En el mercado actual, es común encontrar botellas de agua comercializadas en una amplia gama de tamaños expresados en onzas líquidas, que van desde medidas estándar hasta otras mucho más particulares, como 19 oz, 27 oz, 33 oz, 49 oz o incluso 61 oz. Esta diversidad despierta curiosidad y preguntas sobre por qué las marcas optan por tamaños tan específicos y variados, en lugar de ajustarse a medidas redondas u «ideales». Para comprender esta tendencia, es fundamental analizar varios factores que influyen en la producción, comercialización y consumo de botellas de agua. En primer lugar, uno de los aspectos clave está relacionado con la conversión entre sistemas métricos y anglosajones. Aunque muchos productos se diseñan basados en medidas métricas, en países como Estados Unidos, donde el sistema imperial predomina, se suelen expresar las capacidades en onzas líquidas.
Pero un mililitro no tiene una correspondencia exacta con una onza líquida, porque 1 onza líquida equivale aproximadamente a 29.5735 ml. Por ende, cuando un fabricante diseña una botella con base en 500 ml, al convertir esta medida a onzas líquidas, el resultado no es un número entero, sino algo cercano a 16.9 oz. Esto genera que muchas botellas tengan tamaños con números no redondos en onzas para adaptarse fielmente al equilibrio métrico.
Además de la relación matemática, las decisiones de diseño también juegan un papel central. Las botellas de agua no son únicamente recipientes, sino que también deben ser funcionales, ergonómicas y estéticamente agradables para el consumidor. Diseñar un envase con ciertas características, como una forma que facilite el agarre, un material específico o una estructura que permita almacenar fácilmente en portabotellas deportivos, puede afectar el volumen total que la botella puede contener. Así, aunque un fabricante aspire a producir una botella cercana a 30 oz, el añadido de características de diseño puede implicar una reducción o aumento del espacio disponible, resultando en tamaños atípicos pero prácticos para el usuario. Desde el punto de vista del marketing, ofrecer una amplia variedad de tamaños permite a las marcas satisfacer diferentes necesidades y preferencias del público.
Por ejemplo, alguien que hace ejercicio de alta intensidad puede optar por una botella grande para hidratarse durante largas sesiones, mientras que otro consumidor que solo quiere una bebida rápida preferirá una botella pequeña y ligera. Además, al tener tamaños poco comunes, algunas marcas pueden distinguirse más fácilmente en el estante frente a la competencia, favoreciendo el reconocimiento y la diferenciación. Por otro lado, las decisiones relacionadas con la producción también son determinantes. Las máquinas y procesos industriales suelen estar calibrados para producir en lotes específicos y con ciertas tolerancias. A veces, es más económico fabricar botellas en tamaño específico que en números redondos, especialmente si las medidas corresponden a incrementos del sistema métrico base, aunque eso conlleve que las onzas líquidas resulten números no enteros o inusuales.
Existe también un fenómeno curioso por el cual algunas botellas presentan tamaños fraccionarios, como 19 oz o 27 oz, que parecen aleatorios a simple vista. Sin embargo, estos valores pueden ser el resultado de la conversión exacta de tamaños métricos comunes multiplicados por factores de producción y diseño, o la estrategia comercial de presentar un tamaño único que no compita directamente con los tamaños más comunes, evitando canibalizar las ventas dentro de la misma marca o categoría. Otra perspectiva relevante se refleja en el comportamiento del consumidor. La percepción del tamaño y la cantidad de líquido que busca puede variar según diferentes mercados y regiones. Por ejemplo, en ciertas zonas las botellas pequeñas pueden asociarse con conveniencia y frescura, mientras que en otras prevalece la idea de economía y duración, haciendo preferible un tamaño mayor aunque no sea un número redondo en onzas líquidas.
La segmentación del consumidor impulsa a las marcas a ofrecer formatos variados para cubrir todos los segmentos y maximizar sus ventas. La competencia en el mercado de botellas de agua es feroz y no solo se debe al producto en sí, sino al conjunto de atributos que envuelven la experiencia del usuario. Por ello, las marcas invierten en variedad para captar la atención y el interés. Ofrecer tamaños únicos o menos comunes puede ser también una táctica para generar curiosidad o incentivar la compra. Además, muchas botellas no solo contienen agua; algunas vienen con infusores, accesorios o están diseñadas para cumplir funciones específicas, lo que a su vez puede influir en la cantidad líquida que pueden contener y en su tamaño expresado en onzas.
En términos ambientales, el uso de diferentes tamaños también permite a las marcas abordar temas de sostenibilidad. Por ejemplo, se pueden producir tamaños adaptados para reducir el desperdicio o para fomentar la reutilización. La variedad en tamaños puede incentivar a los consumidores a elegir la cantidad adecuada a sus necesidades, evitando comprar más de lo necesario y, con ello, reduciendo residuos plásticos. Finalmente, la globalización y la diversidad cultural también han ampliado la oferta de tamaños en onzas líquidas. Las marcas internacionales deben adaptarse a distintos mercados que emplean sistemas de medidas dispares, lo que lleva a un catálogo más extenso con tamaños muy específicos para cada región o preferencia.
En conclusión, la amplia variedad de tamaños disponibles en onzas líquidas responde a una combinación de factores técnicos, de diseño, marketing, producción y comportamiento del consumidor. Las marcas aprovechan esta diversificación para satisfacer demandas particulares, optimizar costos y diferenciarse en un mercado altamente competitivo. Así, lo que podría parecer a simple vista una estrategia confusa, es en realidad el resultado de un complejo equilibrio entre la lógica industrial y la psicología del consumo, que hace posible encontrar botellas de agua en prácticamente cualquier tamaño expresado en onzas líquidas.