En los últimos años, las criptomonedas han pasado de ser una curiosidad tecnológica a un fenómeno financiero global que atrae la atención de inversores, empresas y reguladores por igual. Sin embargo, a medida que este mercado crece y se complejiza, la tarea de su regulación se vuelve cada vez más desafiante. En este contexto, Coinbase, la mayor plataforma de intercambio de criptomonedas en Estados Unidos, ha planteado una propuesta que apunta a mejorar la calidad de la regulación en el sector. La empresa pide que el personal de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) tenga permiso para usar y poseer criptomonedas, argumentando que para regular una tecnología innovadora y disruptiva es indispensable entenderla a fondo y experimentarla directamente. La propuesta de Coinbase surge en un momento clave, justo cuando el gobierno federal estadounidense, bajo la administración del presidente Donald Trump, ha establecido un plazo de 180 días para que las agencias financieras regulatorias presenten propuestas detalladas sobre cómo abordar el fenómeno de las criptomonedas.
Este llamado a regulación ha generado una intensa actividad dentro de la SEC, que ha experimentado un cambio en su postura reciente: de una gestión marcada por acciones estrictas y una serie de demandas contra empresas del sector, a una ronda de dialogo y análisis con líderes del propio mercado cripto. En medio de este proceso, Coinbase ha destacado un aspecto crucial que usualmente pasa desapercibido: la experiencia directa con la tecnología por parte de los reguladores es clave para diseñar reglas que realmente funcionen y no entorpezcan la innovación. Desde la perspectiva de Coinbase, las políticas existentes en la SEC que restringen al personal de la agencia de poseer o utilizar criptomonedas pueden limitar la comprensión real del mercado y sus particularidades. En cartas dirigidas a la Oficina de Ética Gubernamental de Estados Unidos, al presidente de la SEC, Paul Atkins, y a la comisionada Hester Peirce, la empresa subrayó que estas normas podrían ser un obstáculo para una regulación adecuada, que debe estar basada en el conocimiento práctico y no solo en el análisis teórico. El argumento principal que esgrime Coinbase y su director legal, Paul Grewal, es que para regular una tecnología es indispensable dominar su funcionamiento y entender sus riesgos y beneficios en primera persona.
Grewal enfatiza que “para regular la tecnología, es necesario entenderla, y para entenderla, es necesario usarla”. Esta afirmación pone de relieve la brecha que puede existir entre las instituciones reguladoras y un sector tecnológico disruptivo y en constante evolución, si no cuentan con la experiencia práctica necesaria. En el mundo de las criptomonedas, donde la innovación avanza a gran velocidad con nuevos modelos financieros, aplicaciones descentralizadas, contratos inteligentes y soluciones de finanzas abiertas (DeFi), la falta de familiaridad puede llevar a decisiones regulatorias insuficientes o incluso contraproducentes. Así, la propuesta de Coinbase apunta a generar un ambiente donde los reguladores puedan experimentar el uso de criptomonedas, facilitando un diálogo más informado y preciso, que proteja a los consumidores sin frenar el progreso tecnológico. El momento actual en el que Coinbase presenta esta petición resulta estratégico.
La ventana que las autoridades regulatorias tienen para desarrollar un marco normativo específico para la industria cripto está avanzando y, según muchos expertos, es crucial que estas regulaciones sean claras, adaptables y que promuevan tanto seguridad como innovación. La participación activa de los funcionarios de la SEC con la tecnología es una vía para eliminar ambigüedades y para que las nuevas leyes y reglamentos reflejen la realidad técnica y comercial del sector. Por otra parte, la iniciativa de Coinbase también refleja un cambio cultural dentro de la industria financiera y de los entes reguladores. Tradicionalmente, la regulación financiera ha estado concebida bajo paradigmas de mercados centrales, activos tangibles y valores tradicionales, donde el riesgo y la operativa eran entendidos mediante modelos clásicos. Pero las criptomonedas introducen un ecosistema diferente, donde la descentralización, la inmediatez y la tecnología blockchain revolucionan conceptos y prácticas anteriores.
Para adaptarse a esta realidad, los operadores regulatorios deben desconstruir sus concepciones previas y adoptar una mentalidad más tecnológica y práctica. Además, la propuesta de Coinbase puede interpretarse como un llamado a que la agencia regule con una base empírica y funcional, no solo en un marco teórico o de resguardo ético rígido. Si bien es evidente que los reguladores deben evitar conflictos de interés y mantener la integridad del proceso, flexibilizar ciertos aspectos éticos para permitir que el personal experimente con criptomonedas controladamente podría mejorar la calidad del trabajo regulatorio. La industria criptográfica en Estados Unidos se encuentra en un punto de inflexión. La definición de reglas claras impactará no solo la dinámica del mercado interno sino también la competitividad de Estados Unidos a nivel global en este sector.
Si las regulaciones son demasiado estrictas o desinformadas, pueden generar que las empresas se desplacen a otras jurisdicciones más flexibles y favorecedoras de la innovación. Por eso, iniciativas como la planteada por Coinbase cobran relevancia para evitar políticas regulatorias que resulten obsoletas o excesivamente restrictivas. En este sentido, la propuesta no solo beneficia a los operadores dentro del sector, sino también a los consumidores y usuarios finales. Una regulación mejor informada puede traducirse en una protección más efectiva frente a riesgos como fraudes, manipulaciones o errores técnicos. Asimismo, puede fomentar la educación y la confianza del público, aspectos fundamentales para la adopción masiva de las criptomonedas y para la creación de un mercado transparente y estable.
En conclusión, la solicitud de Coinbase para que el personal de la SEC pueda usar criptomonedas representa una invitación a repensar el modo en que las autoridades reguladoras se relacionan con las tecnologías emergentes. Entender profundamente la innovación tecnológica a través de su uso directo no solo facilita la creación de políticas públicas más justas y adecuadas, sino que también evita la brecha entre reguladores y sectores regulados, que a menudo produce conflictos, retrasos y malentendidos. El avance del mercado de criptomonedas no se detiene y la regulación debe adaptarse rápidamente a esta transformación. Permitir que los encargados de regular puedan experimentar y familiarizarse con las criptodivisas es un paso hacia adelante para mejorar este proceso. La experiencia práctica es clave para asegurar que las regulaciones no solo controlen riesgos, sino que al mismo tiempo impulsen la innovación y el crecimiento en un sector que cada día adquiere mayor protagonismo en la economía global.
Este debate anticipa un futuro donde la tecnología y la regulación dialoguen de manera más cercana, pragmática y proactiva. La propuesta de Coinbase podría marcar un precedente para otras agencias regulatorias del mundo que enfrentan el desafío de comprender y normar tecnologías disruptivas y en constante evolución.