El cobre es uno de los metales más antiguos y fundamentales para la civilización humana. Su descubrimiento marcó el inicio de una transformación profunda en el mundo material, sentando las bases para avances tecnológicos que cambiarían la historia. A pesar de su relevancia, la importancia del cobre ha sido muchas veces subestimada, ya que no destaca visualmente en nuestras vidas a diferencia de la tecnología que permite. Sin embargo, el cobre constituye la columna vertebral de innumerables dispositivos eléctricos y sistemas de infraestructura. Desde sus primeros usos en la antigüedad hasta su papel indispensable en la era moderna, la historia del cobre es inseparable al progreso humano.
El redescubrimiento y la explotación masiva del cobre cobrarían un nuevo impulso a finales del siglo XIX y principios del XX gracias a innovaciones revolucionarias en la minería y procesamiento. Hasta ese momento, la extracción de cobre se limitaba principalmente a los depósitos de alta pureza, que contenían elevados porcentajes de cobre y eran relativamente fáciles de trabajar manualmente. Sin embargo, estas fuentes comenzaron a agotarse, poniendo en riesgo el suministro de este elemento crucial para el incipiente desarrollo eléctrico. En aquel contexto surgió una figura fundamental, aunque poco recordada: Daniel C. Jackling, un ingeniero mineral que cambió para siempre la forma de obtener cobre.
Jackling introdujo métodos que permitieron explotar minerales de baja ley, aquellos con una menor concentración de cobre y que hasta entonces eran considerados poco rentables. Con la implementación de grandes explosiones, maquinaria pesada como palas mecánicas y trituradoras, y procesos químicos innovadores como la separación por flotación, fue posible convertir enormes volúmenes de roca en polvo y extraer el metal en cantidades masivas. Estas técnicas aumentaron la producción a niveles nunca antes vistos, asegurando el abastecimiento del metal rojo para la electrificación del mundo. Este cambio no sólo transformó la minería sino que también contribuyó a la Segunda Revolución Industrial y al avance tecnológico que seguiría en el siglo XX. El cobre ultrapurificado se convirtió en el material esencial para cableado y conducción eléctrica, posibilitando la creación de redes eléctricas, motores, generadores y todo tipo de aparatos que constituyen nuestra vida cotidiana.
La obra de Jackling y sus colaboradores, incluyendo a inversionistas como la familia Guggenheim, sentó las bases para la minería moderna y el suministro masivo de cobre. No obstante, esta transformación no estuvo exenta de consecuencias. La minería a cielo abierto, impulsada por los métodos de Jackling, abrió enormes agujeros en la tierra, literalmente erosionando montañas enteras para acceder al mineral. Sitios emblemáticos como la mina Bingham Canyon en Utah y la mina Chuquicamata en Chile se convirtieron en monumentos titánicos de la minería moderna, visibles desde kilómetros de distancia, y representan el impacto ambiental y social de esta explotación. Estas operaciones dejaron paisajes desolados y generaron residuos tóxicos que afectaron la salud de comunidades cercanas y los ecosistemas locales.
Con el paso del tiempo, la calidad del mineral extraído ha disminuido, exigiendo un esfuerzo mayor en la extracción y procesamiento. La minería se enfrenta a retos crecientes debido a la reducción de la ley del mineral y la necesidad de mover y procesar cantidades significativamente mayores de roca para obtener la misma cantidad de cobre. Esto conlleva un aumento en el consumo de agua, energía y recursos, lo que pone en evidencia la preocupación ambiental inherente a este tipo de explotación. Pero a pesar de estos desafíos, el suministro de cobre no se ha detenido y su precio se ha mantenido sorprendentemente estable, ajustándose solo a la inflación y otros factores económicos generales. Esto se debe en gran parte a los avances tecnológicos y a una mayor eficiencia en la extracción y refinamiento, lo que ha sido descrito como una «ley de Moore» del cobre, en la que las horas de trabajo necesarias para producir una tonelada han caído drásticamente a lo largo de los siglos.
El cobre es hoy más necesario que nunca debido a la transición energética mundial hacia fuentes limpias y sistemas electrificados. La electrificación de automóviles, hogares e industrias requiere un considerable aumento en la demanda de cobre. Se estima que para apoyar el crecimiento de energías renovables, incluidos parques eólicos y solares, la cantidad anual de cobre usado se deberá multiplicar por dos. Esto implica la necesidad urgente de nuevas fuentes mineras que puedan satisfacer esta creciente demanda. Sin embargo, la apertura de nuevas minas enfrenta obstáculos políticos, sociales y ambientales, especialmente en países ricos en recursos como Chile y Perú, donde la resistencia local y las regulaciones se intensifican.
Esta situación podría generar escasez en el futuro cercano si no se desarrollan nuevas tecnologías que permitan extraer el metal de minerales de aún menor concentración o se aumenten significativamente los esfuerzos de reciclaje. Entre las innovaciones más prometedoras está la minería subterránea conocida como block caving, que permite extraer grandes bloques de mineral desde las profundidades con impacto relativamente menor en la superficie. Además, se investiga el desarrollo de técnicas químicas avanzadas para aprovechar residuos y minerales que actualmente se desechan. A lo largo de más de un siglo, el legado dejado por pioneros como Daniel C. Jackling ha sido fundamental para el progreso tecnológico y económico mundial.