En los últimos años, el panorama de inversión en tecnología ha experimentado una metamorfosis significativa impulsada por cambios políticos y comerciales globales. La imposición de aranceles por parte del gobierno estadounidense, encabezado en su momento por la administración Trump, ha obligado a los inversionistas a reevaluar sus estrategias, particularmente en el ámbito del capital de riesgo. Esta nueva realidad ha marcado un giro importante en la forma en que se identifican oportunidades y se determinan prioridades para invertir en startups y empresas tecnológicas. Dana Settle, cofundadora y socia gerente de Greycroft, uno de los fondos de capital de riesgo más veteranos en Silicon Valley, ha sido una voz destacada en señalar cómo estas dinámicas han cambiado el enfoque de los inversores. Settle explica que durante más de diez años, la pauta en las inversiones se centraba en la posibilidad de una expansión global, evaluando si las startups tenían un mercado total direccionable (TAM) a nivel mundial.
En esta etapa, la inclusión o exclusión de China como parte de ese mercado global era una consideración pero no decisiva. Sin embargo, la llegada de una política comercial más proteccionista y la imposición de aranceles han alterado esta visión. Ahora, el foco se ha desplazado a la necesidad imperiosa de consolidar una posición dominante en el mercado estadounidense antes de pensar en otros territorios. Esta concentración en lo local responde a la creciente incertidumbre y la fragmentación del mercado global, que dificulta la internacionalización rápida y eficiente de muchas startups. Los aranceles y la guerra comercial presionan para que las cadenas de suministro se replanteen, encareciendo costos y ralentizando los procesos que antes parecían fluidos e integrados a nivel global.
Para Greycroft, que ha invertido en empresas como Bumble, Venmo y Epic Games, este cambio implica una mayor cautela, pero también un reafirmar las apuestas en sectores con alto potencial para generar valor incluso en un entorno adverso. En particular, la inteligencia artificial emerge como un campo decisivo para la inversión. Según Settle, el interés por la IA no solo no se detiene, sino que se intensifica porque las empresas están bajo presión para optimizar operaciones y aumentar la eficiencia frente a las incertidumbres económicas y comerciales. La inteligencia artificial se presenta como una herramienta crítica para la resiliencia organizacional. Con una economía marcada por la volatilidad y la reconfiguración de las relaciones comerciales internacionales, las compañías buscan maneras de reducir costos operativos, automatizar procesos y mejorar la toma de decisiones.
Esto genera una ola de adopción de tecnologías AI en sectores tan variados como la atención al cliente, el análisis de datos y la producción industrial. La nueva realidad del capital de riesgo también se refleja en la dinámica del mercado público. En 2025, muchas compañías tecnológicas que planeaban su salida a bolsa han retrasado o cancelado sus IPOs, un reflejo directo de la volatilidad y las presiones que generan los aranceles. Empresas reconocidas y esperadas como Klarna, Chime y eToro mantienen sus planes en pausa, anticipando condiciones más favorables para sacar valor de sus salidas al mercado bursátil. Esto afecta el ecosistema de financiamiento y desarrollo, ya que el público inversor se vuelve más exigente y selectivo.
Por otro lado, las startups en etapas tempranas enfrentan mayores retos para obtener capital. Los inversionistas se muestran más estrictos, buscando proyectos con modelos sólidos y perspectivas claras de liderazgo en mercados atractivos, especialmente en EE.UU., a diferencia de la apertura global y diversificada que caracterizó la última década. La narrativa de la globalización económica se ve desplazada por una tendencia hacia la regionalización, acentuada por las políticas proteccionistas y las preocupaciones geopolíticas.
Este escenario golpea también a la innovación tecnológica, que permanece vital para la economía, pero que ahora debe adaptarse a un contexto con barreras y mayores costos. La cadena de suministro, que anteriormente se extendía sin fricciones por Asia, América y Europa, debe reestructurarse para reducir dependencia y riesgos derivados de conflictos comerciales o interrupciones logísticas. Esta realineación tiene impactos profundos en la estructura de costos y en la velocidad con que se desarrollan y escalan los negocios tecnológicos. Por su parte, Greycroft mantiene una estrategia disciplinada y enfocada en calidad, buscando oportunidades que ofrezcan ventajas competitivas sostenibles y que sean capaces de prevalecer en el mercado estadounidense. Esta postura refleja una adaptación pragmática y una reacción ante la incertidumbre política y económica, priorizando solidez sobre la expansión acelerada.
Adicionalmente, la experiencia de Dana Settle y su equipo subraya que el camino hacia la recuperación y el crecimiento en este nuevo entorno pasa por la profundidad tecnológica y la especialización en sectores disruptivos. La inteligencia artificial no es solo una moda pasajera, sino la clave que permite a las empresas navegar con mayor eficiencia y adaptabilidad los desafíos impuestos por los aranceles y las tensiones comerciales. La transformación del ecosistema de inversión en tecnología también se observa en la manera en que los inversionistas líderes responden al contexto global. La globalización como mantra comienza a fragmentarse y renace la mentalidad territorial, que pone a Estados Unidos como el mercado esencial y prioritario. Esta dinámica aún está en desarrollo, pero plantea que las políticas comerciales y regulatorias tendrán un papel determinante en la arquitectura futura del sector tecnológico.
La situación también revela cómo la política afecta directamente el flujo de capital y la innovación. Las decisiones gubernamentales sobre aranceles y comercio internacional se traducen en modificaciones profundas de estrategia para los organismos inversores. Esta relación directa obliga a los fondos de capital de riesgo a permanecer más atentos a señales macroeconómicas y políticas, ajustando sus hipótesis de inversión de forma constante. En resumen, los aranceles han desencadenado una reflexión profunda entre los inversionistas de tecnología. El cambio va desde la reevaluación del mercado total direccionable hacia una estrategia centrada en la supremacía local, pasando por una mayor exigencia para las nuevas empresas y una fuerte apuesta por la inteligencia artificial como motor de eficiencia y crecimiento.
Este replanteamiento no implica un retroceso para el sector tecnológico, sino una adaptación necesaria ante un entorno más complejo y fragmentado. El futuro del capital de riesgo en tecnología, según la visión de Dana Settle, probablemente estará marcado por un equilibrio entre cautela estratégica y audacia tecnológica. La necesidad de liderar en un mercado estadounidense cada vez más importante y regulado, combinada con el aprovechamiento de la inteligencia artificial, definirá qué empresas lograran atraer capital, crecer y provocar impacto. En esta nueva era post-globalización, la innovación continuará siendo clave, pero bajo reglas y escenarios distintos, donde la resiliencia y la especialización serán los factores más valorados. La crisis provocada por los aranceles ha llevado a una transformación ineludible que obliga a repensar la forma tradicional de invertir, crecer e innovar.
Si bien presenta retos significativos, también abre la puerta para que surjan proyectos más sólidos, enfocados y eficientes, capaces de moldear un futuro tecnológico fuerte y adaptado a las necesidades de un mundo irreversiblemente cambiante.