En un momento en que las temperaturas extremas se vuelven cada vez más comunes debido al cambio climático, una alarmante realidad emerge: miles de estadounidenses están sufriendo y, en muchos casos, incluso perdiendo la vida debido a la falta de acceso a sistemas de refrigeración. Mientras que el gobierno federal destina miles de millones de dólares para ayudar con los gastos de calefacción, la financiación para la refrigeración sigue siendo casi inexistente. ¿Por qué se ignora un problema que ha demostrado ser mortal? El acceso a aire acondicionado se ha convertido en una cuestión de vida o muerte en muchos lugares de Estados Unidos, donde el cambio climático ha desatado olas de calor sin precedentes. Sin embargo, las políticas federales continúan viendo el calor extremo como una incomodidad, en lugar de un peligro serio. Un reciente análisis indica que, desde 2019, se han registrado más de 201,000 eventos de calor extremo en el país, lo que representa un aumento considerable en comparación con las cifras de hace tres décadas.
Sin embargo, el gobierno federal parece estar completamente desorientado en su respuesta a esta crisis. Los programas existentes, que fueron diseñados en su mayoría en la década de 1970, priorizan la calefacción, ignorando las necesidades de refrigeración. De acuerdo con un informe de E&E News, las políticas de asistencia energética, que han distribuido más de 142 mil millones de dólares, han penalizado a los estados cálidos. Por ejemplo, mientras que Arizona, Florida y Hawaii han recibido solo un promedio de 131 dólares por persona, estados como Maine y Vermont han contado con una asignación mucho más generosa, promediando 982 dólares por habitante. Esta disparidad en la asignación de fondos se ha traducido en consecuencias mortales.
En el año pasado, más de 2,300 personas murieron en EE. UU. a causa del calor extremo, y la mayoría de estas muertes ocurrieron en el interior de los hogares, donde se suponía que las personas deberían estar a salvo. Un estudio de la CDC reveló que la falta de acceso a aire acondicionado es uno de los mayores factores de vulnerabilidad al calor. Sin embargo, el gobierno sigue excluyendo a las inversiones en refrigeración de sus políticas de asistencia.
Un ejemplo de esta brecha es el programa de Asistencia de Energía para Hogares de Bajos Ingresos (LIHEAP), que solo ha destinado un 7% de sus recursos para ayudar a las familias de bajos ingresos con el aire acondicionado desde su creación en 1981. En contraste, el 71% se ha utilizado para cubrir gastos de calefacción. Mientras que los hogares con ingresos más altos tienden a tener acceso a sistemas de refrigeración eficientes, los hogares de bajos ingresos se ven obligados a vivir en condiciones insalubres, y en muchos casos, prefieren no encender sus aires acondicionados debido a la preocupación por los costos de energía. La falta de aire acondicionado no solo se ha vuelto un lujo, sino una necesidad básica en las regiones más cálidas del país. El Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) no cubre las facturas de aire acondicionado para residentes de viviendas públicas, lo que significa que muchos residentes enfrentan decisiones difíciles durante las olas de calor.
El director adjunto de HUD ha reconocido que esta exclusión se debe a una percepción errónea de que el aire acondicionado es un lujo y no una necesidad en situaciones extremas. En varios estados, especialmente en Arizona, los datos sobre muertes relacionadas con el calor son alarmantes. Desde 2011, más de 800 muertes relacionadas con el calor han sido registradas en el condado de Maricopa, a pesar de que muchos de los fallecidos contaban con aire acondicionado en sus hogares. La investigación reveló que un gran porcentaje de estas muertes se debió a unidades de aire acondicionado que estaban inoperativas o apagadas. Un estudio mostró que, tras una ola de calor en el área de Portland, Oregón, el 85% de las muertes por calor en el hogar ocurrió en residencias sin aire acondicionado.
La falta de un enfoque de emergencia orientado hacia el calor extremo se traduce en un abandono de aquellos más vulnerables en nuestra sociedad. La inacción gubernamental se refleja en la falta de programas de prevención y ayuda económica para garantizar que todos tengan acceso a condiciones de vida seguras durante los meses más cálidos del año. Mientras tanto, la administración Biden ha estado implementando incentivos y regulaciones para combatir el cambio climático, pero estos esfuerzos no se extienden adecuadamente a la crisis de calor. Aunque se han promovido medidas de protección en lugares de trabajo y se han ofrecido cientos de miles de millones de dólares en financiamiento verde, el enfoque radica más en la mitigación de emisiones y el apoyo a tecnologías de energía renovable. Sin embargo, la desconexión entre las iniciativas climáticas y las políticas de salud pública es evidente.
La crisis de salud provocada por el calor extremo debería ser considerada una prioridad, especialmente cuando las investigaciones han dejado claro que la mayoría de las muertes por calor ocurren dentro de los hogares. Un análisis de datos históricos muestra que más del 60% de las muertes relacionadas con el calor ocurren en interiores, destacando la urgencia de abordar la necesidad de refrigeración en las políticas públicas. Existen voces que abogan por un cambio profundo en la manera en que se aborda el calor extremo en EE. UU. Los legisladores de estados con climas cálidos están empezando a presionar por cambios en la distribución de fondos del LIHEAP.