El cambio climático es un fenómeno global que afecta prácticamente todos los aspectos de la vida moderna, y uno de sus impactos más evidentes —aunque a menudo menos discutido— es el aumento en el costo de la electricidad que pagan millones de personas. En particular, el caso de Texas, un estado conocido por sus altas temperaturas en verano y su sistema eléctrico singular, ofrece una ventana reveladora sobre cómo el calentamiento global está elevando no solo la demanda energética, sino también el precio que los consumidores deben enfrentar. Durante el verano de 2023, Texas experimentó una ola de calor extrema que llevó a muchos residentes a abrir sus facturas de electricidad con sorpresa y preocupación debido a los elevados cargos. Para el académico Andrew Dessler, experto en cambio climático, la conexión entre el aumento de temperaturas y la factura energética fue inmediata, lo que motivó un estudio detallado para cuantificar el impacto climático en esos costos. La clave para entender este fenómeno está en la relación entre la temperatura exterior y la demanda energética.
Los análisis basados en datos meteorológicos y de consumo del año 2023 muestran una curva en forma de V cuando se mide el promedio diario de temperatura y la demanda promedio de electricidad en el estado. Esto indica que la demanda es menor cuando las temperaturas están en un rango confortable, aproximadamente entre 60 y 70 grados Fahrenheit, y aumenta considerablemente cuando el clima se vuelve excesivamente frío o caluroso debido al mayor uso de sistemas de calefacción o aire acondicionado. El calentamiento global ha provocado que las temperaturas veraniegas aumenten, incrementando la necesidad de enfriamiento. Si bien en invierno el efecto es opuesto y la demanda de calefacción disminuye debido a temperaturas más suaves, el incremento en demanda durante los meses cálidos es mayor, lo que produce un balance neto positivo en el consumo energético anual. Para realizar una comparación precisa, Dessler utilizó un método ingenioso que implicó la aplicación de temperaturas históricas del periodo de 1950 a 1980 en los modelos de demanda actuales para evaluar cuánta energía se habría consumido con un clima más frío.
Al repetir el proceso con las temperaturas recientes de la década 2014-2023, pudo aislar el efecto exclusivo del cambio climático en la demanda. Los resultados son reveladores. La demanda energética entre abril y octubre aumenta significativamente con las temperaturas más altas, con un pico en agosto donde la demanda creció cerca de un 5%. En contraste, los meses de invierno muestran una leve disminución en el consumo. Sumando todo el año, el efecto neto es un aumento del 1.
8% en la demanda de electricidad atribuible a las diferencias climáticas. Sin embargo, la demanda es solo una parte del problema. En el mercado mayorista de electricidad de ERCOT, que administra la red eléctrica de Texas, los precios fluctúan según la demanda. A niveles bajos o moderados de consumo, el aumento en el precio es gradual, pero cuando la demanda se acerca a la capacidad máxima de la red, se activa un sistema denominado 'precios de escasez', donde los costos por unidad de electricidad se disparan. Esto genera una tormenta perfecta para el consumidor: no solo se necesita más energía, sino que cada unidad sale más cara.
Con esta dinámica en mente, Dessler calculó el costo diario de electricidad tomando en cuenta las temperaturas diarias, el modelo de demanda y la curva de precios correspondiente. Al comparar los costos proyectados con los climas histórico y actual, encontró que el cambio climático elevó el costo al por mayor en un 16%, lo que equivale aproximadamente a 80 dólares adicionales por persona en Texas para el año 2023. Esta cifra, que podría considerarse una especie de 'impuesto climático', no es fruto de decisiones gubernamentales o políticas públicas destinadas a recaudar fondos para mejoras sociales o ambientales. Más bien, representa un costo económico no deseado que resulta en mayores ganancias para ejecutivos y accionistas del sector fósil, mientras que los consumidores enfrentan cargas financieras más severas sin beneficios directos. Las implicaciones de estos hallazgos van más allá de Texas.
Otras regiones con climas cálidos o variables están experimentando tendencias similares donde el cambio climático obliga a un mayor consumo de energía, especialmente en verano. Además, la infraestructura eléctrica se ve sometida a presiones crecientes, lo que puede provocar problemas de estabilidad y cortes si no se moderniza y adapta a estas nuevas realidades. En California, por ejemplo, los residentes también han sentido el impacto en sus facturas, donde además influyen costos relacionados con la gestión forestal y la prevención de incendios, pero el cambio climático representa un componente importante. Los aumentos no lineales en el precio de la electricidad una vez que el sistema se acerca a sus límites físicos ponen de manifiesto la necesidad urgente de repensar tanto el suministro energético como las políticas tarifarias para proteger a los consumidores. Una solución potencial que muchos exploran es la adopción del autoconsumo mediante paneles solares residenciales o comerciales.
Sin embargo, esta opción no está al alcance de todos debido a los costos iniciales elevados y las desigualdades económicas que limitan su adopción masiva. Además, la estructura actual de tarifas, como las basadas en el momento del día (TOU), no siempre reflejan de forma justa ni protegen completamente a los usuarios cuando la red está tensionada. Es evidente que, para enfrentar estos desafíos, se deben impulsar políticas integrales que incluyan la promoción de energías renovables, la mejora en la eficiencia energética en hogares y empresas, inversiones en modernización de infraestructuras y la implementación de tarifas justas y equitativas. Además, la concienciación pública y el compromiso ciudadano son esenciales para apoyar medidas de mitigación y adaptación que reduzcan la dependencia de fuentes fósiles y fomenten un consumo responsable. La lucha contra el cambio climático no solo es una cuestión ambiental sino también económica, que impacta directamente en el presupuesto familiar y la estabilidad financiera de la sociedad.
En resumen, el análisis de cómo el cambio climático está afectando los costos de electricidad en Texas es un llamado de atención para gobiernos, empresas y ciudadanos. Las olas de calor más frecuentes y prolongadas elevan la demanda y los precios de la energía, generando una carga económica creciente que repercute en todos. Reconocer esta realidad y actuar con políticas y estrategias adecuadas es crucial para mitigar el impacto financiero y construir un sistema energético más sostenible, eficiente y justo para el futuro. El desafío es grande, pero también la oportunidad de transformar el modo en que consumimos y valoramos la electricidad en un mundo que cambia rápidamente.