El deseo de crear un arma nuclear puede surgir de diversas motivaciones, ya sea por curiosidad científica, ideologías extremas o simples caprichos de poder. Sin embargo, la realidad tras este proceso es mucho más complicada y peligrosa de lo que a menudo se imagina en la cultura popular. Entender cómo funciona una bomba nuclear requiere adentrarse en el mundo de la física nuclear, la química y la ingeniería, así como reconocer las restricciones legales y éticas que bordean este tema. En esencia, las armas nucleares funcionan a partir de la energía liberada durante la fisión nuclear, un proceso en el cual el núcleo de un átomo pesado se divide en núcleos más pequeños, liberando una enorme cantidad de energía en forma de explosión. La materia está formada por átomos, cuyos núcleos contienen protones y neutrones.
Algunos átomos son inestables y pueden experimentar distintos tipos de desintegraciones radioactivas, pero la fisión es la que libera la mayor cantidad de energía y es la base de la mayoría de las armas nucleares. No todos los átomos pesados se parten de manera espontánea o con facilidad. Por ejemplo, el plutonio-240 tiene una tasa muy baja de fisión espontánea y al ser radioactivo, su descomposición suele darse a través de otros procesos como la desintegración alfa. Para construir un arma, no basta con tener una masa de material radiactivo; es necesario contar con un material que permita una reacción en cadena sostenida y controlable que libere grandes cantidades de energía en fracciones de segundo. Uno de los métodos para iniciar esta reacción en cadena es bombardear un núcleo con neutrones.
Los neutrones no tienen carga eléctrica, por lo que no son repelidos al acercarse a un núcleo atómico, a diferencia de los protones o electrones. Cuando un núcleo pesado absorbe un neutrón rápido, puede dividirse, liberando energía y más neutrones, que a su vez pueden inducir fisión en otros núcleos, propagando la reacción. Sin embargo, que esta reacción se sostenga de forma exponencial depende de que cada evento de fisión provoque, en promedio, al menos una fisión adicional. Para que esto ocurra, se debe contar con un material muy específico que tenga las propiedades necesarias para mantener la cadena. Entre los candidatos potenciales están varios isótopos radiactivos de elementos pesados como el uranio, plutonio o neptunio, pero la mayoría tienen vidas medias cortas o son extremadamente difíciles de obtener.
Tras analizar las opciones, el uranio-235 se destaca por tener la combinación adecuada de propiedades para un arma nuclear viable, además de contar con una vida media suficientemente larga como para existir en cantidades aprovechables en la naturaleza. No obstante, su concentración en el uranio natural es muy baja, alrededor del 0.7%, con la mayoría siendo uranio-238, que no es fisible por neutrones lentos y no sostiene una reacción en cadena fácilmente. Para obtener uranio-235 en cantidades significativas, es necesario extraerlo y enriquecerlo a partir del uranio natural. El enriquecimiento es un proceso técnicamente complicado que se basa en la ligera diferencia de masa entre los isótopos, ya que químicamente son casi idénticos.
Una de las técnicas más utilizadas es la centrifugación gaseosa, que requiere transformar el uranio en un compuesto gaseoso, el hexafluoruro de uranio (UF6), para luego separarlo mediante centrifugadoras giratorias a alta velocidad. Estas centrales no son máquinas simples. Para lograr la separación de isótopos en gas UF6, las centrifugadoras deben girar a velocidades extremas que tienden a destrozar la maquinaria si no están construidas con la máxima precisión y materiales especiales. Además, la diferencia de concentración obtenida en cada etapa es mínima, por lo que se necesitan grandes cantidades de estas máquinas en serie y paralelo para conseguir un enriquecimiento efectivo. El desarrollo de una planta de enriquecimiento puede tardar años, implicar costos millonarios y requerir un conocimiento técnico profundo.
Incluso después de obtener el uranio altamente enriquecido necesario, es fundamental almacenar y manipular el material protegido contra detonaciones accidentales. La masa crítica, o la cantidad mínima del material necesaria para que se dé la reacción en cadena autosostenida, suele ser del orden de decenas de kilogramos para el uranio-235. Mantener el material dividido en partes menores evita que la reacción espontánea se produzca antes de que se desee. Para detonar el arma, la estrategia es juntar de manera rápida y precisa las dos partes subcríticas del material con un mecanismo explosivo convencional, generando una masa supercrítica en un tiempo muy corto, lo que provoca el estallido nuclear. Este diseño, llamado método de "la masa y el pistón", fue la base del primer artefacto nuclear utilizado durante la Segunda Guerra Mundial.
La dificultad técnica y logística para fabricar un arma nuclear es colosal. Encontrar y procesar el uranio, construir los sistemas de enriquecimiento, diseñar el mecanismo de detonación y manejar el material altamente radiactivo son desafíos que involucran décadas de trabajo de científicos e ingenieros experimentados. Por esta razón, solo unas pocas naciones en el mundo han logrado desarrollar y mantener armas nucleares. Además del reto técnico, está el escenario legal y ético. La mayoría de los países están firmantes del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), que busca evitar la expansión de armas nucleares y promover el desarme.
Llevar adelante un proyecto para crear un arma nuclear sin supervisión internacional no solo es ilegal, sino que también representa una amenaza grave para la seguridad mundial y puede desencadenar consecuencias imprevisibles. En resumen, crear un arma nuclear no es una tarea sencilla ni accesible. Requiere un profundo entendimiento de la física nuclear, el acceso a materiales restringidos, tecnología avanzada para el enriquecimiento, y el diseño de mecanismos sofisticados para iniciar la reacción en cadena. A pesar de las apariencias y tantos mitos, la fabricación de armas nucleares está limitada a entornos altamente especializados y controlados. Si bien el conocimiento sobre la fisión y la física nuclear es fascinante desde la perspectiva científica, manipular estos principios para crear destrucción masiva tiene implicaciones éticas y humanas inmensas.
La oportunidad y responsabilidad de manejar este tipo de conocimientos debe ser considerada con la mayor seriedad y respeto a la vida.