En un mundo cada vez más digitalizado, la inteligencia artificial y, en particular, los modelos de lenguaje como ChatGPT, se han convertido en herramientas esenciales para diversas tareas cotidianas y profesionales. Sin embargo, en paralelo a esta creciente adopción, surge una preocupación legítima sobre el impacto ambiental que genera su uso. ¿Qué tan grande es realmente la huella de carbono de ChatGPT y cómo se compara con otras actividades diarias? En este análisis profundo tratamos de responder a estas preguntas para ayudar a los usuarios a entender el verdadero costo ecológico de interactuar con estas tecnologías. Para comenzar, es importante definir qué entendemos por huella de carbono en el contexto del uso de ChatGPT. Esta se refiere a la cantidad de dióxido de carbono (CO2) emitido como consecuencia directa o indirecta del consumo eléctrico generado por las consultas y operaciones necesarias para que el modelo funcione en los servidores que lo alojan.
Dicho consumo eléctrico depende de varios factores, entre ellos la eficiencia de los centros de datos, la fuente de energía que alimenta dichos centros y la cantidad de uso individual. Durante mucho tiempo, se ha difundido la idea de que una consulta a ChatGPT consume aproximadamente diez veces más energía que una simple búsqueda en Google. Aunque puede parecer alarmante, es fundamental poner este dato en contexto. La energía utilizada por una búsqueda en Google ya es extremadamente baja. Por lo tanto, multiplicar un número muy pequeño por diez sigue siendo un valor reducido en términos absolutos de energía consumida.
Actualmente, los análisis más recientes estiman que una consulta a ChatGPT consume alrededor de 3 vatios-hora (Wh). Para entender esta cifra, tomemos en cuenta que el consumo eléctrico anual promedio per cápita en países como el Reino Unido es de aproximadamente 4,500 kilovatios-hora (kWh), o 4,500,000 Wh. Esto significa que una sola consulta a ChatGPT representa 0.00007% del consumo eléctrico anual medio de una persona. Si una persona realiza diez consultas al día, la cantidad acumulada sería equivalente a tan solo el 0.
2% de su consumo eléctrico anual. Incluso si este número se dispara hasta 100 consultas diarias, lo cual es poco común, el porcentaje solo llegaría a un 2%. En países donde el consumo energético es más alto, como Estados Unidos, estas proporciones descienden aún más en términos relativos. El impacto en términos de emisiones de CO2 también es bastante reducido. Considerando que la electricidad que alimenta los servidores provenga de una combinación promedio de fuentes energéticas, se estima que una consulta a ChatGPT genera entre 2 y 3 gramos de CO2, incluyendo los costos amortizados del entrenamiento y mantenimiento del modelo.
Esto implica que diez consultas diarias durante un año completo sumarían aproximadamente 11 kilogramos de CO2. Comparado con la huella promedio anual per cápita por energía e industria en el Reino Unido, que ronda las siete toneladas (7,000 kilogramos), el aumento representa tan solo un 0.16%, una cifra muy pequeña. Este análisis minucioso sugiere que, desde la perspectiva individual, usar ChatGPT con moderación tiene un impacto ambiental casi marginal. Esto es importante porque desmitifica la idea de que el uso cotidiano de estas herramientas es un factor de gran peso en la crisis climática global.
Además, recientes avances tecnológicos y mejoras en la eficiencia operativa de los centros de datos han logrado reducir significativamente el consumo energético por consulta. Datos más actualizados apuntan a que una consulta puede requerir solo 0.3 Wh, lo que es diez veces menos que las estimaciones anteriores. Si esta cifra resulta ser más precisa, entonces la huella ecológica real de ChatGPT es incluso menor de lo que se pensaba inicialmente. Poner en perspectiva el consumo energético de ChatGPT también ayuda a evitar distracciones respecto a los verdaderos motores de la huella de carbono individual y colectiva.
Actividades diarias como conducir un coche de combustión, calentar una vivienda con combustibles fósiles o incluso la alimentación basada en carne roja tienen un impacto en la huella de carbono mucho más significativo. De hecho, reducir la frecuencia de consultas a ChatGPT para ahorrar energía generaría efectos ínfimos, mientras que cambios en el transporte, alimentación o eficiencia energética del hogar pueden generar ahorros sustanciales en emisiones. No obstante, hay que considerar la escala. La huella individual por consulta es reducida, pero el uso global y la rápida expansión del empleo de inteligencia artificial puede sumar a un consumo considerable a nivel global. Esto debe incentivarnos a presionar por mayor transparencia y eficiencia en la gestión energética de los proveedores de estas tecnologías, así como a promover fuentes renovables para alimentar los centros de datos.
También existe una dimensión indirecta del impacto ambiental que merece atención: la extracción de materiales para fabricar el hardware necesario, que implica minería, uso de productos químicos tóxicos y destrucción ambiental. Aunque difícilmente atribuible a una consulta única, estos factores forman parte del ecosistema general de la inteligencia artificial y deben ser gestionados con responsabilidad. Por último, el uso responsable de ChatGPT y la inteligencia artificial debe equilibrar sus beneficios con su consumo energético. La tecnología ofrece posibilidades para optimizar procesos, fomentar la educación, mejorar la comunicación y resolver problemas complejos, lo que podría derivar en ahorros energéticos y ambientales a largo plazo si se emplea correctamente. En conclusión, la huella de carbono individual del uso de ChatGPT es mínima cuando se compara con otras actividades cotidianas.
Las preocupaciones en torno a su impacto energético deben ser entendidas en un contexto amplio, evitando culpabilizar a los usuarios por algo que es, a nivel individual, una fracción muy pequeña del total. Fomentar una inteligencia artificial sostenible pasa por mejorar la eficiencia energética, aumentar la transparencia y promover prácticas responsables en su desarrollo y uso. Así, podremos aprovechar al máximo estas herramientas sin perder de vista la salud del planeta.