El desarrollo de software ha experimentado transformaciones significativas en las últimas décadas, pero uno de los dilemas más profundos sigue siendo la gestión y evolución del llamado código legado. Tradicionalmente, el código legado es aquel que ha quedado obsoleto, difícil de mantener y cuyo conocimiento original se ha perdido con el tiempo. Sin embargo, al adentrarnos en la era de la inteligencia artificial (IA) y el código generado por modelos de lenguaje, surge una paradoja interesante: el código generado por IA puede considerarse legado desde el primer día. Esta afirmación, aparentemente contradictoria, responde a una realidad técnica y humana profunda. El software creado por sistemas de IA no cuenta con un creador original en el sentido humano tradicional.
La IA es, en esencia, estateless — no posee un recuerdo lineal ni un entendimiento del contexto original más allá de lo que está presente en su ventana de contexto. Por tanto, cada vez que un modelo genera código, actúa como un "desconocido" para ese código, sin la experiencia o la memoria que un desarrollador humano original podría tener al dar mantenimiento o mejorar el software. La evolución orgánica del software siempre ha dependido de la continuidad ya sea del mismo desarrollador o un equipo que entienda la intención y el razonamiento detrás de cada decisión codificada. Cuando un desarrollador crea un sistema, tiene acceso a toda la teoría y el contexto de diseño que guía el proyecto, desde las motivaciones iniciales hasta los ajustes realizados durante el desarrollo. Cuando ese conocimiento se pierde —por reemplazos de equipo, ausencia de documentación o complejidad creciente— el código comienza a considerarse legado, y su modificación conlleva riesgos y costos significativos.
Partiendo de esta realidad, el código generado por IA se enfrenta al reto de carecer de esta cadena de conocimiento inherente. Aunque los modelos de lenguaje son cada vez más capaces de generar fragmentos o incluso sistemas completos de software, su función se asemeja a la de un ingeniero que no estuvo involucrado en las decisiones originales y que solo puede inferir las intenciones a partir del código que examina. El resultado es que el software generado por IA entra al ciclo de vida con un handicap, pues no tiene un "dueño" con entendimiento profundo, sino que depende de operadores externos para interpretar, mantener y mejorar el código. Este patrón cambia radicalmente la forma en que se piensa sobre la calidad y evolución del software. En entornos tradicionales, las mejoras profundas y la refactorización suelen surgir cuando el creador original sigue involucrado o cuando el equipo tiene acceso a una documentación exhaustiva y a una base de conocimiento compartida.
En el caso del código IA, esta continuidad es inexistente. Cada versión nueva del código es generada como si fuese la primera, sin heredar directamente el conocimiento de las iteraciones anteriores. Esto se traduce en una forma de código que, desde su nacimiento, es "antiguo" en términos de mantenimiento, con una barrera mayor para lograr mejoras profundas sin riesgos. No obstante, algunos ingenieros y expertos en IA están explorando formas de mitigar estas limitaciones. Una práctica emergente consiste en almacenar no solo el código generado, sino también los "prompts" o instrucciones que se usaron para su creación.
De esta manera, se puede entender el contexto o las condiciones que guiaron al modelo en la generación del código. Esta documentación paralela puede ayudar a otros desarrolladores a reconstruir parte del razonamiento original, facilitando la gestión del software y la identificación de posibles mejoras o correcciones. Además, la integración de técnicas avanzadas de IA, tales como el razonamiento en cadena (Chain-of-Thought, CoT), ofrece caminos para que los modelos no solo generen código, sino que también expliquen su lógica y decisiones de forma más transparente. Esto aporta un nivel adicional de contexto que puede aliviar la problemática de la ausencia del conocimiento de primer mano, acercando la experiencia del mantenimiento a la que tendría un desarrollador humano experto. Desde una perspectiva más filosófica y teórica, esta situación remite al ensayo clásico de Peter Naur, "Programming as Theory Building", en el que plantea que el software es mucho más que código y documentación; es una construcción mental compartida que vive en la mente de los desarrolladores originales.
El código y la documentación son únicamente representaciones los cuales pierden riqueza en comparación con la teoría que sustenta el software. Cuando esa teoría se pierde, solo quedan fragmentos incompletos que difícilmente permiten alcanzar mejoras sustanciales. Aplicando esta visión al desarrollo asistido por IA, la cuestión se vuelve aún más compleja. En la práctica, ¿tienen los modelos de lenguaje acceso a la "teoría" detrás del software o solo réplica fragmentos de conocimiento? Algunos argumentan que LLMs (modelos de lenguaje grande) ya poseen algo similar a una teoría implícita al reconstruir soluciones basadas en patrones aprendidos de códigos previos, mientras que otros sostienen que la teoría es irrelevante para la efectividad práctica del sistema, que simplemente debe funcionar sin importar si se comprende profundamente. Esta dualidad abre una línea de debate sobre el futuro del desarrollo de software en la era de la IA.
Por un lado, la capacidad de automatizar partes del proceso puede acelerar la innovación y permitir la creación rápida de soluciones complejas. Por otro, la falta de continuidad o contexto profundo puede generar un aumento en la deuda técnica y dificultades para la evolución sostenible de los sistemas. Adicionalmente, el análisis de la evolución del código generado por IA también sugiere que el desarrollo de software cambiará su naturaleza en los próximos años. Mientras que en la actualidad, la mayoría del software consiste en líneas de código explícito que los humanos escriben y mantienen, el futuro podría ver una migración hacia sistemas que combinen menos código tradicional con una creciente dependencia de instrucciones y promesas contextuales dirigidas a modelos inteligentes. Esta hibridación entre código y prompt representa un nuevo tipo de estado para el software.
El conocimiento y la lógica se trasladan en parte desde el propio texto del código a la semántica que ofrecen las indicaciones y el modelo que ejecuta esas instrucciones. Esto puede simplificar la construcción de sistemas complejos y adaptativos, pero también plantea desafíos en términos de auditoría, mantenimiento y confiabilidad. En este contexto, el desarrollo asistido por IA no debe verse únicamente como un reemplazo del ingeniero tradicional, sino más bien como una extensión poderosa que requiere nuevos enfoques para la colaboración, documentación y gestión del ciclo de vida del software. La transparencia, el registro cuidadoso de las decisiones y la integración de prácticas para preservar la memoria y el contexto serán elementos cruciales para un futuro sostenible. Para quienes trabajan en la intersección entre IA y desarrollo de software, la comprensión de estas dinámicas es fundamental.