Invertir y operar con criptomonedas se ha convertido en una actividad cada vez más común entre personas de distintos perfiles y edades. La promesa de alta rentabilidad y la innovación tecnológica detrás de los activos digitales atraen la atención, sin embargo, la complejidad técnica del ecosistema y la ausencia de ciertas garantías pueden provocar pérdidas inesperadas incluso para quienes actúan con precaución. Tal es el caso de Tzoni Raykov, un ingeniero de petróleo búlgaro, cuya experiencia ha servido para poner en evidencia algunas de las debilidades estructurales del sector cripto y ofrecer valiosas lecciones a futuros usuarios. Su caso también refleja la necesidad de mayor claridad, regulación y soporte en un mundo que avanza más rápido que las normativas y la protección al consumidor. Tzoni nunca imaginó que una operación tan simple como transferir criptomonedas de una cuenta a otra podría derivar en la pérdida permanente de 1,500 dólares en USDC, una moneda digital estable.
Por años, había usado la aplicación Revolut para operaciones cotidianas como dividir gastos entre amigos utilizando libras esterlinas o dólares tradicionales. La plataforma ofrecía la oportunidad de trabajar con criptomonedas y decidió probar suerte con USDC, una de las stablecoins más populares del mercado. Para minimizar riesgos, siguió al pie de la letra las instrucciones facilitadas por la plataforma. Como recomendación de Revolut, primero envió una pequeña cantidad de 10 USDC para asegurarse de que todo funcionaba correctamente. Esta primera transferencia fue un éxito y lo alentó a hacer una operación mucho mayor.
Sin embargo, la segunda transferencia de 1,500 USDC nunca fue acreditada en su cuenta. La clave del error radicó en la confusión sobre las redes blockchain a través de las cuales debían enviarse las monedas. En el universo de las criptomonedas, un simple detalle como elegir la red incorrecta puede cambiar abruptamente el destino del activo digital. Revolut indicaba transferir USDC usando la red Polygon, pero no especificaba con claridad que esta red tenía variantes distintas como “Polygon PoS” y “Polygon (bridged)”. Mientras que la primera opción funcionó bien en la transferencia inicial, la segunda, seleccionada en la segunda transferencia, generó que los USDC se convirtieran en USDC.
e, una criptomoneda que Revolut no acepta ni soporta tecnología para manejar. Al llegar estos tokens incompatibles a la plataforma, Revolut no pudo acreditarlos ni devolverlos, dejándolos efectivamente perdidos. La incidencia expuso la grave falta de estándares en la industria cripto, donde las protecciones y garantías aplicadas en la banca tradicional no se aplican. En un banco convencional, un error administrativo como una transferencia a un número de cuenta incorrecto generalmente resulta solucionable con la devolución del dinero. En cambio, la descentralización y la naturaleza irreversible de las transacciones blockchain hacen que, sin intermediarios o regulaciones claras, las pérdidas suelen ser definitivas.
Lo que más indignó a Tzoni fue la sensación de indefensión. Pese a haber seguido meticulosamente las instrucciones de la plataforma y haber tomado precauciones, estuvo solo frente a un sistema que no ofrece herramientas suficientes para resolver este tipo de errores. La falta de atención efectiva del servicio al cliente incrementó esa frustración. Revolut reconoció que la falta de especificidad al diferenciar las redes Polygon era un punto débil y prometió tomar nota para futuras mejoras, pero al mismo tiempo se remitió a prácticas comunes en la industria que no contemplan la recuperación de activos enviados incorrectamente. Este caso se enmarca en un panorama más amplio donde las criptomonedas proliferan sin una regulación sólida ni estándares homogéneos para la protección del usuario.
La volatilidad del mercado y la multiplicidad de productos, cadenas y tokens hace que muchas personas se aventuren sin la información ni las garantías necesarias. La historia reciente confirma que incluso jugadores gigantes como FTX cayeron víctimas de malas prácticas internas, incluyendo una gestión financiera caótica que llevó a uno de los crímenes financieros más polémicos de la última década. Además, casos de robos masivos por hackers a plataformas de intercambio digitales como Bybit subrayan los riesgos tecnológicos y de seguridad en una industria que suele crecer más rápido que sus controles. La ausencia de códigos de conducta obligatorios, seguros para los usuarios o salvaguardas similares a las establecidas en la banca tradicional, genera un terreno resbaladizo, especialmente para usuarios minoristas que no cuentan con asesoría experta. Expertos en ciberseguridad recomiendan a quienes deciden involucrarse en el mundo cripto realizar un profundo estudio previo sobre la tecnología y servicios que utilizan, además de limitar las inversiones a cantidades que estén dispuestos a perder.
Pese a estas advertencias, la popularidad del sector no cesa, lo que ha motivado a organismos reguladores a establecer normativas, aunque éstas aún no alcanzan un consenso global ni una aplicación homogénea. En este contexto de evolución rápida y desafíos regulatorios, resulta fundamental que los usuarios comprendan que la responsabilidad por sus activos digitales recae en gran medida sobre ellos mismos. Conocer las particularidades de cada red, los tipos de tokens y sus compatibilidades es esencial para evitar situaciones como la experimentada por Tzoni. Además, es prioritario demandar a las plataformas más transparencia, mejores interfaces, instrucciones claras y un soporte que dignifique ante errores provocados por confusiones comunes. Asumir que una transacción criptográfica es tan segura y recuperable como una transferencia bancaria tradicional puede ser un error costoso.