A medida que nos adentramos en la recta final de 2023, la economía de Estados Unidos ha sorprendido a muchos observadores al mostrar signos de resistencia y estabilidad. A pesar de las preocupaciones iniciales de que el país podría enfrentar una recesión inevitable, analistas y economistas han comenzado a vislumbrar un escenario más optimista. Sin embargo, se cierne sobre este panorama una posible amenaza: un cierre del gobierno que podría poner en peligro la recuperación económica que tantos han estado ansiosos por mantener. Desde enero, las predicciones apuntaban a un posible descenso de la economía estadounidense. Factores como la alta inflación, las tasas de interés crecientes y las tensiones geopolíticas suscitaron temores de que los días de crecimiento podrían estar contados.
Sin embargo, en las últimas semanas, datos sobre el mercado laboral han revelado que el desempleo se mantiene bajo, mientras que la inflación parece estar moderándose, lo que sugiere que, efectivamente, la economía ha encontrado una especie de equilibrio. Estos elementos han llevado a muchos economistas a considerar que 2023 podría terminar sin una recesión, siempre y cuando se mantenga el impulso actual. Janet Yellen, Secretaria del Tesoro de EE. UU., ha sido una voz prominente en el análisis de la situación económica.
En una reciente aparición en programas de noticias financieras, Yellen afirmó que no observa señales de que la economía esté en peligro inminente de colapso. Destacó la solidez del mercado laboral y la moderación de la inflación como indicativos de una economía que puede evitar una caída brusca. Sin embargo, Yellen lanzó una advertencia contundente: un cierre del gobierno podría cambiar el rumbo de esta narrativa positiva. El plazo para que el Congreso pase nuevos financiamientos se aproxima rápidamente. El 30 de septiembre se ha establecido como la fecha límite, y el temor a un cierre de gobierno es palpable.
Las lecciones del pasado están frescas en la memoria de muchos; el cierre más prolongado en la historia de EE. UU. ocurrió en 2018 y 2019, cuando el gobierno estuvo cerrado durante 35 días, causando estragos en varias industrias y afectando la economía en su conjunto. Tal catástrofe podría repetirse si los legisladores no logran llegar a un acuerdo. Goldman Sachs también se unió al debate, advirtiendo que un cierre del gobierno, junto con las huelgas en Hollywood y entre los trabajadores de la industria automotriz, podría tener un impacto negativo en el ya frágil optimismo económico.
Sin embargo, un equipo de estrategas de la firma aseguró que cualquier desaceleración resultante sería “superficial y de corta duración”. Aún así, la incertidumbre que rodea a estos eventos continúa siendo un peso sobre el espíritu empresarial y la confianza del consumidor. La dinámica política en torno a la posible crisis de financiación no se puede ignorar. Con las elecciones de 2024 cada vez más cercanas, tanto el Partido Demócrata como el Republicano están en una encrucijada. Algunas facciones dentro del partido republicano han sugerido que el financiamiento del gobierno debería estar vinculado a una investigación de juicio político contra el presidente Biden.
Esta situación podría complicar aún más el proceso de negociación y llevar al país hacia un cierre que, tal como advirtió Yellen, podría destruir cualquier momento de crecimiento que la economía esté disfrutando. En el otro extremo de la balanza, hay quienes argumentan que el enfoque en el juicio político podría ser la vía para desbloquear un consenso bipartidista y evitar el cierre. La necesidad de evitar una crisis podría motivar a algunos legisladores a poner a un lado sus diferencias y trabajar en conjunto. Sin embargo, la falta de confianza entre los partidos ha sido una constante, lo que plantea interrogantes sobre si se podrá alcanzar un acuerdo favorable. Un cierre de gobierno no es solo un problema para los funcionarios públicos; sus efectos pueden reverberar en la economía en general.
Desde la reducción del gasto federal hasta la paralización de servicios esenciales, las consecuencias podrían ser devastadoras para los sectores que dependen del financiamiento gubernamental. Ante este sombrío escenario, la posibilidad de que la economía, que ha estado mostrando señales de vida, se vea afectada de manera significativa queda plenamente abierta. El impacto del cierre del gobierno podría ser particularmente agudo entre las pequeñas empresas, que ya están luchando por ajustarse a un entorno económico desafiante. Un descenso abrupto en la actividad económica podría forzar a muchas a cerrar sus puertas, afectando no solo a los propietarios de negocios, sino también a los empleados que dependen de esos trabajos para sus sustento diario. Además, la incertidumbre generada por una crisis de financiamiento podría disminuir el consumo, lo que dañaría aún más la economía.
Con todo, el mensaje de los economistas es claro: la vigilancia y la prudencia son fundamentales. Aunque los datos actuales apuntan hacia una posible evitación de la recesión, la volatilidad política y las decisiones inminentes del Congreso podrían cambiar radicalmente el camino hacia el que se dirige el país. Mientras que la economía estadounidense ha tenido éxito en mantenerse a flote, la amenaza de un cierre gubernamental podría convertirse en la tormenta perfecta que desate un período de incertidumbre y dificultad. En resumen, el futuro económico de EE. UU.