En el corazón de París, en la emblemática Place de la Concorde, se erige un monumento milenario que conecta el pasado glorioso del Antiguo Egipto con la sofisticación contemporánea de Europa. Este obelisco, que se originó durante el reinado de Ramsés II hace más de tres mil años, ha mantenido durante siglos su presencia majestuosa y enigmática. Sin embargo, recientes investigaciones han revelado que este antiguo monumento no solo es un símbolo visible de poder, sino que también alberga mensajes secretos que formaban parte de un sistema criptográfico jeroglífico, lo que abre una nueva dimensión en la comprensión de la historia y la cultura egipcia antigua.El descubrimiento fue realizado por el egiptólogo francés Jean-Guillaume Olette-Pelletier, quien durante sus habituales recorridos por París, comenzó a percibir detalles inusuales en los jeroglíficos tallados en el obelisco. Estudiando más de cerca los símbolos durante una limpieza exhaustiva del monumento en preparación para los Juegos Olímpicos de París 2024, Olette-Pelletier confirmó la presencia de al menos siete ejemplos claros de lo que denominó como “crypto-jeroglíficos”.
Estas inscripciones eran mensajes codificados que solo los eruditos, sacerdotes y la élite intelectual de la antigua Egipto habrían podido interpretar plenamente.Las funciones de estos mensajes iban mucho más allá de la simple decoración o conmemoración. Estaban diseñados para reforzar la autoridad divina del faraón Ramsés II, enfatizando su ascendencia directa de importantes deidades, específicamente de Amun-Re, dios del sol, y Maat, diosa de la justicia y el orden cósmico. Este recordatorio oculto se insertaba estratégicamente en la superficie del obelisco para ser visible solo en circunstancias muy específicas y por personas concretas. Según Olette-Pelletier, la ubicación y orientación de estos mensajes estaban pensadas para ser vistos únicamente por la nobleza que llegaba al Templo de Luxor en barcas durante el festival anual de Opet, celebrado en plena crecida del río Nilo.
El festival de Opet era una de las celebraciones religiosas más importantes en el calendario egipcio. Durante este evento, la corte real y sacerdotes rendían homenaje al faraón, reafirmando simbólicamente su derecho divino a gobernar y su unión mística con los dioses. La escenificación involucraba un viaje ceremonial a lo largo del Nilo, del Templo de Karnak al de Luxor, donde el obelisco solía estar erigido originalmente. La aparición súbita de mensajes codificados en el obelisco recibidos solo por la élite que participaba en esta procesión intensificaba el efecto propagandístico y aseguraba la perpetuidad del poder faraónico en la conciencia colectiva.El uso de criptogramas jeroglíficos destinados a una selecta audiencia constituye un ejemplo asombroso de la sofisticación política y religiosa del antiguo Egipto.
Estos mensajes transmitían un poder simbólico que trascendía lo inmediato, penetrando en la esfera espiritual y social. El faraón no solo gobernaba en términos terrenales, sino que se presentaba como un ser divino, elegido e invulnerable, y estos símbolos ocultos reforzaban esa percepción entre quienes podían descifrarlos. Para la población general, la superficie del obelisco mostraba la tradicional iconografía y jeroglíficos que exaltaban los logros y la divinidad del faraón, mientras que para la élite intelectual el mensaje secreto proporcionaba una conexión más profunda y explícita con la legitimidad divina.Este descubrimiento pone en relieve también la importancia y el significado de los obeliscos en la antigua Egipto. Estos monumentos, elaborados en piedra calcárea o granito extraído de las canteras del desierto de Asuán, no solo eran símbolos religiosos y políticos, sino también herramientas de comunicación y propaganda controlada.
La estructura monolítica y la altura imponente de los obeliscos los convertían en guías visuales y espirituales en los templos y ciudades. Su traslado a ciudades europeas en siglos posteriores, particularmente en el siglo XIX, como obsequios o trofeos culturales, agregó capas adicionales de significado y misterio a estas reliquias.El traslado del obelisco de Luxor a París en la década de 1830 fue una hazaña monumental en sí misma. La pieza, de aproximadamente 70 pies de altura y con más de 3,000 años de antigüedad, fue acompañada por numerosas leyendas y romanticismos, pero ahora la existencia de mensajes crípticos le otorga un valor histórico aún más profundo. Se intensifica la fascinación por la forma en que estos monumentos antiguos continúan hablando a través del tiempo y cómo los secretos ancestrales pueden emerger en contextos modernos, revelando aspectos desconocidos de culturas milenarias.
Además, el hallazgo ha suscitado interés en la comunidad académica y entre los amantes de la historia en general, puesto que invita a replantear la aproximación hacia la arqueología egipcia y la interpretación simbólica de sus monumentos. Muchas preguntas quedan abiertas, como la posibilidad de que otros obeliscos en Europa –muchos originados en distintas ciudades egipcias como Heliópolis– puedan contener igualmente mensajes ocultos o simbolismos específicos adaptados para diferentes grupos sociales y religiosos. Esto abre una nueva línea de investigación multidisciplinaria que combina arqueología, historia del arte, egiptología e incluso técnicas modernas de análisis digital y fotogrametría para estudiar en detalle cada jeroglífico y su posición.El significado del descubrimiento trasciende lo arqueológico y se conecta con la comprensión de cómo la clase dirigente en civilizaciones antiguas utilizaba el arte y la escritura para consolidar su poder, legitimarlo y comunicarlo de forma selectiva. La mezcla de accesibilidad pública y exclusividad intelectual, simbolizada por los mensajes secretos grabados en piedra, es una muestra antigua y sofisticada de propaganda que tiene paralelismos en distintas culturas a lo largo de la historia.
En definitiva, los secretos revelados en el obelisco de París traen a la luz no solo un capítulo fascinante de la historia de Egipto, sino también un testimonio de la permanencia cultural y el poder de los símbolos. Este legado milenario continuará inspirando nuevas investigaciones, debates y descubrimientos que enriquecerán nuestra comprensión del pasado y su influencia en el presente. Por ahora, cada visitante que contempla el obelisco en la Place de la Concorde puede imaginar que, más allá de su superficie majestuosa, existen mensajes ocultos que solo un puñado reducido de ojos privilegiados pudo apreciar hace miles de años, recordando el papel eterno de Ramsés II en la historia y la cultura del mundo antiguo.
