Los pequeños reactores modulares (SMR, por sus siglas en inglés) han ganado mucha atención en la discusión sobre el futuro de la energía nuclear, especialmente entre los grupos más activos de defensores nucleares conocidos coloquialmente como los "nuclear bros". Estos promotores aseguran que los SMR representan una solución innovadora y eficiente para afrontar la crisis climática y asegurar un suministro energético limpio y sostenible. Sin embargo, detrás del discurso optimista y la publicidad proactiva, existe una serie de realidades poco conocidas o incluso deliberadamente ocultadas que merecen un análisis exhaustivo. En este texto exploramos las verdades esenciales y complejas que los impulsores de los SMR a menudo prefieren mantener fuera del debate público. Primero, es importante entender qué son los pequeños reactores modulares.
Estos reactores son unidades nucleares con una capacidad máxima de generación eléctrica alrededor de los 300 megavatios, significativamente menores que las plantas nucleares convencionales, cuyos reactores generalmente rondan los 1,000 megavatios o más. La característica modular implica que los reactores pueden fabricarse en instalaciones centralizadas y posteriormente transportarse y ensamblarse en los sitios de operación, lo que se propone como una ventaja para acelerar su despliegue y flexibilizar la oferta energética. Algunos diseños son variantes de reactores tradicionales enfriados por agua, mientras que otros utilizan tecnologías radicalmente diferentes, como sistemas refrigerados por sodio líquido, helio o sales fundidas. Pese a estas innovaciones teóricas, la realidad en términos de pedidos y construcción es bastante limitada, con China como único país con una planta SMR en fase de construcción y Estados Unidos con sólo una solicitud de licencia para un reactor que, por su tamaño, técnicamente ya no se considera un SMR. En materia de economía, la narrativa oficial asegura que los SMR serán más accesibles y económicos, debido a sus menores costos iniciales y menor tiempo de construcción comparado con los reactores grandes.
La idea subyacente es que al ser unidades pequeñas y estandarizadas, los fabricantes podrán producirlas en masa, reduciendo así costos y tiempos con una economía de escala diferente a la tradicional. Sin embargo, este supuesto no se sostiene del todo cuando examinamos en detalle el análisis de costos por kilovatio-hora generado. De hecho, debido a la pérdida de la eficiencia que otorga el tamaño y las complejidades inherentes a la fabricación y operación de múltiples unidades pequeñas, los SMR tienden a generar electricidad más cara que los grandes reactores. Además, los proyectos piloto o iniciales suelen necesitar subsidios significativos para superar las barreras financieras, ya que la curva de aprendizaje para la producción masiva aún está lejos de alcanzarse. El ejemplo del proyecto cancelado de NuScale en Idaho ilustra que el costo por kilovatio puede ser incluso mayor que en proyectos de reactores grandes como los de Vogtle, pese a problemas conocidos en éstos últimos.
La seguridad es otro aspecto fundamental en la discusión sobre los SMR. Intuitivamente podría suponerse que un reactor más pequeño implicaría un menor riesgo en caso de accidente, dado que contendría menos material radiactivo y produciría menos calor. Además, muchas propuestas incluyen sistemas de seguridad pasiva, que no dependen de energía eléctrica ni de intervención humana para mantener al reactor controlado en situaciones de emergencia. No obstante, estos sistemas pasivos no garantizan la invulnerabilidad frente a eventos extremos o factores externos como terremotos de gran magnitud, inundaciones o incendios forestales, que pueden superar los escenarios para los cuales fueron diseñados. Preocupa además que los organismos reguladores han flexibilizado ciertas exigencias de seguridad y protección para estos reactores.
Por ejemplo, se han considerado la eliminación de estructuras robustas de contención o la reducción de zonas de exclusión y medidas de seguridad física, lo cual podría aumentar la vulnerabilidad ante ataques o sabotajes malintencionados. Es paradójico que, en algunos casos, la reducción de estas barreras podría, en la práctica, conducir a un incremento del riesgo para la población en general, más aún si estas plantas pequeñas se instalan en áreas cercanas a centros urbanos. El manejo de residuos radiactivos sigue siendo un punto crítico sin resolver para los SMR. La promoción de estos reactores a veces incluye la falsa afirmación de que generan menos residuos o que cuentan con mecanismos para reciclaje de desechos nucleares. La evaluación realista indica que la cantidad de desechos radiactivos generados por unidad de energía térmica es similar a la de los reactores grandes.
