El 28 de abril de 2025 quedará registrado como un día excepcional en la historia energética de la península ibérica, cuando un apagón masivo dejó a España y Portugal sin suministro eléctrico durante varias horas. Este incidente puso en evidencia la vulnerabilidad de un sistema eléctrico en transición que enfrenta desafíos derivados del creciente protagonismo de las energías renovables, la estructura del mercado eléctrico, y las limitaciones técnicas de las infraestructuras existentes. Fue un suceso inesperado en un contexto aparentemente estable, pues las condiciones de demanda y oferta energética para ese día se consideraban normales y el sistema operaba con normalidad durante la mañana. Sin embargo, cerca del mediodía, una serie de eventos concatenados desencadenaron un colapso que dejó a millones de usuarios a oscuras y generó un amplio debate sobre el futuro energético de Iberia y Europa. Para comprender mejor lo sucedido durante aquel apagón, resulta clave analizar el contexto funcional del sistema eléctrico español.
El operador responsable de la gestión y distribución de la electricidad en la península es Red Eléctrica Española (REE), una entidad con participación estatal bajo supervisión técnica y política. Este organismo realiza subastas diarias para definir qué plantas de generación cubrirán la demanda del día siguiente, equilibrando diferentes fuentes energéticas y ajustándose a los precios de mercado. El 28 de abril, la demanda de electricidad se encontraba dentro de rangos normales para la época. Por otro lado, las fuentes renovables, especialmente la solar fotovoltaica y eólica, ya estaban contribuyendo con una alta proporción del conjunto de la generación. A mediodía, la energía solar representaba más de la mitad del total, lo que es indicativo del avance en la implantación de renovables durante las últimas décadas en España.
Este predominio de las fuentes variables y no gestionables tradicionalmente obliga a sistemas eléctricos a prepararse para escenarios de fluctuación constante y para garantizar la estabilidad de la red. Por otro lado, las centrales nucleares, que brindan potencia base y facilitan la estabilidad del sistema, operaban al 50% de su capacidad, principalmente por factores económicos relacionados con los peajes aplicados a esta energía en el mercado mayorista. En paralelo, se mantenía la operación de plantas hidráulicas que además de generar electricidad permiten almacenar energía mediante el bombeo de agua en embalses, aunque su capacidad de regulación había llegado a un límite. En las horas previas al apagón, el precio de la electricidad descendió a valores negativos, hecho que refleja un exceso de generación en relación a la demanda y que llevó a España a exportar energía a países vecinos como Portugal, Francia y Marruecos. Esta situación negativa en los precios también tiene consecuencias en la rentabilidad de fuentes como las nucleares o las térmicas, haciendo que algunas opten por reducir producción o detenerse ante ciertos umbrales de tarifas.
El incidente ocurrió entre las 12:30 y las 12:35, cuando un conjunto de síntomas anómalos empezó a manifestarse. Se detectaron fluctuaciones súbitas en la frecuencia del sistema eléctrico, una subida inesperada en la generación eólica y una abrupta desconexión de varias plantas solares fotovoltaicas que redujeron drásticamente su aporte, pasando en segundos de aproximadamente 18,000 MW a 8,000 MW. Este apagón simultáneo de miles de instalaciones fotovoltaicas aún carece de una explicación oficial definitiva, aunque parece estar relacionado con comandos automáticos vinculados a cuestiones de seguridad o regulación. En respuesta a estas perturbaciones, Francia cortó la importación de electricidad desde España, lo que sumó presión al desequilibrio entre la generación y el consumo. Además, las pocas plantas nucleares en funcionamiento recibieron señales de sobrecarga y, siguiendo protocolos de seguridad, procedieron a desconectarse rápidamente.
La combinación de esta reducción súbita de la generación base junto con la limitada capacidad de regulación hidráulica dejó a la red sin mecanismos adecuados para mantener la frecuencia estable en los 50 Hertz necesarios. La sincronización es fundamental para evitar fallos en una red eléctrica y el apagón reflejó un problema grave con dicha coordinación. Las fuentes renovables fotovoltaicas y eólicas, aunque aportan energía limpia y abundante, no pueden reaccionar de manera inmediata a las variaciones de frecuencia como sí lo hacen las plantas tradicionales. Esto genera una vulnerabilidad que debe ser compensada con suficiente potencia estable y sistemas de control capaces de garantizar la continuidad y estabilidad del sistema. Además de las consecuencias técnicas, el apagón abrió una discusión política y social importante.
El operador REE está dirigido por una figura política, una abogada y exministra de vivienda, lo que algunos críticos señalan como un factor que puede entorpecer decisiones técnicas basadas exclusivamente en criterios científicos. España persigue actualmente una política energética orientada hacia “100% renovables”, apoyada y promovida por la Unión Europea, con un calendario para eliminar las centrales nucleares entre 2027 y 2035. Sin embargo, este apagón evidenció que un sistema con mínima generación estable puede poner en riesgo la seguridad y continuidad del suministro. Las reacciones oficiales variaron entre acusaciones hacia operadores privados, negación de que la energía nuclear pueda ayudar a la estabilidad y observaciones genéricas de que el problema no se repetiría sin que aún se conozcan a fondo sus causas técnicas. Este enfoque político contrasta con la opinión de expertos en ingeniería eléctrica que demandan independencia técnica en la toma de decisiones y una evaluación honesta y científica sobre las capacidades reales del sistema.
Para el conjunto de Europa e Iberia, este evento representa una llamada de atención para mejorar la interconexión eléctrica entre los países. Actualmente, la frontera con Francia actúa de frontera entre dos sistemas eléctricos con diferente estabilidad. Fortalecer esta conexión permitiría importar o exportar potencia estable en momentos críticos, evitando así que fallos locales se propaguen o provoquen apagones masivos. Asimismo, es imprescindible revisar y modernizar los sistemas de gestión automática de las plantas solares y eólicas para que respondan adecuadamente ante incidencias en la frecuencia o en la tensión, evitando desconexiones masivas y repentinas. El aumento de almacenamiento energético, ya sea mediante instalaciones hidroeléctricas reversibles, baterías o nuevas tecnologías, también contribuiría a amortiguar las oscilaciones.