La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha escalado a niveles sin precedentes, amenazando la estabilidad de uno de los mercados comerciales más importantes a nivel global. En 2024, las exportaciones estadounidenses hacia China alcanzaron un valor de 140,7 mil millones de dólares; sin embargo, desde la imposición de aranceles retaliatorios por parte del gigante asiático, que superan el 125% para ciertos productos, el panorama para los empleos ligados a estas exportaciones se torna preocupante. El US-China Business Council, una organización empresarial que monitorea las relaciones comerciales bilaterales, ha advertido sobre un posible desplome en el empleo exportador estadounidense si continúan las hostilidades comerciales entre ambas potencias. Según su reciente informe, más de 860,000 empleos estadounidenses dependen actualmente del comercio con China. Esta cifra pone en perspectiva el gran impacto que pueden generar las tensiones comerciales, pues de mantenerse o incluso intensificarse los aranceles, se podrían perder cientos de miles de puestos de trabajo en diversos sectores económicos.
Los estados ubicados en el sur y medio oeste de Estados Unidos son los más afectados debido a la composición de sus exportaciones hacia China. En particular, productos agrícolas como aceites vegetales y granos, que tienen un fuerte arraigo en la producción del medio oeste, enfrentan ahora aranceles prohibitivos que los hacen menos competitivos en el mercado chino. Esto no solo afecta directamente a los agricultores sino también a una cadena extensa de empleos en procesamiento, transporte y distribución. Además, sectores como el energético no escapan al impacto; las exportaciones de petróleo y gas natural a China, valuadas en miles de millones, se ven igualmente afectadas por las tarifas elevadas. Estados productivos como Texas y Louisiana son particularmente vulnerables, lo que se traduce en preocupaciones sobre la estabilidad laboral en estas regiones.
En paralelo, la industria farmacéutica y tecnológica también están en riesgo. Estados Unidos exporta a China productos farmacéuticos, medicamentos, semiconductores y componentes electrónicos por más de 20 mil millones de dólares. Con aranceles de más del 125%, la rentabilidad y la continuidad de estas operaciones exportadoras se ven amenazadas, lo que podría conducir a una reducción en la producción y, por ende, en el empleo. Por otro lado, el sector servicios, aunque menos afectado por los aranceles directamente, también siente el impacto indirecto de esta guerra comercial. La educación es uno de los principales servicios que EE.
UU. exporta a China, con ingresos que superan los 14 mil millones de dólares, impulsados principalmente por la demanda de estudiantes chinos en universidades estadounidenses. La escalada en las tensiones diplomáticas y comerciales puede desalentar a estos estudiantes, afectando universidades y empleos relacionados. Los costos de esta disputa no se limitan solamente a la pérdida de empleos y exportaciones. La incertidumbre que genera una guerra comercial prolongada repercute en la confianza de inversionistas y empresarios, ralentizando inversiones, innovación y crecimiento económico en ambos países y a nivel global.
Según Sean Stein, presidente del US-China Business Council, nadie queda exento del daño que generan estas políticas proteccionistas y exhorta a los líderes de ambos países a retomar negociaciones que permitan reducir los aranceles y restablecer un comercio basado en reglas claras y justas. En este escenario, los agricultores, trabajadores industriales, profesionales del sector servicios y miles de comunidades estadounidenses esperan resultados favorables que eviten una mayor profundización en la crisis. En síntesis, la guerra comercial que enfrenta a Estados Unidos y China amenaza con borrar años de avances comerciales y económicos, afectando especialmente al empleo exportador estadounidense. La imposición de aranceles del 125% o más sobre productos clave genera graves riesgos para sectores agrícolas, energéticos, farmacéuticos y tecnológicos, que sustentarán la caída de cientos de miles de empleos si la situación persiste. Solo un foco renovado en la diplomacia comercial podrá restablecer la estabilidad necesaria para proteger estas posiciones laborales y asegurar el bienestar económico tanto de Estados Unidos como del mercado global.
La apuesta está en que Washington y Pekín busquen acuerdos que terminen con estos castigos mutuos y abran canales de diálogo que beneficien a ambas economías y eviten mayores daños sociales y económicos.