En el mundo vertiginoso de las criptomonedas, pocas voces tienen tanto peso como la de Michael Saylor, ex CEO y actual presidente ejecutivo de MicroStrategy, una empresa pionera en la adopción institucional de Bitcoin. En recientes declaraciones, Saylor ha señalado que el mayor obstáculo para que Bitcoin alcance la astronómica cifra de 150,000 dólares no reside en problemas técnicos ni regulatorios, sino en el comportamiento de ciertos grupos de inversionistas —los poseedores a corto plazo— que están vendiendo sus activos de manera rápida para obtener ganancias inmediatas, sin una visión a largo plazo. Saylor argumenta que este segmento de vendedores temporales, compuesto principalmente por gobiernos, abogados, y síndicos de bancarrotas, posee grandes cantidades de Bitcoin adquiridas durante meses anteriores o en situaciones específicas y que tienden a descargar estas posiciones rápidamente cuando los precios suben, provocando presión de venta que frena la escalada del precio. Esta dinámica, según el ejecutivo, limita la capacidad del mercado para encontrarse con una verdadera escasez que empuje a Bitcoin hacia nuevos máximos históricos. La visión de Saylor pone en evidencia cómo las dinámicas de mercado no solo dependen de la tecnología o el interés de los inversionistas, sino también de la mentalidad con la que se aborda esta clase de activos.
Para él, lo que Bitcoin necesita es un cambio de manos definitivo, donde los tenedores a largo plazo, con convicción y estrategias de años o incluso décadas, puedan dominar el mercado, evitando que la volatilidad inherente del trading de corto plazo afecte los movimientos fundamentales. En sus declaraciones, realizadas durante un podcast popular de Coin Stories, Saylor explicó que el ecosistema criptográfico está atravesando una rotación, o transición, que implica que el Bitcoin vendido por entidades sin objetivos financieros permanentes está siendo recomprado por nuevos inversores a largo plazo, como fondos cotizados en bolsa (ETF) y tesorerías corporativas. Estos compradores, a diferencia de los vendedores temporales, ven en Bitcoin una reserva de valor y una clase de activo estratégica, capaz de proteger sus balances ante la creciente incertidumbre económica mundial. Precisamente, Saylor resalta la importancia de las empresas públicas en este nuevo panorama. Según él, la mayoría de compañías que cotizan en bolsa en Estados Unidos se ven relegadas al olvido en los mercados, dominados por apenas un centenar de gigantes tecnológicos que copan los volúmenes de negociación y la atención del público.
Este éxodo de interés ha dejado a muchas firmas pequeñas y medianas vulnerables a cambios económicos bruscos y con pocas herramientas para protegerse. Aquí es donde Saylor ve una oportunidad transformadora. En lugar de destinar grandes sumas a recompra de acciones propias o dividendos —prácticas que a menudo debilitan la fortaleza financiera a largo plazo— las empresas podrían y deberían convertir parte de su caja o excedentes de capital en Bitcoin. Considera que esta estrategia digital no solo fortalece los balances de manera innovadora, sino que también posiciona a estas empresas para sobrevivir y prosperar en un mundo cada vez más caótico y financiero inestable. Más allá de la adopción corporativa, Saylor ha defendido la idea de que Bitcoin es el primer activo de reserva del siglo XXI.
Mientras que el oro dominó el siglo XIX y los bonos soberanos lo hicieron en el XX, el mundo contemporáneo, cada vez más digitalizado y globalizado, necesita una reserva descentralizada, eficiente y resistente a la inflación estructural que Bitcoin ejemplifica. La transparencia de su código, su suministro fijo y su accesibilidad global lo convierten en un activo único y seguro en comparación con activos tradicionales. Saylor también aconseja a los individuos que deseen incrementar significativamente su patrimonio financiero que consideren el apalancamiento inteligente de Bitcoin. Afirma que el uso del capital ajeno para adquirir mayores posiciones en el activo puede multiplicar los rendimientos. Dentro de esta estrategia, recomienda cuidar el apalancamiento sobre todo en deudas a largo plazo y de tasa fija, como las hipotecas, que proporcionan el costo permanente de capital más económico que existe en la actualidad.
En una crítica constructiva a las decisiones financieras de muchos, Saylor enfatiza que optar por lujos inmediatos o adelantar pagos de hipoteca para reducir la deuda no es tan rentable como invertir en Bitcoin. Utilizando analogías poderosas afirma que evitar comprar Bitcoin hoy podría costar millones a largo plazo. Por ejemplo, una costosa compra prescindible como un automóvil de lujo, considerado en dólares actuales, podría traducirse en unos pocos bitcoins, cuyo valor potencial puede crecer exponencialmente. El carácter multifacético y transformador del Bitcoin también ha sido descrito por Saylor como un “edulcorante universal” para las finanzas, capaz de mejorar cualquier portafolio de inversión, ya sea de acciones, bonos, seguros o instrumentos de renta fija. La inclusión de Bitcoin, según él, aporta energía financiera, aumentando la diversificación, mejorando retornos y ofreciendo un refugio contra la inflación y la incertidumbre económica.
Respecto al contexto político y gubernamental, Saylor reconoce que aunque los Estados Unidos aún no han comprado Bitcoin de forma directa, hay un notable interés por parte del nuevo gobierno bajo la administración Trump, que ha mostrado apertura hacia la criptomoneda. Varios funcionarios en el gabinete se muestran pro-Bitcoin, promoviendo un cambio estratégico en la percepción y el uso del activo a nivel estatal, aunque enfatiza que el motor principal del crecimiento provendrá de pequeñas y medianas empresas que pueden adoptar y adaptarse más rápidamente. En cuanto a la volatilidad que sigue afectando a Bitcoin, Saylor explica que se debe a su naturaleza global y disponibilidad continua para operaciones las 24 horas del día, incluso en fines de semana, permitiendo operaciones altamente apalancadas y rápidas ventas en momentos de pánico. Esta dinámica provoca que Bitcoin sea uno de los primeros activos en caer durante crisis repentinas, pero también uno de los primeros en recuperarse y distanciarse de los mercados tradicionales, demostrando una resiliencia excepcional. El mensaje final de Michael Saylor no podría ser más claro ni más urgente: para que Bitcoin pueda ascender hacia niveles inéditos como los 150,000 dólares, debe consolidarse una base sólida de tenedores a largo plazo que entiendan su valor como un activo estratégico y tengan paciencia para soportar la volatilidad.
Al mismo tiempo, advierte a los actores financieros e inversionistas individuales que el momento para subirse a esta revolución digital es ahora, porque postergarlo implica perder oportunidades históricas en la transformación de la riqueza mundial. El proceso de digitalización financiera está en marcha y Bitcoin se posiciona como la pieza central de este cambio. El llamado de Saylor a cambiar los paradigmas tradicionales de inversión y gestión de capitales suena fuerte para mercados, empresas y personas que buscan adaptación y supervivencia en un mundo cada vez más complejo. La transición completa de propiedad hacia una clase de tenedores a largo plazo promete no solo estabilizar al precio, sino también cimentar las bases de un futuro financiero más resistente, descentralizado y próspero, donde Bitcoin no solo sea un refugio, sino también un motor de crecimiento global.