, impactando la confianza de los inversores y el funcionamiento fluido del comercio internacional.
Ante estas amenazas, el miembro del BCE insiste en la necesidad de que los bancos centrales establezcan planes robustos de contingencia y marcos efectivos de gestión de crisis para poder responder a repentinos cortes en los flujos de capital o desórdenes en los mercados financieros. Esta preparación es fundamental para mitigar riesgos y preservar la estabilidad económica durante periodos de turbulencia. Frente a un contexto que podría deteriorarse si se intensifican las políticas proteccionistas, Cipollone señala la responsabilidad que recae sobre los países del G20 para mantener el comercio abierto y evitar políticas que perjudiquen a terceros, conocidas como «políticas de empobrecer al vecino». Una conferencia internacional sobre comercio impulsada por estos países podría ser una vía constructiva para promover un marco de cooperación que apoye la economía global durante esta fase de incertidumbre. La colaboración multilateral y el compromiso con el libre comercio son claves para mitigar las tensiones y evitar consecuencias adversas de largo plazo.