En un mundo cada vez más dominado por la tecnología y la inteligencia artificial, entender cómo los algoritmos pueden influir en nuestras decisiones se ha convertido en una preocupación central tanto para investigadores como para la sociedad en general. Un enfoque emergente y fascinante es el uso de la atracción innata de los seres humanos hacia los patrones y la regularidad para moldear conductas y preferencias, incluso cuando estas no son óptimas desde la perspectiva de la maximización de beneficios. Este fenómeno, apoyado por recientes investigaciones científicas, ofrece una ventana al funcionamiento profundo de la mente humana y su interacción con sistemas diseñados para influenciar de manera sutil pero efectiva. Desde tiempos inmemoriales, los humanos han demostrado una propensión casi inconsciente a detectar regularidades en su entorno. Esta habilidad no solo es crucial para la supervivencia, sino que también está profundamente arraigada en nuestros procesos cognitivos.
Por ejemplo, desde la infancia, aprendemos a predecir eventos a partir de patrones sensoriales repetitivos, lo que nos proporciona una sensación de control y seguridad frente a un mundo impredecible. Investigaciones recientes han profundizado en cómo esta atracción a la regularidad no solo afecta nuestras percepciones, sino que también puede ser explotada para influir en decisiones concretas. Un estudio innovador que ganó relevancia en 2025 mostró cómo un algoritmo llamado RaCaS (Regularity as Carrot and Stick) pudo sesgar las elecciones de miles de participantes hacia una opción específica mediante la presentación gradual y predecible de recompensas, haciendo que el patrón estructurado resultara mucho más atractivo y preferido a pesar de que no ofrecía mayores beneficios económicos. RaCaS se basa en la idea de que la búsqueda y mantenimiento de una estructura previsiblemente regular es intrínsecamente reforzante para los seres humanos. Al asignar recompensas de manera intermitente pero regular a una opción, el algoritmo fomenta la repetición de esa elección.
Por el contrario, la interrupción del patrón actúa como un castigo epistémico, disuadiendo la exploración de las opciones alternativas. Este mecanismo crea un ciclo de retroalimentación negativa que fortalece la preferencia por el patrón establecido incluso frente a la evidencia objetiva que podría indicar que otras opciones son más rentables. Esta tendencia a favorecer la regularidad incluso cuando resulta desventajosa plantea interrogantes sobre la suficiencia de los modelos clásicos de toma de decisiones basados únicamente en el aprendizaje por recompensas. Diversos modelos computacionales han asumido tradicionalmente que las decisiones se toman primordialmente con base en la maximización de recompensas esperadas. Sin embargo, el éxito del algoritmo RaCaS sugiere que existen otros factores cualitativos, como el valor intrínseco de la regularidad, que aún no están completamente capturados o comprendidos por dichos modelos.
El estudio en cuestión se desarrolló a partir de la Choque Engineering Competition (CEC), en la que diferentes algoritmos compitieron por manipular de forma oculta la preferencia de participantes humanos en tareas de toma de decisiones. A pesar de que las recompensas se distribuyeron equitativamente entre dos opciones, solo RaCaS logró influir significativamente en la elección humana, incrementando la preferencia de los usuarios hacia una opción regular en una proporción aproximada al doble comparado con la alternativa. Este impacto no solo evidenció el poder de la regularidad para atraer la atención y el compromiso, sino que también mostró un costo tangible: quienes se aferraron al patrón preestablecido terminaron ganando menos recompensas totales que aquellos más exploratorios, quienes mantuvieron un equilibrio entre las opciones. Este fenómeno refleja una dinámica paradójica donde la búsqueda de orden y predictibilidad conduce a decisiones subóptimas desde el punto de vista económico. Desde una perspectiva psicológica, la atracción a la regularidad puede estar vinculada a diversas motivaciones internas.
La predictibilidad proporciona una sensación de control y reduce la incertidumbre, aspectos que están relacionados con estados emocionales positivos y reducción de estrés. A nivel neural, se ha observado que la confirmación de patrones activa circuitos relacionados con el sistema de recompensa cerebral, reforzando así conductas que fomentan la detección y mantenimiento de orden. Además, esta inclinación puede explicar fenómenos sociales complejos, como la formación y mantenimiento de estereotipos. La mente humana tiende a buscar regularidades en el comportamiento y características de los demás para simplificar la comprensión del mundo social, aunque esta simplificación conlleve errores y prejuicios. La evidencia sugiere que, incluso en estos casos, se produce una recompensa cerebral al confirmar las expectativas regulares, lo que refuerza la resistencia al cambio y refuerza la estabilidad de las creencias sociales.
En el ámbito de las políticas públicas y la influencia conductual, la implementación de nudges (empujones conductuales) ha sido una estrategia popular para guiar decisiones hacia resultados percibidos como mejores o más deseables. Sin embargo, recientes meta-análisis han cuestionado la efectividad y magnitud del impacto de estas intervenciones en contextos reales. El caso de RaCaS aporta una nueva dimensión: al utilizar la atracción a la regularidad, se puede ejercer una influencia profunda y persistente que no se basa únicamente en incentivos tangibles sino en factores psicológicos intrínsecos. La relevancia de estos hallazgos trasciende el ámbito académico y tiene implicaciones prácticas en la era digital, donde plataformas y aplicaciones utilizan algoritmos para captar y mantener la atención de los usuarios, potenciar ventas, y dirigir comportamientos. Entender cómo las personas valoran y persiguen patrones puede ayudar a diseñar sistemas más éticos y efectivos, pero también alerta sobre posibles usos indebidos que vulneren la autonomía del consumidor y generen «sludges», o efectos nocivos no deseados.
El estudio de la atracción a la regularidad también abre caminos para la mejora de los modelos actuales de toma de decisiones, proponiendo una integración interdisciplinaria que incorpore aspectos cualitativos y psicológicos más allá del simple cálculo de recompensas cuantificables. La personalización y adaptación dinámica de intervenciones basadas en estas premisas podrán potenciar la adopción de comportamientos beneficiosos en ámbitos tan diversos como la salud, la educación y el consumo responsable. Finalmente, es esencial continuar investigando y validando estos fenómenos en contextos variados y complejos, para garantizar la aplicación responsable y transparente de algoritmos que modulan la conducta humana. La invitación a futuras investigaciones incluye el análisis de la percepción subjetiva de control y predictibilidad, la exploración de los límites de la atracción al patrón cuando se presenten contextos cambiantes, y la evaluación de la interacción entre diferentes motivaciones y sesgos cognitivos. En resumen, la atracción humana hacia la regularidad y los patrones representa una poderosa fuerza que puede ser aprovechada por algoritmos para influir en la toma de decisiones.
Este fenómeno subraya la necesidad de repensar los modelos tradicionales basados en la maximización del valor y adoptar perspectivas más holísticas que reconozcan la complejidad y profundidad de las motivaciones humanas. El balance entre los beneficios potenciales de tales intervenciones y sus riesgos éticos será una cuestión crucial conforme avancemos hacia un futuro donde la interacción entre humanos y máquinas sea cada vez más íntima y determinante.