La confianza en las instituciones es un pilar fundamental para la estabilidad política, la gobernanza y el desarrollo social de cualquier país. En África, un continente rico en diversidad cultural y política, entender en quién confían sus ciudadanos revela claves esenciales para comprender las dinámicas sociales y el rumbo futuro de sus naciones. Estudios recientes, particularmente la amplia investigación realizada por Afrobarometer en 39 países africanos, han puesto en evidencia una tendencia preocupante: la confianza en las instituciones estatales ha declinado notablemente en la última década. Lo paradójico es que, frente a esta erosión de credibilidad, el ejército emerge como uno de los pocos actores estatales que aún conserva una confianza considerable, superando a figuras y organismos tradicionales del estado como la presidencia, el parlamento y la policía. Las razones detrás de esta pérdida significativa de confianza en las instituciones políticas y judiciales son multifacéticas.
La percepción popular apunta a problemas de corrupción, falta de transparencia y desconexión con las necesidades reales de la población como factores esenciales. La presidencia, el parlamento, los puestos judiciales y las fuerzas policiales tradicionalmente deberían ser garantes del orden y el desarrollo, sin embargo, los africanos los ven cada vez más como entes ineficaces, poco responsables y en ocasiones, fuentes de opresión o injusticia. Esta situación no solo mina la legitimidad de los gobiernos, sino que también deteriora la confianza necesaria para una gobernanza efectiva y pacífica. Contrariamente a esta visión crítica hacia las entidades políticas, el ejército goza de una imagen relativamente positiva y una confianza que supera el 60% en promedio según el estudio de Afrobarometer. Este hecho puede parecer contradictorio ante la historia de golpes de estado y dictaduras militares en el continente, pero se explica en parte por la naturaleza del contacto con la población.
El ejército, a diferencia de la policía, no está tan presente en la vida cotidiana de los ciudadanos y suele aparecer en situaciones de crisis o como garante de la soberanía nacional, lo que contribuye a una imagen de estabilidad y protección. Asimismo, en muchos países africanos, el ejército ha sido protagonista de transiciones políticas, lo que puede influir en que la población perciba sus intervenciones como necesarias o incluso salvadoras en contextos de crisis. Al mismo tiempo, los líderes religiosos y tradicionales mantienen un nivel sólido de confianza, con cifras que en algunos países superan el 90%. Esto refleja el peso cultural que estas figuras tienen en las comunidades africanas y su papel como mediadores sociales y espirituales. La fe y las tradiciones suelen ser anclas en medio de la incertidumbre política y económica, por lo que no es sorprendente que estas instituciones informales reciban mayor respaldo que muchas de las formales.
La influencia de estas entidades también tiene implicaciones políticas, ya que su respaldo o rechazo pueden moldear la aceptación social de decisiones gubernamentales y procesos electorales. Las diferencias regionales son también significativas. África oriental y occidental reportan niveles de confianza más altos comparados con África central, meridional y norteafricana. Estas disparidades pueden asociarse a distintos grados de estabilidad política, desarrollo económico y experiencias históricas variadas. Por ejemplo, países como Tanzania, Níger y Burkina Faso registran la mayor confianza en sus instituciones, mientras que naciones como Gabón, Esuatini y Santo Tomé y Príncipe se sitúan en el extremo opuesto del espectro, mostrando niveles alarmantes de desconfianza.
Esta crisis de confianza tiene consecuencias profundas. Cuando los ciudadanos no creen en la eficacia o integridad de sus gobiernos, aumenta la apatía política, la desafección y, en muchos casos, la probabilidad de conflictos o desobediencia civil. Además, sin confianza, la implementación de políticas públicas se vuelve más difícil y el progreso en áreas clave como la educación, salud, justicia y seguridad se ralentiza considerablemente. Por ello, la restauración de la confianza debe ser un objetivo prioritario para cualquier gobierno que desee legitimidad y estabilidad. Para lograr recuperar la confianza perdida, es necesario enfocarse en la transparencia, la lucha contra la corrupción y la eficiencia institucional.
Promover gobiernos que rindan cuentas y sean accesibles a la población es esencial. Mejorar los servicios públicos y garantizar un trato justo, especialmente en la justicia y la seguridad, puede fortalecer el vínculo entre las instituciones y los ciudadanos. Además, reconocer el papel de las instituciones tradicionales y religiosas como actores clave en la gobernanza puede aportar soluciones innovadoras que respeten las particularidades culturales y sociales de las diferentes regiones. Aunque el ejército goza actualmente de confianza, es fundamental que esta institución mantenga su rol constitucional sin traspasar límites que puedan desestabilizar la democracia o atropellar derechos ciudadanos. La confianza militar debe basarse en la garantía de seguridad y defensa, no en la perpetuación del poder a través de medios no democráticos.
El rechazo popular mayoritario a los golpes de estado señala que la población valora un orden político legítimo y estable, aunque la desconfianza hacia otras instituciones genere confusión sobre cuál actor representa la esperanza de un futuro mejor. En conclusión, entender en quién confían los africanos ofrece un diagnostico claro de los retos que enfrenta el continente. La pérdida de credibilidad en las instituciones estatales tradicionales exige una reflexión profunda y estrategias renovadas que incorporen tanto reformas institucionales como la valorización de los actores sociales y culturales que constituyen la base de la confianza pública. Solo a través de un compromiso genuino con la transparencia, la inclusión y la eficacia, los países africanos podrán fortalecer el vínculo entre estado y sociedad y construir sociedades más justas, estables y prósperas.