En el mundo de las inversiones, una de las primeras preguntas que muchos inversores hacen es si están pagando demasiado por la gestión de su dinero. Un reclamo habitual es que pagar una comisión del 1% anual a un asesor financiero puede parecer injusto, especialmente cuando los rendimientos obtenidos no son espectaculares o cuando la rentabilidad parece devorada por esa misma comisión. Por ejemplo, si un inversor obtiene un retorno del 4% en dividendos, pagar un 1% en comisiones significa que está perdiendo una cuarta parte de ese rendimiento, lo que puede generar una sensación de que el costo no justifica el servicio. Pero, ¿es realmente así? ¿Es justa una comisión del 1% si sentimos que estamos perdiendo el 25% de nuestra rentabilidad? Para responder a esto, es necesario analizar el papel que juega un asesor financiero, cómo funcionan las comisiones, el rendimiento real de las inversiones y el valor intangible que puede aportar un profesional en finanzas. En primer lugar, es importante entender que la comisión del 1% no es un porcentaje aplicado sobre las ganancias netas, sino un porcentaje que generalmente se cobra sobre el total del capital gestionado.
Esto significa que la comisión se paga independientemente de si el valor del portafolio sube o baja. Por ello, en años con bajo rendimiento o en periodos bajistas del mercado, la percepción de que se está “perdiendo” esa cantidad puede ser mayor, mientras que en periodos de alta rentabilidad, el impacto relativo de la comisión suele ser menor o más fácil de justificar. Además, aunque parezca sencillo evaluar el valor de contratar un asesor financiero solamente en términos porcentuales —el retorno menos la comisión— esta forma de calcular el coste-beneficio puede ser demasiado simplista. Los mercados financieros son volátiles y los rendimientos no solo varían con el tiempo, sino que están sujetos a múltiples factores externos que están fuera del control tanto del inversionista como del asesor. Un buen asesor financiero no sólo busca maximizar las ganancias, sino también gestionar el riesgo, cuidar la diversificación del portafolio y asegurarse de que los objetivos financieros personales del cliente se mantengan alineados con las decisiones de inversión.
Muchos inversores esperan que los asesores puedan superar el rendimiento promedio del mercado de manera consistente. Sin embargo, la realidad es que incluso los profesionales más experimentados luchan por hacerlo a mediano y largo plazo. Estudios financieros, como el “Persistence Scorecard” de S&P Global, evidencian que los gestores activos rara vez pueden mantener rendimientos superiores a los del mercado después de descontar comisiones y costos. Por tanto, el objetivo de la mayoría de los asesores no es superar el mercado de manera constante, sino ofrecer una estrategia equilibrada que permita al cliente alcanzar sus metas financieras con un nivel de riesgo manejable. Por eso, juzgar la comisión del 1% sólo en función de lo que parece “perderse” del retorno puede ser engañoso.
Un asesor con una tarifa estándar puede estar proporcionando valor que no se refleja inmediatamente en términos de rendimiento financiero, pero que resulta clave para la salud financiera a largo plazo del cliente. Esto incluye la planificación financiera integral, asesoramiento en ahorro para la jubilación, planificación fiscal, manejo de deudas, preparación para eventos inesperados y la educación financiera continua. Una propuesta interesante que algunos inversores consideran es que la comisión se base en el crecimiento o incremento de los dividendos específicamente, en lugar de en el total del capital gestionado. Esta idea sugiere que el asesor debería cobrar un porcentaje sólo cuando el rendimiento en dividendos aumenta, evitando el pago de honorarios en años menos exitosos o cuando el retorno es bajo. Aunque parece justo a primera vista, aplicar un modelo de comisión sólo basado en los dividendos puede presentar desafíos prácticos.
Las inversiones generan rendimientos de múltiples formas, y centrarse exclusivamente en los dividendos podría distorsionar la forma en que se maneja el portafolio o limitar las oportunidades de crecimiento a largo plazo que no se reflejan en dividendos inmediatos. Las estructuras de compensación y comisiones varían mucho en la industria financiera. Algunos asesores trabajan con tarifas planas, otros con un porcentaje del patrimonio gestionado y otros con modelos basados en comisiones por transacción o tarifas por hora. Esta diversidad refleja que no existe un esquema único que funcione para todos los tipos de inversores y su situación particular. Elegir un asesor que se ajuste a los objetivos, tolerancia al riesgo y expectativas personales es fundamental para sentir que la comisión pagada está justificada.
Otro aspecto a considerar es el impacto psicológico y emocional de contar con un asesor financiero. Muchos inversores sin experiencia tienden a tomar decisiones precipitadas ante la volatilidad del mercado, vendiendo en pérdidas o comprando en momentos inoportunos. Un buen asesor actúa como guía y apoyo que ayuda a mantener la disciplina financiera, reducir el estrés y evitar errores que podrían costar mucho más que la comisión anual. Este valor intangible es difícil de medir en números, pero puede tener un efecto poderoso en el éxito financiero a largo plazo. En definitiva, la pregunta sobre si una comisión del 1% es justa o no depende fuertemente del contexto, la calidad del servicio y la percepción individual.