En el inicio del año 2025, el mercado inmobiliario estadounidense enfrenta lo que expertos califican como una tormenta perfecta que podría afectar severamente la temporada de compra de viviendas durante la primavera. Varias fuerzas convergen para disminuir la accesibilidad y confianza en este sector, afectando a constructores, compradores y vendedores por igual. El resultado es una dinámica de mercado que podría traducirse en una recuperación lenta y una desaceleración en las ventas y nuevas construcciones. Uno de los factores fundamentales que contribuyen a esta situación es la debilidad en la construcción de nuevas viviendas. Los datos recientes publicados por el Buró del Censo de Estados Unidos revelan una caída significativa en los permisos y comienzos de construcciones unifamiliares.
En marzo, se registró una disminución del 2 % en los permisos comparado con el mes anterior, mientras que los inicios de construcción cayeron un 14.2 %, marcando la mayor caída mensual desde abril de 2020. Esta reducción no solo indica un menor interés de los constructores debido a las condiciones económicas actuales, sino que además limita la oferta disponible para los compradores potenciales. La demanda también se ha visto menguada, evidenciando un cambio notable en el comportamiento del consumidor. Factores macroeconómicos como el miedo a una posible recesión y la incertidumbre laboral han llevado a un aumento en la cautela entre quienes planean adquirir una vivienda.
Una encuesta reciente de Redfin muestra que casi un cuarto de los estadounidenses ha cancelado planes para grandes compras, incluyendo hogares y vehículos. Esta actitud refleja una preferencia por la liquidez y la prudencia financiera en un contexto donde el coste de la vida sigue incrementándose. A esta realidad se suman las altas tasas de interés, que impactan directamente en el costo de financiamiento para los compradores de vivienda. Cuando las tasas hipotecarias ascienden, el gasto mensual requerido para sostener un préstamo se incrementa considerablemente, reduciendo el poder adquisitivo de los hogares. Las tasas se han mantenido en niveles elevados tras las decisiones de política monetaria para controlar la inflación, generando un freno para muchos interesados en ingresar al mercado inmobiliario.
Este fenómeno provoca que numerosos potenciales compradores posterguen sus compras ante la posibilidad de que los precios bajen en el futuro cercano. El caos en torno a los aranceles también juega un papel crucial en la complejidad del mercado. La incertidumbre derivada de cambios frecuentes en políticas comerciales y la imposición de tarifas afectan no solo el costo de materiales de construcción importados, sino que repercute en los plazos y costos totales de las obras. La resultante es un incremento en los gastos para las empresas constructoras, lo que a su vez podría trasladarse a precios más altos para los consumidores o a una reducción en la cantidad de proyectos iniciados. El impacto combinado de estos factores ha provocado una caída notable en las ventas netas y las ganancias de grandes constructores como D.
R. Horton, la mayor empresa de construcción de viviendas en Estados Unidos. La compañía reportó una disminución del 15 % en sus órdenes netas año con año, y advirtió que el segundo semestre fiscal dependerá en gran medida de la fortaleza de las ventas durante la primavera y el verano. Este tipo de pronósticos refleja la incertidumbre y los riesgos que atraviesa la industria. Además, existe un fenómeno psicológico que influye en el dinamismo del mercado.
Vendedores y compradores están atrapados en una especie de espera estratégica: los primeros temen que sus propiedades pierdan valor en los próximos meses, mientras que los segundos dudan en realizar ofertas en un contexto donde se anticipan posibles reducciones en los precios. Esta parálisis contribuye a que la rotación de viviendas sea más lenta y a que los inventarios se mantengan elevados. La desaceleración también afecta a inversores y a los mercados financieros relacionados con bienes raíces. Fondos privados y préstamos respaldados por activos residenciales observan con cautela las señales de mayor riesgo y volatilidad. La reducción en la actividad de compra limita la generación de ingresos y el desempeño de este tipo de inversiones, lo cual podría incidir en la disponibilidad de crédito en el futuro cercano.
En términos macroeconómicos, la situación inmobiliaria es un reflejo de las presiones económicas más amplias que enfrentan los consumidores en Estados Unidos. La inflación persistente impacta los gastos cotidianos, desde alimentos hasta servicios básicos, erosionando la capacidad de ahorro para el pago inicial de viviendas. A esto se suma la creciente inquietud sobre la seguridad laboral y estabilidad de ingresos, especialmente en sectores vulnerables o donde la automatización y los cambios estructurales son evidentes. Los analistas advierten que, salvo cambios significativos en las políticas públicas o en las condiciones macroeconómicas, la temporada de compras de primavera podría terminar siendo una de las más lentas en años recientes. Esto invita a los interesados a replantear sus estrategias y considerar alternativas de financiamiento, así como a evaluar con detenimiento la elección de propiedades y ubicaciones que ofrezcan valor y estabilidad a largo plazo.