En un contexto de creciente tensión internacional y desafíos diplomáticos, Corea del Norte ha rechazado contundentemente el llamado realizado por el Grupo de los Siete (G7) para avanzar hacia la desnuclearización en la península coreana. En un comunicado oficial, el Ministerio de Relaciones Exteriores norcoreano dejó claro que no solo mantiene su estatus como estado nuclear, sino que tiene la firme intención de actualizar y fortalecer constantemente su arsenal nuclear, tanto en cantidad como en calidad. Esta declaración reafirma la política nuclear de Pyongyang y sus prioridades estratégicas en un entorno global cada vez más complejo. El trasfondo de esta postura radica en que, en septiembre de 2022, Corea del Norte aprobó una ley que declara formalmente al país como potencia nuclear. La legislación incluso contempla el derecho a un ataque nuclear preventivo para proteger su soberanía y seguridad nacional.
Kim Jong Un, líder norcoreano, calificó esta decisión como irreversible, y posteriormente modificó la constitución del país para institucionalizar el crecimiento constante y permanente de su arsenal nuclear. Así, la desnuclearización, que durante años fue una demanda internacional constante y uno de los objetivos centrales de las negociaciones, se aleja cada vez más de la agenda pragmática del régimen. La reciente declaración norcoreana se produjo justo después de una reunión de los ministros de Relaciones Exteriores del G7 en Charlevoix, Canadá, donde emitieron un comunicado conjunto instando a Pyongyang a abandonar todas sus armas nucleares y programas de misiles balísticos, en concordancia con las resoluciones de Naciones Unidas. Sin embargo, la respuesta oficial de Corea del Norte fue una dura crítica hacia los países del G7, señalándolos como los principales responsables de la inseguridad global y del fracaso del sistema internacional de no proliferación nuclear. En este marco, la Cancillería norcoreana calificó a los países del G7 como una “grupo criminal nuclear” que amenaza la paz mundial, y exigió que renuncien primero a sus ambiciones hegemónicas nucleares antes de cuestionar a otros países.
Este discurso desafiante refleja la posición de Pyongyang de que la tenencia de armas nucleares es un pilar fundamental para garantizar su supervivencia frente a lo que considera amenazas externas, especialmente de Estados Unidos y sus aliados. Para el régimen, el arsenal nuclear es también un mecanismo disuasorio indispensable que protege la soberanía, la integridad territorial y los intereses fundamentales del país, además de contribuir a una estabilidad estratégica regional y mundial. Por otro lado, las tensiones en la península coreana se han incrementado debido a las maniobras militares conjuntas entre Estados Unidos y Corea del Sur, conocidas como ejercicios Freedom Shield. A pesar de que Washington y Seúl insisten en que estos ejercicios son defensivos y rutinarios, Corea del Norte reitera que los considera provocaciones directas y simulacros de invasión. En los días previos a la declaración de Pyongyang, el país norcoreano realizó lanzamientos de misiles balísticos de corto alcance hacia el Mar Amarillo, como muestra de fuerza y advertencia ante lo que llaman un ambiente hostil creado por los ejercicios militares.
El estado estatal norcoreano de noticias, KCNA, describió estos ejercicios conjuntos como acciones “peligrosas e indeseables” que alimentan una situación crítica, cercana a la posibilidad de un conflicto nuclear. La retórica endurecida y las pruebas militares son parte de una estrategia constante para enviar mensajes tanto a sus adversarios como a la comunidad internacional, evidenciando que el régimen se mantiene firme en su rumbo nuclear. A pesar de las sanciones internacionales y la presión diplomática, Pyongyang continúa con sus programas de desarrollo nuclear y de misiles balísticos. Se ha reportado que el líder norcoreano supervisó la construcción del primer submarino estratégico guiado con propulsión nuclear, un avance que podría permitir la capacidad de lanzar misiles nucleares desde plataformas móviles y menos detectables. Aunque los detalles específicos no han sido revelados públicamente, el desarrollo de esta tecnología indica una intención clara de mejorar la movilidad, la capacidad de segunda huelga y la discreción de su arsenal nuclear.
La negativa de Corea del Norte a aceptar las demandas de desnuclearización no solo desafía las resoluciones internacionales, sino que también representa un obstáculo significativo para la estabilidad regional en Asia del Este. La presencia de un arsenal nuclear norcoreano en expansión aumenta la sensación de inseguridad en países vecinos como Corea del Sur y Japón, que a su vez pueden sentirse impulsados a reforzar sus propias defensas y alianzas estratégicas. De esta manera, la seguridad colectiva en la zona se ve amenazada por una dinámica de desconfianza y carrera armamentista. El dilema principal es cómo responder a un estado que considera a sus armas nucleares como su última línea de defensa contra amenazas externas reales o percibidas. La historia de negociaciones entre Corea del Norte y la comunidad internacional ha estado marcada por avances momentáneos que nunca lograron consolidarse, interrumpidos por períodos de escalada y confrontación.
La postura actual del régimen, que insiste en su derecho inalienable a mantener y expandir su arsenal nuclear, dificulta aún más las posibilidades de diálogo y acuerdo. Los países del G7, junto con otros actores regionales e internacionales, continúan evaluando distintas estrategias para manejar la crisis norcoreana. Entre estas estrategias se encuentran el fortalecimiento de sanciones económicas, la diplomacia multilateral, la presión política y, en algunos casos, la preparación militar. Sin embargo, la efectividad de estas medidas es limitada cuando el régimen norteño se muestra dispuesto a asumir costos a cambio de mantener su programa nuclear activo. Para los analistas, el desafío reside en encontrar un equilibrio que disuada a Corea del Norte sin escalar a un conflicto abierto.