El ecosistema del software de código abierto está lleno de proyectos pioneros que transforman la forma en la que desarrolladores y empresas construyen sus soluciones. Uno de esos proyectos que ha ganado relevancia a lo largo de los años es NATS, un sistema de mensajería ligera y de alto rendimiento que ha sido un pilar en arquitecturas modernas como microservicios y aplicaciones en la nube. Sin embargo, recientemente NATS ha decidido abandonar la Cloud Native Computing Foundation (CNCF), decisión que ha generado debate y reflexiones profundas en la comunidad tecnológica. Para comprender los antecedentes, las razones y las posibles consecuencias de este movimiento, es importante revisar la historia, los desafíos enfrentados y las dinámicas que rodean a este proyecto y a la organización CNCF. NATS comenzó como un proyecto con un fuerte respaldo desde el ámbito empresarial, específicamente impulsado por Synadia, la compañía que ha dedicado cientos de miles de horas de ingeniería a su desarrollo.
La trayectoria de NATS en la CNCF ha sido, en muchos aspectos, beneficiosa y enriquecedora. Durante su permanencia en la fundación, NATS tuvo la oportunidad de participar en conferencias internacionales, recibir apoyo para marketing básico y contar con un espacio para difundir sus avances y casos de uso. Esto permitió que el proyecto aumentara su visibilidad, atrajera a nuevos usuarios y consolidara su comunidad. No obstante, a pesar de estas ventajas, la relación entre NATS y CNCF mostró tensiones significativas, especialmente relacionadas con el proceso de graduación del proyecto dentro de la fundación. La graduación representa un reconocimiento formal por parte de CNCF que valida la madurez, estabilidad y sostenibilidad de un software, y para NATS este proceso fue un camino con obstáculos inesperados.
Durante los años 2018 a 2020, los mantenedores de NATS realizaron ajustes considerando el feedback del Comité de Supervisión Técnica (TOC) de CNCF, modificando prácticas y ampliando el grupo de mantenedores externos para cumplir con los requisitos establecidos. Sin embargo, pese a alcanzar los criterios formales requeridos, la graduación fue estancándose y el proyecto enfrentó un estándar aparentemente más elevado que otros que ya habían sido graduados. Particularmente, uno de los motivos recurrentes para postergar el reconocimiento fue la composición del equipo mantenedor, que en gran medida estaba formado por ingenieros de Synadia. Mientras otras iniciativas con mantenedores dominados por una sola organización habían sido aprobadas sin complicaciones, NATS parecía estar bajo un escrutinio más riguroso y subjetivo que fue percibido por sus responsables como injusto. Este desencuentro llevó a una frustración creciente dentro de la comunidad de mantenedores y, eventualmente, a la discusión sobre la viabilidad de continuar bajo el paraguas de CNCF.
La cultura particular de NATS, caracterizada por un ritmo ágil y una capacidad de evolución rápida, parecía estar en contradicción con las expectativas que la fundación tenía para los proyectos graduados. Cambiar radicalmente los procesos y estructuras del proyecto para adaptarse a estas condiciones habría significado distanciarse de sus valores originales y de la comunidad que lo sustentaba. Ante este escenario, los mantenedores exploraron alternativas, incluso planteándose la creación de una fundación propia o encontrar un nuevo hogar que les permitiera conservar la esencia y dinámica que caracterizan a NATS. El consenso resultante en la comunidad fue unánime: dejar la CNCF era la mejor opción para garantizar la continuidad y la salud del proyecto. Esta decisión fue respaldada con un voto del 100 % a favor por parte de los participantes en el proceso de votación.
Por otro lado, la participación activa de Synadia en el sostenimiento de NATS es un factor clave al analizar esta salida. La empresa ha sido la principal financiadora y desarrolladora del núcleo del proyecto durante años, asumiendo responsabilidades que otros grandes proyectos suelen compartir entre amplias comunidades corporativas y de colaboradores independientes. La complejidad del servidor NATS y la profundidad técnica requerida para su mantenimiento plantearon barreras que limitaron la capacidad de atraer contribuciones externas relevantes, lo que creó en algunos momentos una dependencia considerable de Synadia. En paralelo, Synadia tuvo que defenderse en cuestiones legales, como la protección de la marca registrada NATS, un costo considerable que, según palabras de algunos involucrados, fue cubierto por Synadia en mayor medida que lo que CNCF estaba dispuesta a aportar. Esta situación también generó dudas sobre el compromiso real de la fundación para con el proyecto y su viabilidad a largo plazo.
En lo que respecta a las licencias, la dualidad entre software libre y modelos de negocio comerciales emerge como un aspecto sensible. Synadia optó por aplicar una licencia BUSL (Business Source License) a ciertos desarrollos derivados, manteniendo la base del proyecto bajo licencia abierta. Si bien esta práctica puede generar reacciones divididas en la comunidad de código abierto, también refleja la realidad de sostenibilidad en proyectos de gran escala que requieren modelos económicos para seguir creciendo y financiando mejoras continuas. La salida de NATS de CNCF no solo responde a un conflicto sobre reglas y procedimientos administrados por la fundación, sino que también implica una reflexión más amplia sobre las necesidades y particularidades que cada proyecto tiene según sus objetivos, modelo de desarrollo y comunidad. CNCF ha demostrado ser un ecosistema excelente para proyectos con una fuerte diversidad de contribuyentes corporativos y amplia adopción, pero no todos los proyectos encajan cómodamente dentro de sus parámetros y procesos.
Actualmente, el futuro de NATS parece encaminado hacia un balance entre mantener su base de software libre y, a la vez, permitir que Synadia acelere la comercialización de soluciones derivadas para sustentar la continuidad y evolución técnica del proyecto. El compromiso de seguir ofreciendo software gratuito a desarrolladores individuales, startups y compañías bajo ciertos umbrales de ingresos refuerza la conexión con la comunidad y los principios abiertos, aunque bajo un esquema diferente al de CNCF. Esta situación también genera un debate necesario sobre el papel de las fundaciones como CNCF en la gestión de proyectos de código abierto, especialmente en cómo equilibran el rigor técnico y administrativo con la flexibilidad cultural y de comunidad que requiere el desarrollo de software innovador. La partida de NATS pone sobre la mesa el desafío para estas organizaciones de adaptar sus modelos y criterios para no perder proyectos valiosos que, aunque no encajen perfectamente en sus moldes, ofrecen aportes significativos al ecosistema tecnológico. En resumen, la salida de NATS de la CNCF tras años de colaboración y tensiones marca un cambio importante en el panorama de proyectos open source enfocados en infraestructura y mensajería moderna.