La economía japonesa, tradicionalmente una de las más robustas dentro del panorama mundial, ha presentado indicios de ralentización durante el primer trimestre de 2025, según una encuesta reciente realizada por Reuters entre un grupo representativo de economistas. De acuerdo con el consenso entre 15 expertos, el producto interno bruto (PIB) de Japón experimentó una contracción anualizada de aproximadamente 0,2% en los meses de enero a marzo, una cifra que contrasta con el crecimiento del 2,2% registrado en el último trimestre de 2024. Esta posible disminución marcaría la primera vez en un año que el país muestra señales de contracción económica y refleja un entorno global y local lleno de incertidumbre. En términos trimestrales, es decir, sin anualizar, la economía nipona habría decrecido un 0,1%, lo que implica una desaceleración frente a la expansión del 0,6% observada en el periodo anterior. Uno de los factores determinantes para esta evolución fue la fortaleza debilitada de la demanda interna, con especial atención en el consumo privado, que representa más de la mitad del total del PIB de Japón.
Según las previsiones, el consumo apenas habría aumentado un 0,1%, un ritmo que se considera muy tibio dada la importancia de esta variable para el sostenimiento del crecimiento. Las razones detrás de esta ralentización incluyen el aumento en los precios de los alimentos, que han mermado el poder adquisitivo real de los consumidores y han incentivado una actitud más cautelosa frente al gasto. Esta tendencia de mayor prudencia en el consumo es confirmada por expertos como Shinichiro Kobayashi, economista principal de Mitsubishi UFJ Research and Consulting, quien subraya que aunque las condiciones del empleo y los ingresos permanecen favorables, el sentimiento del consumidor se ha erosionado ante el incremento de precios y una mayor propensión al ahorro. En contraste, la inversión empresarial mostró un desempeño más optimista durante el trimestre, con un crecimiento estimado en el gasto de capital del 0,8%. Este incremento se atribuye al buen desempeño de las compañías japonesas, que han mantenido una sólida rentabilidad y confianza para seguir invirtiendo en sus actividades productivas.
Sin embargo, este dinamismo en la inversión no logró compensar las vulnerabilidades provenientes del comercio exterior. El comercio externo, medido a través del saldo neto entre exportaciones e importaciones, se convirtió en un elemento que restó peso al crecimiento del PIB durante estos meses, con un impacto negativo estimado en 0,6 puntos porcentuales. Si bien las exportaciones alcanzaron su cuarto trimestre consecutivo de crecimiento, impulsadas principalmente por la necesidad de las empresas japonesas de adelantar envíos de vehículos y otros productos para evitar la aplicación de nuevos aranceles impuestos por Estados Unidos, las importaciones crecieron con mayor intensidad. Este fenómeno, según Kobayashi, ha generado un balance comercial desfavorable, contrarrestando la positiva evolución exportadora y contribuyendo a la contracción global del PIB. El contexto global en el que se encuentra la economía japonesa es particularmente complejo.
Las políticas comerciales del gobierno estadounidense, encabezadas por el expresidente Donald Trump y continuadas en parte por sus sucesores, han generado incertidumbre y volatilidad en los mercados internacionales. La imposición de aranceles amplios y otras medidas de presión comercial han afectado no solo a Japón, sino a una amplia gama de economías emergentes y desarrolladas, provocando una revisión a la baja de las perspectivas de crecimiento global, como lo ha reflejado el Fondo Monetario Internacional en sus recientes informes. Este clima de tensión ha llevado al Banco de Japón a adoptar una postura cautelosa: la entidad decidió mantener sin cambios sus tasas de interés durante su reunión más reciente y recortó sus previsiones de crecimiento económico, insinuando que la política monetaria podría permanecer estable en el corto y mediano plazo hasta que se clarifique el panorama internacional. En el aspecto político y social, el freno en el crecimiento económico podría influir en las expectativas de la población japonesa, tradicionalmente muy sensible a las fluctuaciones en el consumo y empleo. Aunque la tasa de desempleo se mantiene baja y los ingresos reales no presentan caídas significativas, el lento avance en el gasto privado puede indicar un aumento en la cautela y una preferencia creciente por el ahorro frente a la inversión de consumo.
Esta situación puede limitar la capacidad de recuperación económica, especialmente si las incertidumbres internacionales persisten o se profundizan. De cara al futuro inmediato, la publicación oficial de las cifras del PIB correspondiente al primer trimestre está prevista para el 16 de mayo de 2025, un momento clave para que analistas, inversores y responsables políticos evalúen con precisión la magnitud del impacto y ajusten sus estrategias. La atención estará puesta en la capacidad del gobierno japonés para equilibrar las medidas de estímulo interno con la gestión de las relaciones comerciales internacionales, buscando minimizar los riesgos y aprovechar las oportunidades que puedan surgir en un orden global cada vez más cambiante. En resumen, el declive económico anticipado en Japón durante el primer trimestre de 2025 responde a una combinación de factores domésticos y externos. La moderación en el consumo privado refleja los retos inflacionarios y la prudencia de los hogares frente a un entorno incierto, mientras que la dinámica del comercio exterior muestra que, aunque las exportaciones siguen siendo un motor, el aumento acelerado de las importaciones está afectando negativamente la balanza comercial.
Estas condiciones, dentro de un contexto marcado por la volatilidad en las políticas comerciales globales y las medidas prudentes del Banco de Japón, plantean un escenario complicado para la economía japonesa, cuyo desempeño en el resto del año será clave para determinar la trayectoria de recuperación y crecimiento sostenible a mediano plazo.