En un contexto de creciente escalada militar y tensiones en la frontera entre India y Pakistán, el 7 de mayo de 2025 India llevó a cabo simulacros de apagones en 244 ciudades a lo largo de todo el territorio nacional. Estas maniobras de defensa civil, aunque desconocidas para muchos ciudadanos, juegan un papel fundamental en la estrategia de protección y preparación ante posibles ataques enemistosos o situaciones bélicas, especialmente en áreas fronterizas y ciudades con infraestructuras críticas. El objetivo principal de estos simulacros es familiarizar a la población y a las autoridades con las medidas a adoptar en caso de emergencia real, asegurando una respuesta ordenada y eficiente ante cualquier eventualidad que amenace la seguridad nacional o la integridad de la sociedad. La realización de estos simulacros cobró especial relevancia tras el ataque terrorista en Pahalgam, ocurrido el 22 de abril de 2025 y que resultó en la muerte de 26 civiles. La respuesta militar india respondió con ataques dirigidos a nueve objetivos en territorio paquistaní y en Jammu y Cachemira administrada por Pakistán, lo que desencadenó un incremento en las hostilidades y un aumento notorio en ataques con cohetes y drones.
En este contexto, la necesidad de reforzar la preparación civil y el blindaje de las ciudades más sensibles llevó a la convocatoria de simulacros que incluían apagones o blackouts controlados para poner a prueba la resiliencia del sistema eléctrico y la disciplina ciudadana. Los apagones estratégicos durante conflictos bélicos o situaciones de conflicto son maniobras usadas globalmente debido a su eficacia para dificultar la detección de objetivos por parte del enemigo. Estas medidas consisten en cortar el suministro eléctrico durante largos periodos nocturnos, tanto en ciudades grandes como en localidades críticas próximas a zonas de conflicto, como centrales eléctricas, presas, instalaciones gubernamentales y militares. El protocolo incluye la instrucción a la población para apagar todas las fuentes de luz, incluyendo generadores y sistemas de respaldo, a fin de evitar que las señales luminosas sirvan de guía para las aeronaves o misiles enemigos. De este modo, se reduce considerablemente la capacidad del adversario de identificar y atacar infraestructuras o asentamientos humanos, protegiendo así vidas y bienes.
India tiene antecedentes históricos de aplicación de este tipo de medidas, que remontan incluso a la Segunda Guerra Mundial, cuando la caída de Birmania ante las fuerzas japonesas llevó a tomar precauciones en ciudades vulnerables como Calcuta, que incluyeron apagones y el oscurecimiento de edificios clave. Más adelante, durante las guerras con Pakistán en 1965 y 1971, la práctica se implementó en regiones fronterizas y en grandes ciudades, incluida la capital Delhi, bajo un régimen estricto de apagones nocturnos para prevenir daños causados por ataques aéreos. Curiosamente, en el conflicto de Kargil no se aplicaron apagones debido a la ausencia de estructuras civiles cercanas al frente. Sin embargo, las técnicas y la importancia de los apagones continúan vigentes, adaptándose a las condiciones y amenazas actuales. El impacto de estos apagones simulados y reales en la vida cotidiana de los civiles es profundo y multidimensional.
El corte de luz no solo afecta la movilidad, ya que las personas deben evitar salir de sus hogares durante la noche, sino que también limita las actividades sociales y el funcionamiento de servicios públicos esenciales como el alumbrado urbano, lo que a su vez genera riesgos de seguridad vial y delitos oportunistas. En tiempos en que la comunicación y la conectividad digital son fundamentales, los apagones suelen ir acompañados de cortes en las redes de internet o de comunicación para evitar posibles espionajes o sabotajes, amplificando la sensación de aislamiento y desinformación entre la población. Los servicios de salud enfrentan desafíos significativos durante estos periodos, ya que muchas instalaciones deben operar con energía limitada o respaldo de emergencia, lo que impacta en la atención a pacientes y el suministro de medicinas. Las farmacias y pequeños centros médicos suelen cerrar o restringir su actividad, agregando dificultades adicionales para quienes requieren atención urgente. Este entorno genera un estrés psicológico considerable en la población, que se ve confrontada con la incertidumbre, la ansiedad por la seguridad personal y el futuro, así como la falta de servicios básicos y la interrupción de rutinas diarias.
Desde el punto de vista económico, los apagones prolongados limitan el movimiento nocturno, frenan actividades comerciales y productivas, y pueden conducir a una sensación generalizada de incertidumbre que genera compras de pánico y desabastecimiento. Aunque estos efectos son temporales, su acumulación puede tener repercusiones difíciles de alcanzar económicamente en áreas afectadas por los simulacros o en situaciones de conflicto real. La aparición de tecnologías modernas, como los drones, sensores infrarrojos y satélites con imágenes de alta resolución, plantea interrogantes sobre la efectividad real de los apagones como medida de defensa. Es cierto que estas herramientas permiten a los combatientes y espías detectar objetivos incluso en la oscuridad, lo que reduce la capacidad del apagón de ocultar infraestructuras. No obstante, los apagones mantienen una función clave no solo táctica sino también psicológica: promueven la disciplina civil, fortalecen la cooperación con las autoridades en momentos de crisis, y ayudan a mitigar el pánico social.
En definitiva, aunque la tecnología avanza, estas medidas clásicas siguen siendo parte del entramado de defensa integral. La educación y sensibilización ciudadana sobre la importancia de estos ejercicios y la cooperación necesaria son fundamentales para garantizar su efectividad. La realización regular de simulacros ofrece un espacio para practicar sistemas de alerta, respuesta coordinada y manejo de crisis. Además, estas acciones refuerzan el sentido de comunidad y responsabilidad social, aspectos indispensables en sociedades expuestas a riesgos geopolíticos y ataques indirectos. En un mundo donde la seguridad nacional se enfrenta a amenazas cada vez más sofisticadas, combinar la tecnología con estrategias tradicionales como los apagones demuestra un enfoque holístico.
La preparación constante y la comunicación abierta entre gobiernos y ciudadanos ayudan a construir una sociedad más resiliente frente a las incertidumbres militares y políticas. India, al enfrentar la delicada situación con Pakistán, ha mostrado con la convocatoria y realización de simulacros de apagones una clara voluntad para mantenerse preparada ante posibles eventualidades. Este ejercicio permite no solo evaluar la robustez del sistema eléctrico y de respuesta civil, sino también fortalecer el espíritu nacional ante desafíos que ponen en riesgo la estabilidad y la seguridad. En resumen, los simulacros de apagones del 7 de mayo de 2025 representan mucho más que una interrupción del servicio eléctrico. Son parte de la estrategia integral de defensa civil, que incluye preparación psicológica, coordinación institucional, protección de infraestructuras y la salvaguarda de vidas humanas.
Aunque el avance tecnológico minimice la eficacia táctica en algunos aspectos, la importancia de estos ejercicios radica en fomentar la disciplina, reducir el pánico y evitar daños mayores en caso de conflicto real. La historia y la experiencia colectiva avalan la continuidad de estas prácticas en contextos con alta complejidad geopolítica, donde la defensa del territorio y la seguridad ciudadana están siempre en juego.