En la era digital actual, la programación ha dejado de ser un campo exclusivo para expertos en informática y se ha ido democratizando poco a poco. Aparecen nuevas herramientas y metodologías que prometen hacer que la programación sea accesible para un público mucho más amplio. Una de estas tendencias emergentes es el vibe coding, un concepto que suena prometedor porque sugiere una forma intuitiva, menos técnica, de crear software o videojuegos. Sin embargo, la realidad demuestra que la mayoría de las personas que no son programadores no muestran un gran interés en el vibe coding. ¿Por qué es así? ¿Qué motivos subyacen a esta aparente indiferencia hacia una herramienta tecnológica que podría facilitar la creación digital? Para entender este fenómeno es necesario analizar factores psicológicos, sociales y educativos que influyen en la relación de las personas con la programación y la tecnología en general.
Primero, es fundamental mencionar que el deseo de programar o crear contenido digital no surge únicamente de la facilidad técnica que ofrezca una herramienta. Muchas veces, lo que impulsa a un individuo a involucrarse en la creación de software o videojuegos es la motivación personal, la curiosidad o la necesidad de expresar una idea específica. Para una gran parte de la población, la programación sigue siendo percibida como una actividad compleja, que requiere concentración, cierto nivel de abstracción y paciencia. Incluso cuando se habla de vibe coding, que intenta reducir la barrera técnica, la inercia cultural que asocia la programación con un esfuerzo considerable sigue presente. Un aspecto clave que dificulta la adopción del vibe coding por parte de no programadores es la falta de deseo o interés genuino.
Muchas personas no se sienten llamadas a desarrollar implementaciones técnicas por su propia naturaleza o por sus prioridades en la vida. No se trata únicamente de la habilidad de resolver problemas o de aprender códigos nuevos, sino de la inclinación personal hacia el esfuerzo creativo en áreas tecnológicas. Para quienes tienen esa motivación, aprender a programar en Python, JavaScript o cualquier otra tecnología es un desafío que, a menudo, están dispuestos a aceptar. Pero para muchos otros, aun cuando les ofrecieran interfaces simplificadas o asistidas por inteligencia artificial, esa decisión de sentarse frente a una pantalla y construir algo desde cero no se vuelve una prioridad. Además, la creatividad técnica requiere de una semilla que se cultiva con la experiencia y el aprendizaje continuo.
La programación no es solo memorizar comandos o utilizar un conjunto de herramientas: implica diseñar, planificar y resolver problemas. La creación de un juego, por ejemplo, no se reduce al código; también incluye la concepción de la narrativa, las reglas, la interacción y la estética. Esto hace que la experiencia sea tanto técnica como creativa. Muchos usuarios sin formación en programación no están familiarizados con estos procesos y, por ende, no se sienten preparados para enfrentarlos. En contraste, sectores como la escritura o el arte visual han estado presentes desde la educación escolar básica, lo que hace que millones de personas tengan al menos un contacto inicial con esas formas de expresión, aunque no sean profesionales.
Otro factor a considerar es la saturación de software y aplicaciones disponibles actualmente en el mercado digital. Las personas suelen ser consumidores de tecnología mucho más que creadores. La mayoría prefiere utilizar programas ya existentes para satisfacer sus necesidades o divertirse. La idea de desarrollar un juego propio o una aplicación suele parecer una tarea compleja y, en muchos casos, innecesaria cuando hay soluciones listas para usar. Esto hace que la inversión de tiempo y esfuerzo en aprender vibe coding no tenga un incentivo tangible para la mayoría de los usuarios.
Además, la educación juega un papel central en la formación de actitudes hacia la programación. En muchos sistemas educativos, la programación se enseña desde una perspectiva muy técnica y formal, a menudo vinculada con las matemáticas y la lógica, lo que puede resultar intimidante o poco atractivo para estudiantes que no se sientan atraídos por esas áreas. La integración del concepto de programabilidad en distintas áreas curriculares es todavía incipiente y fragmentada. No es común que niños y jóvenes exploren la creación digital de manera transversal en materias como literatura, arte o estudios sociales. Esta falta de una educación más integral y lúdica en torno a la creación digital limita la cantidad de personas que llegan a familiarizarse con herramientas como el vibe coding y que puedan percibirlas como accesibles y entretenidas.
Sumado a esto, está la percepción social sobre quién debe programar. Existe la creencia, en muchas culturas, de que la programación es un campo exclusivo para especialistas con formación técnica rigurosa. Esta visión puede generar una autoexclusión, donde las personas no programadoras simplemente asumen que no tienen las capacidades necesarias para involucrarse en el desarrollo de software, lo que limita su voluntad para probar nuevas herramientas aunque estas prometan facilitar el proceso. La irrupción de inteligencias artificiales capaces de generar código y contenido ha cambiado un poco las reglas del juego. Herramientas basadas en IA pueden ofrecer fragmentos de programas, prototipos o incluso juegos rudimentarios simplemente a partir de instrucciones escritas.
Sin embargo, para que estos desarrollos funcionen correctamente es necesario que el usuario tenga cierto grado de conocimiento técnico o al menos la habilidad para describir con precisión lo que necesita. Para muchos no programadores, esta precisión en la comunicación resulta desafiante, lo que puede generar frustración o desmotivación al intentar usar estas nuevas tecnologías. En paralelo, el hype o la percepción excesivamente optimista sobre que con vibe coding o herramientas similares cualquiera puede programar de forma profesional puede generar una especie de escepticismo. Usuarios más experimentados a menudo critican estas aproximaciones por la falta de robustez, calidad y mantenibilidad del código generado, lo que podría desalentar indirectamente a quienes empiezan a experimentar con estas metodologías. También existe el riesgo de que se minimice la importancia de procesos esenciales en el desarrollo de software, como las pruebas, el diseño de arquitectura o el pensamiento crítico, aspectos que no desaparecen simplemente porque la herramienta sea más amigable.
La exploración de motivos por los cuales los no programadores no se interesan en el vibe coding no se puede dejar de lado sin considerar el factor tiempo y prioridades personales. Vivimos en sociedades donde el tiempo libre es limitado y los hobbies o actividades de ocio compiten por la atención. Invertir tiempo en aprender una nueva habilidad, como la programación asistida, requiere que esta actividad tenga un significado o recompensa para el individuo. Si no percibe un beneficio directo, ya sea profesional, económico o personal, la inclinación hacia ese aprendizaje puede ser tenue o nula. Finalmente, es importante reconocer que el interés por crear videojuegos u otro tipo de software no es universal ni necesariamente deseable para todos.