Aunque ciertos diseños pueden usar combustible más denso, lo que disminuye el volumen del material gastado, la concentración de productos de fisión y el calor residual resultante pueden ser mayores, dificultando aún más el manejo seguro a largo plazo. Asimismo, la idea de que los fabricantes o proveedores se harían responsables del retiro y disposición de los residuos o incluso de los mismos reactores usados no es viable en el contexto actual, ya que no existen sitios centralizados con licencia para la disposición definitiva o almacenamiento a largo plazo de esos materiales. Esto implica que las comunidades anfitrionas deberán enfrentar indefinidamente el desafío de la gestión y almacenamiento seguro de los residuos nucleares, una pesada carga que acompañado de la falta de infraestructura adecuada puede poner en riesgo la salud pública y el medio ambiente. Otro mito frecuente es la supuesta capacidad de los SMR para operar de manera fiable y segura fuera de la red eléctrica convencional, especialmente para alimentar instalaciones especializadas como centros de datos, industrias petroquímicas, producción de hidrógeno o incluso operaciones de minería de criptomonedas. En la práctica, los reactores nucleares, independientemente de su tamaño, dependen de sistemas auxiliares eléctricos para la operación de bombas de refrigeración y sistemas de seguridad críticos.
La pérdida de suministro eléctrico externo, como en casos de eventos climáticos extremos o desastres naturales, comprometería la operación segura del reactor, impidiendo que actúe como fuente autónoma de energía. Por ende, el respaldo mediante generadores de emergencia, generalmente a base de diesel, es indispensable tanto para la planta como para las instalaciones conectadas. La falta de experiencia operativa acumulada para estos diseños nuevos y tecnologías innovadoras añade una capa adicional de incertidumbre sobre su confiabilidad y requerirá décadas para alcanzar niveles aceptables de desempeño. Finalmente, en relación con la eficiencia del uso del combustible, es incorrecto asumir que los SMR aprovechan mejor el uranio que sus contrapartes más grandes. La cantidad de combustible requerida para generar una cantidad determinada de calor es esencialmente la misma en reactores grandes y pequeños, y aunque algunos SMR utilizan combustibles especiales con niveles elevados de enriquecimiento, esto no implica necesariamente un menor consumo de uranio natural ni menor producción de residuos.
Más bien, la producción de combustibles enriquecidos requiere procesos que consumen más materia prima y energía, lo que se traduce en impactos ambientales y costos adicionales. Adicionalmente, la menor escala y algunos diseños particulares pueden requerir hasta tres veces más uranio natural para generar la misma cantidad de electricidad que un reactor tradicional, influyendo negativamente en la reducción de la huella de carbono y en la sostenibilidad ambiental. La mejora en la eficiencia del combustible demanda avances tecnológicos significativos y desarrollo a largo plazo, lo que limita la aplicación inmediata y amplia de estas soluciones. En resumen, mientras los pequeños reactores modulares presentan una propuesta atractiva para complementar la matriz energética y aportar al combate contra el cambio climático, es crucial mantener una mirada crítica y fundamentada sobre sus verdaderas capacidades y limitaciones. La economía, seguridad, gestión de residuos, confiabilidad operacional y eficiencia del combustible constituyen áreas complejas donde la versión oficial suele estar matizada por información incompleta o sesgada.
Solo mediante un debate informado, transparente y riguroso se podrá evaluar el rol real que los SMR podrían desempeñar en el futuro energético global, evitando falsas esperanzas y distracciones de soluciones más probadas y económicamente viables como las energías renovables. El verdadero desafío es integrar estas tecnologías emergentes con responsabilidad social, ambiental y económica, garantizando que todo avance se base en hechos comprobados y no en narrativas publicitarias. Solo con ese enfoque será posible diseñar una estrategia energética que no se limite a contar cuentos optimistas, sino que enfrente con honestidad los desafíos técnicos, regulatorios y sociales que implica el despertar de la energía nuclear de nueva generación.